“Con el vino de anoche cantando en mi cabeza
Al amanecer buscaba la taberna,
Aunque medio mundo en la cama dormía
Y el arpa y la flauta sonaban todavía,
Creando un placentero canto matutino;
Ya estaba llegando la copa de vino:
-Razón-, dije yo, «ya debías marcharte
Si quieres llegar a tu diario destino,
La santa ciudad de la intoxicación».
Así pues, la despedí y se marchó
Con una botella para los amigos del viaje”.

Hafez, 1325-1389 (Shiraz)

Tras pasar unos días con los nómadas Qashqai, mi siguiente destino era Shiraz. Ciudad en la que seguí disfrutando de la belleza iraní, y sobre todo de las hospitalidad de sus gentes. Conocía a Eli en persona, con quien había tenido contacto telefónico y quien me había ayudado en la reserva de algunos alojamientos, y que me llevaría de paseo a descubrir rincones menos visitados acompañados por su amiga Zahra. Se hace raro, y se agradece enormemente, que alguien que no te conoce, dedique su tiempo y su dinero, a que disfrutes de la ciudad en la que vive, sólo por el hecho de que tu estés a gusto. Hay pueblos hospitalarios (una de las frases hechas cada vez que visitamos un país con gentes encantadoras), pero lo de Irán es otra cosa. Es la hospitalidad elevada al cuadrado. Se me hace difícil pensar que pueda existir en la tierra una gente más hospitalaria con el visitante que el iraní.

Se trata, sin duda, de una de las ciudades más interesantes (y por lo tanto más visitadas) del país. Shiraz es lo suficientemente grande, y con tantos atractivos, como para pasar varios días, pero lo suficientemente abarcable para poder recorrerla a pie dando algunos largos paseos. Aunque a veces resulte un poco cansado, creo que la única forma de empaparse de las ciudades es recorrerlas caminando. Es la forma de cruzarse con la gente que va a trabajar, que vuelve de la compra, que charla o que juega amigablemente en los parques. Es además la forma de descubrir nuevos rincones, de sentir sus calles y de oler sus puestos callejeros. Se precisa de tiempo y ganas de caminar, pero la recompensa es enorme.

Mezquitas, sinagogas e iglesias

Shiraz es famosa por sus mezquitas, sus mausoleos, sus parques, los jardines o el bazar. Todo ello precioso, pero una vez en la ciudad me apetece descubrir algo diferente, no tan llamativo, y pregunto por sus iglesias y sus sinagogas, que debe de haberlas. La sinagoga, con ayuda de las tecnologías en forma de mapa, la encuentro, pero al darse cuenta de mi presencia, me invitan a que abandone el lugar al no ser residente. Por lo visto debo pedir un permiso en algún tipo de oficina que no me queda claro cual es. Así que dando las gracias, abandono el lugar. Era la primera vez que visitaba una sinagoga en Irán pero no sería la última. En Isfahan pasaría con los judíos la tarde-noche del Sabbath. Y si de la sinagoga me invitan a salir, las iglesias armenias las encuentro cerradas. Parece ser que sólo abren en días concretos. Tendría que posponer a una futura visita mis ganas de descubrir otros credos en Shiraz. No importa, prácticamente acababa de llegar al país y la ciudad tenía innumerables tesoros con los que sorprerderme.

Espectáculo de luces en la mezquita de Nassir-ol-Molk

Al igual que muchos otros turistas, me acerco a primera hora de la mañana a ver el espectáculo que forman las primeras luces del día en la mezquita de Nassir-ol-Molk, que más que mezquita, a esas horas, parece un plató de fotografía. Gentes de todas partes del mundo, pero sobre todo asiáticos, lucen sus mejores sonrisas, pañuelos y vestidos para retraerse en el espectáculo de color que forman los rayos de sol al atravesar las vidrieras. Las hay incluso que utilizan un Corán como parte del atrezzo, como objeto decorativo para embellecer sus retratos. No es que me parezca mal, pero se hace cuando menos raro. Nassir-ol-Molk es el típico lugar turístico, lleno de gente, pero que sigue transmitiendo un nosequé especial, y ofrece una iluminación natural espectacular. Una verdadera gozada para la vista.

Después de la experiencia de masas de la mezquita, me apetecía ir a algún sito más recogido, más calmado, más espiritual por decirlo de alguna manera. No sabía si sería bien recibid o no, pero quería visitar una madraza. Después de caminar disfrutando de las calles de Shiraz, llego hasta la madraza Khan, donde ni soy bien recibido ni mal, pero donde puedo pasear y observar tranquilamente sin que nadie me diga nada. Sigue en funcionamiento con lo que la parte interior no se puede visitar, pero sí su patio y contemplar el ir y venir de los que allí estudian. Un auténtico remanso de paz en el que descansar de bazares, mezquitas concurridas y calles bulliciosas.

