Ha sido parte del “Eje del Mal”, ha sido un imperio como no ha habido otro en el mundo, ha sido Persia, ha sido una civilización majestuosa y ha sido un centro cultural que ha alumbrado al mundo. Todo ese poso tiene Irán, pero sobre todo, lo que tiene es muy mala prensa. El heredero del Imperio Persa es uno de esos países de los que se tienen unos prejuicios, sensaciones, imágenes o ideas, antes de viajar, equivocadas. Todo ello se evapora una vez pisas suelo iraní. Se da por sentado que viajar por Irán es hacerlo por uno de los países más peligrosos del mundo, y nada se dice de que allí reina la hospitalidad. Hospitalidad y cortesía de sus habitantes hacia el extranjero que por allí se acerca. Se piensa que hay terroristas agazapados en cada esquina cuando lo que hay son maravillas ante las que disfrutar en cada ciudad y en cada calle.

Maravillosa es su gente y maravillosos sus pueblos y aldeas. Maravillosas sus ciudades legendarias y maravillosos sus desiertos. Maravillosas sus islas y maravillosos los diferentes estilos de vida del país. Maravillosos los nómadas Qashqai y maravillosas las gentes bandari (literalmente «gentes del puerto»). Es la antigua Persia un país orgulloso por haber mantenido una cultura milenaria. Son vestigios de antigüedad, es Ruta de la Seda y es imaginarse que aparece Marco Polo a la vuelta de la esquina de cualquier pueblo o comiendo en algún caravanserai de los que encuentro por el país. Es una pena que tanta maravilla no sea disfrutada por más curiosos por culpa de la desinformación que hay sobre Irán.

Para poder deleitarse en el país hay que llegar con los menos prejuicios posibles. En mi caso, los que llevaba desaparecieron al poco de aterrizar. La afabilidad de la gente, las sonrisas y atenciones que me regalan desde el principio hace que olvide todo aquello que de antemano podía haber imaginado de Irán. Viajar por la antigua Persia es un goce y un descubrimiento continuo, pero el goce es mayor cuando salimos de los lugares más turísticos y más grandes y nos acercamos hasta pueblos como Abyaneh, Meymand o Varzaneh, pueblos históricos en los que la población tiene unas costumbres y una forma de vestir única y peculiar diferente a todos los demás.

Casas en cuevas, pueblos rojos y blancos chadores

¿Cómo iba a imaginarme que había un pueblo en Irán en el que la mayoría de las mujeres llevan el chador de color blanco, de un blanco impoluto? Pues alguien me comentó que ese pueblo existía y que era Varzaneh, así que allí me presenté. Aunque parezca mentira todavía hay maravillas en el mundo que no aparecen en las guías de viaje, ni siquiera en las más populares del planet. En las próximas ediciones allí estará, eso seguro. Nadie lo conocía de antemano y a todos los que por allí pasamos nos encanta y lo recomendamos a aquellos que nos cruzamos. La guía del boca a boca y la guía del déjate llevar y sorprender, funciona casi siempre.

¿Cómo podría pensar que en Meymand la gente sigue viviendo en cuevas como hace 3000 años? No hay mejor idea que pasar una noche en una de ellas en las que podemos dormir los que queremos hacer noche en tan peculiar aldea. La gente cordial como pocas me invita a su casa-cueva a tomar té y a conversar. Sí, parece extraño, pero en Meymand me hablan como si pudiera entenderles, me invitan a sus casas como si fuera amigo o familiar y me tratan como si viviera en el pueblo.

Cómo no acercarme hasta Abyaneh a contemplar con mis propios ojos el pueblo rojo del que tanto y tan bien me habían hablado. Un pueblo rojo en el que descubro que las señoras llevan un pañuelo estampado y faldas de colores. Señoras que visten todas bajo el mismo patrón, un patrón que llevan con la dignidad que otorga el ser portadoras de una cultura única y milenaria. Un pueblo en el que aunque somos muchos extraños los que por allí pasamos, sigue manteniendo su alma y su espíritu.

Y si es en los pueblos donde más disfruto en mi periplo iraní, Irán también son Ciudades Patrimonio de la Humanidad. De entre ellas destaca Isfahán, posiblemente la ciudad más visitada y con tanto que ofrecer que es imposible abarcar en un viaje. Por algo la denominaron “la mitad del mundo”. Supongo que pensarían que la mitad de los monumentos bonitos del globo se alojaban en la ciudad. Tantas cosas que ver y tanto que ofrecer tiene la ciudad que la mayoría del poco tiempo que allí pasé lo hice en la sinagoga, celebrando el Sabbath con los judíos iraníes. Claro que me impresionó su maravillosa plaza (no hay otra en el mundo igual que mezcle tan bien monumentalidad, amplitud y armonía) y sus bellas mezquitas, pero el recuerdo que me llevo de Isfahán es el tiempo pasado en el templo judío.

