Serían alrededor de las cuatro de la mañana cuando el balar de ovejas y cabras me había despertado. Sueño alterado por el ruido de los animales, y por el frío de no estar acostumbrado a dormir en el campo. No me pillaba por sorpresa, era la segunda noche que pasaba con la familia Qashqai. Sabía que como el día anterior en breve comenzarían las rutinas de la familia Mardanloo de cada día: acercar las madres para que diesen de mamar a las crías, y luego separarlas para después hacer lo mismo con las cabras. Rebecca, Darren y yo intentábamos ayudar para sentirnos útiles y no simples mirones, pero por la forma en que nos miraban y las “charlas” que recibíamos, parece ser que mejor nos hubiéramos estado quietecitos. Eso sí, tanto a la madre como al padre, se les notaba agradecidos por nuestro (vano) esfuerzo.
El día anterior y tras un trayecto en tren de unas 16 horas, por fin había llegado a Shiraz, una de las ciudades más importantes y bellas de Irán (aunque bien es cierto, no soy yo mucho de ciudades grandes). Eran las 7 de la mañana y la emoción podía con el cansancio del viaje desde Teherán. Bahman me estaba esperando para dirigirnos a lo que sería mi estancia durante los siguientes días por tierras iraníes. La familia de Bahman (nómadas del pueblo Qashqasi) me acogió desde el principio como uno más de la familia. En los días venideros, compartiría con ellos su tiempo y también su espacio. Sus comidas y sus cenas. Su tienda de campaña nómada y sobre todo, una forma de vida que va desapareciendo poco a poco. Resulta extraño sentirse tan bien con alguien tan sólo minutos después de haberle conocido.
La tienda de campaña nómada, construida por ellos mismos, es el centro del campamento, donde guardan muchos de los enseres, de los pocos objetos personales que atesoran, y que llevan consigo en los desplazamientos. Tienda donde a veces se come y por supuesto, donde se duerme. Donde dormimos todos juntos como si fuéramos una familia y no simples visitantes. La primera noche me extrañó que, en el suelo junto a mi, durmiera la madre, quien tenía a su lado una escopeta (luego me aclararían que no era por mi sino en caso de que vinieran los lobos). Al preguntar por el padre me comentaron que dormía fuera para cuidar de los rebaños y que no vinieran los lobos a comerse ovejas y cabras. Puedo asegurar que calor no hacía dentro, con lo que fuera imagino que habría bastantes grados menos. Dormir al raso cuidando de los animales durante toda tu vida supongo que te da una fuerza y una forma de mirar al mundo a la que no estamos acostumbrados.
Aunque el siglo XX, muchas veces fomentado por los diferentes gobiernos, ha visto cómo su número se reducía y muchos se sedentarizaban, se calcula que hoy en día hay alrededor de un millón de nómadas viviendo en Irán. La etnia más conocida posiblemente sea la de los Qashqai, con unos 400.000, los cuales viven en la parte central de Irán, en la región de Fars, y se dedican principalmente al pastoreo. Cuando los animales dejan tiempo, las mujeres producen unas alfombras simples pero de alta calidad, en la que usan colores naturales, muy ricos e intensos. Mujeres que utilizan un pañuelo, no chador, y hombres que, en muchas ocasiones, lucen con gran orgullo un sombrero con forma de corona (cosas de reyes). Sus pertenencias se reducen al mínimo y su hogar se limita a una tienda de campaña grande realizada al estilo nómada. Viven orgullosos igual que antes lo han hecho las generaciones anteriores durante siglos.
Parece que las mujeres que viven en las zonas rurales están hechas de una pasta especial. En los días que pasé en el campamento, solamente vi a Manzar, la madre de la familia, descansar a tomar un té con la vecina de tienda, durante poco más de diez minutos. El resto de las rutinas consistía en hacer pan, cocinar, dar de comer a los animales,…y un largo etcétera que hacía que la señora Bahman, sin prisa pero sin pausa, no parase desde las 4 de la mañana en que se levantaba hasta las 7 u 8 de la noche que se acostaba. Siempre con una sonrisa en la boca y con esa cara de felicidad que denota un estar a gusto con la vida. Y si la sonrisa era perenne en su cara, en el momento que nacían las cabras (3 en los días que pasé con ellos), la alegría que mostraba era increíble. Por su parte, Alí, el padre, se dedica principalmente a cuidar de los rebaños de cabras y ovejas. A pastorear en busca de comida. Mañana y tarde el mismo trabajo para que los animales no pasen hambre.
Integrados en Irán durante siglos y conocedores del farsi, los Qashqai son de origen túrquico así como lo es su lengua, ya que la mayoría parece tener su origen en los grupos túrquicos que llegaron a Irán hace varios siglos, posiblemente en el siglo XIII, coincidiendo con las conquistas de Gengis Khan. Primero se asentarían en los alrededores de lo que hoy en día en Ardebil para más adelante trasladarse hacia el sur, en los enclaves que se encuentran en la actualidad.
Según a quien le preguntemos, el origen de la palabra Qashqai varía. Para algunos proviene del turco “kashka” (literalmente caballo con un una estrella blanca en la frente”), para otros el origen del nombre estaría en su procedencia, Kashgar, y para algunos otros el significado de la palabra sería “fugitivo”. Se mueven desde los Montes Zagros, donde pasan el verano, hasta unos 500 kilómetros al sur, donde los animales podrán disfrutar de los pastos y las personas de un invierno no tan frío. Es durante el comienzo del otoño cuando se produce el tránsito de personas, enseres y animales, produciéndose una migración de gran importancia y por lo que son conocidos. No tener residencia fija. Una forma de vida que quieren seguir practicando como sus antepasados han hecho durante siglos. No piden nada, sólo que les dejen vivir su vida como ellos han elegido.
2 comentarios