Pocos paseos por el Hong Kong menos conocido me han resultado tan fascinantes como el realizado por el valle de Lam Tsuen y las cataratas de Ng Tung Chai. Un viaje al Hong Kong más silvestre y más rural. Mezclar cataratas (aunque no sean las del Niágara) con pueblos tradicionales es una experiencia de lo más agradable. Dejas el ruido y las prisas de Hong Kong atrás y te metes en un mundo que está en las antípodas de ese Hong Kong que la mayoría tiene en su mente. No sólo naturaleza y cascadas, también hay ocasión de visitar en la ruta monasterios como el de Ling Wan.
Las cataratas, como si fuese una novela, se van mostrando poco a poco. En total son cuatro los saltos de agua que se van sucediendo a diferentes altitudes, y aunque el paseo hasta la última es largo y costoso, no hace falta llegar hasta la cima para poder disfrutar de ellas y su paisaje, cada uno puede ver (y bañarse) en tantas como quiera y pueda. Y aunque parezca que estás en la selva, no te preocupes por perderte porque está todo bien señalizado; hay que preocuparse sólo de disfrutar de la naturaleza, de este lugar mágico que una vez dentro, parece un secreto en el que al entrar quedas atrapado.
Perros con malas pulgas
Desciendo y nos encaminamos a ver los pueblos que el valle tiene que ofrecer. Nadie ha podido darnos indicaciones de qué ver o por dónde ir con lo que no tengo ni idea de lo que encontraré por la zona. Una sorpresa que seguro será agradable. En total son más de veinte villas pero claro, no nos acercaremos a todas. Descubro pueblos con las puertas de sus antiguas casas todavía luciendo con esplendor, a pares, los papeles anaranjados que atraerán la buena suerte. Visito templos. Nos acercamos hasta asentamientos donde viven muy pocas familias y donde nos recibe un perro con muy malas pulgas. Eso si, una vez nos alejamos, deja de ladrar y nos deja en paz. No se por qué, pero que me ladre un perrazo a medio metro de distancia me acojona. Y si me ocurre dos veces, con dos razas diferentes (igual de grandes), pues la cosa empeora. Hace que el viaje a Lam Tsuen sea muy intenso. Es lo que tiene visitar lugares a donde no se acercan los desconocidos.
Pueblos y casas tradicionales chinas
No me acuerdo de todos los pueblos que visito y quizá los confunda, pero quiero recordar que estuve por Fong Ma Po. También me viene a la mente Pak Ngau Shek, She Shan Tsuen, Ha Tin Liu Ha y Lung Ah Pai. Todos ellos acogedores y con mucho encanto. La mayoría de los pueblos que encuentro en el valle de Lam Tsuen se fundaron hace unos 700 años y están habitados por diferentes clanes, gentes tanto punti como hakka, como son los Ching, Cham, Lam o Ku. Quedo impresionado de lo bien que lucen los edificios y casas chinas tradicionales en las villas del valle. Una vez más descubro que Hong Kong está lleno de historia y de historias que se van desvaneciendo poco a poco. Está lleno de villas tradicionales con casas abandonadas por unos propietarios que tuvieron que trasladarse a la ciudad hace décadas en busca de oportunidades, dejando no sólo su hogar atrás, sino vivencias generacionales. Pero también hay familias, incluso niños, que viven alegremente y disfrutan de unos parajes impresionantes y una forma de vida mucho más tranquila y placentera que en las zonas urbanas de la ex colonia británica.
Para terminar el recorrido, no hay nada mejor que acercarse al templo de Tin Hau, a donde me dirijo, y al árbol de los deseos a pedir el mio. No importa que no sea el original o que ahora está protegido, seguro que los deseos se cumplen igualmente, sólo hay que probar. Deambular por el valle de Lam Tsuen es una experiencia enriquecedora y relajante (incluso con perros merodeando), un lugar que en nada se parece a las calles bulliciosas de Central o de Kowloon, pero que también forma parte de ese Hong Kong que tanto enamora.