La “ciudad de las flores y los poetas”

Es conocida Shiraz como la “ciudad de las flores y los poetas” aunque también lo era como la ciudad de las bellas mujeres y del vino, pero parece que tras la revolución, mujeres y vino no resultaban de lo más apropiado para los gobernantes. Dos de los más grandes poetas, Hazef y Sa´di, vivieron y murieron en Shiraz. Para poder hacernos una idea aproximada de la popularidad de ambos (y de otros poetas más), podríamos compararlos con la fama que tienen en España los futbolistas, o con la devoción que se tienen por los santos. Es difícil imaginar, pero sería una mezcla de ambas cosas. Es verdadera devoción lo que sienten por ellos. Los jardines donde están sus mausoleos se llenan cada día de miles de personas que hasta allí se acercan a rendirles pleitesía, a leer sus poemas, o simplemente a ver y rezar por ellos. Son uno de los lugares de peregrinación más importantes de Irán. Sin duda, una de las cosas que más llama la atención en Shiraz y en la antigua Persia. Un país, y unas gentes,  que veneran así a sus poetas, tienen que ser especiales sin duda.

El mausoleo Shah-e Cheragh (“Rey de la luz”)

El fervor que tienen a los literatos, también se lo tienen a sus imanes más importantes. No todo iba a ser lírica. Se halla en Shiraz el mausoleo Shah-e Cheragh (“Rey de la luz”), centro de peregrinación más importante de la provincia de Fars, y uno de los más sagrados de Irán. Es conocido también como Sagrado Sepulcro de Ahmadi. Sayyed Mir-Ahmad era el hermano del imam Reza, el Octavo Imam, que se encuentra enterrado en Mashad. Pasan por el imponente y majestuoso lugar gentes venidas de todo el país, tanto de día como de noche, ya que está abierto las 24 horas del día. El único edificio o complejo de la ciudad, en el que el turista es mirado con más atención. Por alguna razón, no gustan de que los extranjeros deambulemos por allí a nuestro aire. A mi llegada me sientan en una oficina con otros turistas y nos explican un poco el lugar, nos ofrecen té y galletas, y nos regalan un libro. Nos hacen una mini excursión y el guía se despide. Al final vuelvo a estar sólo y a recorrer el espacio a mi aire. Tengo la impresión que se trata de que te hagas una idea de la importancia del mausoleo, de «instruirte» un poco sobre algunos personajes, y de que tu comportamiento sea apropiado.

Shiraz es la capital de la provincia que da nombre al idioma iraní, farsi. Es una de las ciudades que mantiene la esencia y la tradición del país, de la cual se sienten orgullosos.  Si sus monumentos más populares son lo que hace reconocida a la ciudad, el simple hecho de pasear por sus calles ya es un atractivo en sí. Pasar al lado de la ciudadela de Arg-e Karim Khan, recorrer las callejuelas de sus bazares, cruzar la puerta del Corán, o simplemente sentir la ciudad en alguno de sus rincones, hacen que los días en la ciudad de los poetas sean muy agradables. La convivencia de musulmanes, judíos y cristianos han dejado un poso de tolerancia. Una ciudad moderna, incluso con sus centros comerciales al estilo occidental, pero una ciudad muy habitable en el que la cultura tiene un papel importante. No por nada ha sido el corazón de la cultura persa por más de 2000 años. Además, muy cerca de Shiraz se encuentra Persépolis, una de esas maravillosas ciudades de la historia de la humanidad que desde pequeños soñamos con visitar.

Shiraz, literatura y vino

El vino que hoy no puedo encontrar en ningún establecimiento, hace algunos siglos era uno de los reclamos de Shiraz. Hay evidencias de que ya se cultivaba el líquido elemento en la ciudad 2500 aC, parece que era el vino preferido de Alejandro Magno, y sería un poeta quien en el siglo XV lo uniría para siempre a la ciudad en algunos de sus populares poemas: «Anoche, el sabio maestro de la taberna descifró el enigma», escribió. «Mirando las líneas trazadas en la copa de vino, desentrañó nuestro destino en espera”.

Resulta más que curioso que los mayores poetas iraníes canten en sus poemas al vino, a las mujeres o a la música. Sin duda otro de los elementos que hacen de Shiraz un lugar especial. La historia y la literatura en este caso van de la mano hasta nombrar a la ciudad como «Ciudad de los Poetas». Estando prohibidos tanto el vino como la música, se hace extraño ver cómo en la tumba de uno de sus mayores literatos, Hafez, encontremos escrito:

«Siéntate junto a mi tumba
y trae vino y música,
sintiendo mi presencia.
Saldré de mi sepulcro.
Elévate, moviéndote suavemente,
criatura, y déjame pues
contemplar la belleza».