Irán son ciudades en el desierto como Yazd, con su laberinto de callejas de adobe (en el que por supuesto me pierdo varias veces) y sus características torres del viento. Irán es Persépolis y su aroma a Darío el Grande y a Alejandro Mago (este dejó más bien aroma a chamusquina), son las tumbas de Naqsh-e Rostam, esculpidas en las paredes y de un tamaño más que grande, mayúsculas; es Shiraz y sus mezquitas, mausoleos y jardines; es Teherán y su vitalidad y energía (y sus grafitis en la antigua embajada americana); es Kerman con su preciosa plaza y el hammam más bonito de todo el país; es Kasahn con su recogido mercado, sus vistas increíbles desde las azoteas y unas casas palacio impresionantes. Irán son sus islas del Golfo Pérsico y son sus ciudades de adobe antiguas, no sólo Bam o Rayen, sino muchas otras más pequeñas y escondidas como Kharanaq; son sus majestuosos desiertos (dormir en los Kaluts bajo las estrellas me traslada durante alguna horas a lejanos planetas). Irán es el lugar donde habitaron la Secta de los Asesinos y donde, en una roca, levantaron un castillo inexpugnable. Irán es en gran medida el zoroastrismo y sus seguidores, como la señora Golestam, la única habitante del pueblo zoroastra de Cham (construido en adobe). Y sí, también Irán es fervor religioso como el que se palpa en la ciudad santa Qom durante las 24 horas del día. Ciudad centro de peregrinación debido a la tumba de Fátima, y ciudad centro mundial de estudios islámicos. Irán es deporte, es ritual  y es tradición. Deporte, ritual y tradición se unen en la práctica del zurkhaneh, una práctica que se lleva realizando en Irán desde hace milenios

Podríamos imaginar que sólo siguen los predicamentos de Mahoma, pero no sólo musulmanes habitan Irán, también cristianos (armenios), judíos y zoroastros encuentro en diferentes lugares en mi periplo por la antigua Persia. Bien es cierto que sufren las consecuencias de ser una minoría en una república islámica, pero también es cierto que parecen profesar sus respectivas religiones sin mayor impedimento. Sinagogas, iglesias y templos del fuego compartan espacio con mezquitas y hacen el país mucho más rico.

Unos días con los nómadas Qashqai

Fortalezas, paisajes, montañas, ciudades y pueblos son interesantísimos en Irán, pero los lugares a mis ojos son interesantes por las gentes que los pueblan. Sin sus gentes no tendrían mucho sentido, al menos para mí. Y entre otras cosas por la gente me acerqué hasta la antigua Persia. Por un lado quería pasar unos días con los nómadas Qashqai, experiencia gratificante donde las haya. Bahmam y su familia me trataron como si fuera uno más de ellos los tres días que convivimos. Y por otro lado quería ver y compartir espacio con las mujeres enmascaradas bandari, con lo que me bajé al Golfo Pérsico y a sus islas. No sabía qué me iba a encontrar, y disfruté de unas islas bellas como pocas, recogidas y agradables. Unas islas donde se palpa una libertad como en pocos lugares de Irán. Unas islas que me permitieron conocer a unas mujeres bandari que parecen inaccesibles y cerradas, pero que con el paso de los días y el contacto, muestran que la máscara no las hace diferentes, sólo les tapa una parte de la cara.

Hablo de un país, que según me cuentan las propias iraníes no es Arabistán. Irán no es la Edad Media aunque a alguno de sus gobernantes le gustaría. Parece, aunque en qué país no pasa, que gobernantes y gobernados son dos mundos separados por una galaxia. El iraní es curioso, quiere conocer qué ocurre por el mundo, qué haces en Irán y sobre todo qué te parecen su país y sus gentes. Les digo lo qué me parecen su país y sus gentes por si les queda alguna duda, y se llenan de orgullo (y satisfacción). Satisfacción tienen al hablar de cómo en Irán aunque la mujer no esté liberada (no lo está como en cualquier país conservador, ya sea musulmán o católico) se le tiene un gran respeto. Van a la moda, conducen, trabajan, tienen independencia, se operan la nariz por estética y se maquillan igual o más que en cualquier país occidental y la mayoría de los estudiantes de la universidad son mujeres. Eso sí, el pelo se lo tienen que cubrir aunque cada vez sus pañuelos cubran menos y dejen ver sus trabajados peinados.

Esa es la impresión que queda después de cuatro semanas recorriendo la antigua Persia y hablando con sus gentes. Unas gentes que aunque sea un tópico, es lo mejor que tiene Irán para ofrecer. Unas gentes para la que habría que utilizar otro adjetivo porque hospitalaria se queda corto. Unas gentes en las antípodas de sus gobernantes. Unas gentes que te reciben con una sonrisa y buenos deseos. Unas gentes que te despiden con un «hasta pronto». Con tristeza y también con buenos deseos abandono Irán. Un viaje de los que marcan. Un viaje de los de antes, lleno de descubrimientos. Un viaje de los que dejan huella.