En 2010 se encontró lo que hasta la fecha es el zapato más antiguo del mundo. Un zapato, no se sabe bien si de mujer o de hombre, que data de hace 5500 años. Un zapato hecho de cuero de vaca y que se parece a algunos calzados que podemos encontrar desde hace años en zapaterías de las que marcan tendencia. Ya no se hacen zapatos como los de antes, o al menos no se hacen con la misma calidad ya que el estilo es parecido. Cosas de las modas, supongo.

Hay pocos países a los que vayas con grandes expectativas y que éstas sean superadas con creces. Armenia es de esos países. Como en todos los lugares, en Armenia se mezclan historias, leyendas y realidades. Historias que ni creo ni desmiento, sólo disfruto con la conversación y con esas narraciones de monjas, reyes, cautiverios y asesinatos. Y si hay una historia que me atrae de entre las que escucho es la del Arca de Noe (detallado tanto en el Antiguo Testamento, como en la Torá o el Corán). El caso es que una vez terminado el diluvio, después de 40 días, sólo quedaron vivos en la tierra aquellos que habían estado en el Arca, quedando ésta encallada en las laderas del Monte Ararat una vez que el agua empezó a desaparecer. Monte Ararat situado en lo que era la Gran Armenia y que hoy es parte de Turquía. No tiene que ser fácil (y creo que a pocos países les ocurre) tener que mirar al país vecino (al que odias) para ver tu símbolo nacional. Un símbolo al que los armenios admiran, respetan y veneran. Un símbolo que ven como una madre cautiva pero que te escucha y te habla. Es tal su altitud (5137m) que se divisa desde gran parte de Armenia; te encuentres dónde te encuentres seguramente podrás contemplar su monte sagrado. Ver como los armenios observan el Ararat, imaginando sus leyendas y sus tragedias, me causa admiración. Admiración la mayoría de la veces, y un poco de miedo otras, cuando quien mira atónitamente es mi conductor y el Ararat queda no en frente sino a un lado de la carretera. Pero claro, no hay problema, entre el monte y santiguarse cada vez que se toma una carretera principal, no hay posibilidad de que pase nada. Sólo faltaba.

Un pueblo el armenio que se ha pasado siglos haciendo sacrificios, sufriendo y luchando por su supervivencia ante elementos adversos, frente a genocidios y afrontando terremotos, y que sin embargo, no les ha hecho perder esa alegría y esa hospitalidad que les caracteriza. Hay pocos pueblos que se merezcan un futuro próspero y tranquilo como se lo merecen los armenios. Guerras, invasiones, pérdida de territorios sagrados, exterminios, penurias,… de todo, sobre todo de todo lo malo, han padecido durante siglos los armenios. No hay muchos pueblos tan cultos como lo son ellos, y tan melancólicos (supongo que ver tu símbolo nacional en la distancia en la tierra del “enemigo” fomenta un tanto a esa melancolía). Sin embargo esa pena no les impide mirar hacia el futuro con determinación, y con gran optimismo. Se saben supervivientes, y todos las desgracias les han hecho más fuertes.

Me comentó un ex compañero de trabajo cuando le comenté que me iba a Armenia, “sólo me suena el nombre, pero si tú vas debe ser un país precioso y viejo, al menos no uno moderno”. Y tenía razón. Armenia es un lugar muy atractivo, que por esas cosas de la vida, o de las agencias de viaje, o de las modas, la gente no va. Al menos los turistas o viajeros occidentales porque rusos si que se ven por todas partes. De esos países olvidados que no están tan lejanos ni son tan inaccesibles y que tienen maravillas que ofrecer. Maravillas en cuanto a su paisaje (con sus montañas, ríos y lagos), maravillas en cuanto a su historia (pueblo milenario), maravillas de gastronomía (variada y sabrosa), maravillas de cultura (música, escritura, ballet), su alfabeto propio, pero sobre todo, gentes maravillosamente hospitalarias. De todas formas mejor así, descubrir Armenia sin muchos turistas le da ese toque de viaje verdadero, de gentes no corrompidas (en el mal sentido de la palabra) por el turismo masificado. De mirarte con la misma curiosidad con las que les miras tu a ellos y no verte como un dólar andante como ocurre desgraciadamente en la mayoría de los destinos masificados. De sentir que no molestas sino que agradecen tu visita allí por donde te acercas. De querer que formes parte, aunque sea por unos instantes, de esa gran familia que es la armenia (familia sencilla, milenaria y un tanto misteriosa, pero una familia al fin y al cabo),  aunque parte de ella, la parte más numerosa, esté repartida por el mundo. Hay tres veces más de armenios fuera del país que en la propia Armenia.

Un punto aparte merece la religión. Se sienten orgullosos de haber sido el primer país cristiano del mundo. De haber tenido como evangelizadores a San Bartolomé y a Judas Tadeo, y sobre todo a San Gregorio el Iluminador, cautivo en una mazmorra durante 13 años donde hoy se sitúa el templo de Khor Virap, y a quien pidió ayuda un rey Tirídates III muy enfermo. Una vez sanado éste, en el año 301, Armenia abrazaba la religión cristiana y se convertía en el primer país cristiano del mundo. Hoy sería imposible imaginar Armenia sin sus iglesias y sus monasterios, que impregnan el paisaje de una belleza única. Monasterios situados la mayoría de las veces en parajes recónditos y maravillosos y que dan un aire medieval al país. Un aire de novela de aventuras.

Los Jachkars o cruces de piedra

Y si los monasterios forman parte del paisaje armenio, los Khachkars o Jachkars (cruces de piedra) parecen crecer del mismo suelo. Desde el instante en que cruzo la frontera, las cruces acompañarán mi camino. Quizá estén realizadas en conmemoración de Jesucristo y de la religión cristiana, pero lo cierto es que están para ayudarte en tu visita, para que no te sientas sólo. Hay en todo el país unas 30000, todas diferentes con motivos diversos, realizadas en bloques de piedra y muchas de ellas con una gran complejidad escultórica. Las veo en todos los lugares, ya sean iglesias, cementerios, por la carretera, por los caminos, pero verlas en la necrópolis medieval de Noratus causa una gran impresión. Llega a conmover. Posiblemente uno de los lugares más fascinantes del mundo.

Cuando creo que Armenia es simplemente fascinante me vuelve a sorprender a la vuelta de la esquina. A la vuelta de cuya esquina descubro un cementerio judío medieval en perfecto estado. Descubro iglesias que se han dedicado a bendecir a caballos y jinetes antes de ir a la guerra. Descubro y descanso un rato del viaje en el caravanserai de Selim donde posiblemente lo hiciera Marco Polo muchos siglos atrás. Y si pensaba que poco más me podría maravillar, descubro Carahunge, lo que resultaría ser un Stonehenge a la Armenia, un lugar enigmático que cómo todas las cosas interesantes te ofrece más preguntas que respuestas. Descubro un país en el que disfrutar del ballet es asequible. Descubro carreteras que son recorridas por Ladas de la época soviética que dan un carácter peculiar a los viajes y a sus caminos. Descubro un país que siendo predominantemente cristiano luce una preciosa Mezquita Azul en su capital.

Diversidad de culturas

Y si los paisajes, monasterios, comida o pueblos me habían cautivado, el conocer dos pueblos diferentes al resto de los armenios, confirmó lo que siempre he pensado, que hay formas muy diversas de afrontar la vida y deben ser respetadas. La diversidad de culturas es un legado que debemos preservar. Conocer un pueblo molocan (”bebedores de leche»), provenientes de Rusia hace más de cien años donde la población vive ajena al ritmo frenético del resto de la sociedad sin apenas aparatos eléctricos y dedicados básicamente al trabajo en el campo y a la lectura de la Biblia, resulta a ojos occidentales cuando menos chocante. Como chocante resulta conocer una familia yazidi, familia que nos abrió la puerta de su casa bien entrada la noche y sin conocernos de nada. Familia que nos trató como si fuéramos parte de ella y nos contó cómo en contra de lo que muchos piensan, ellos no adoran al diablo y se sienten tan armenios como el que más. Familia que nos habló de sus creencias religiosas peculiares diferentes a las musulmanas o cristianas y por las que han sido un pueblo perseguido y demonizado en la mayoría de los sitios. Y nos confirmaron que sí, que adoran al pavo real ya que el angel de dicho animal, Melek Taus, es el superior de los siete Seres Santos que cuidan del mundo. Historias que confirman que la diversidad de creencias es mucho más interesante que la homogeneización de las mismas.

Entre montañas, lagos, monasterios, cruces que cuidan tu camino, culturas diversas, pueblos con culturas milenarias y el Monte Ararat observándote allí donde estés, paso unas semanas fascinantes. Tiempo que da para ir descubriendo unas gentes y un país maravilloso como pocos, un país que se quedará en mi memoria para siempre. A pocos lugares les he cogido tanto cariño.