De visita por Kruja, Durres y Elbasan: presencia navarra y aragonesa en el país de las águilas
Amanecía mi primera mañana en Tirana. Había decidido dedicar mis primeros días en Albania a visitar lugares cerca de la capital. Quería ver el bar donde había estado George Bush cerca de Kruja y sentir el porqué de ese cariño y amor hacia los americanos de los albaneses. Me atraía la idea también de acercarme hasta un búnker en alguna de las playas de Durres. Un búnker del que había visto fotos y que resultaba, cuando menos, curioso. Y por último, quería acercarme hasta la fortaleza de Elbasan. La fortaleza allí seguía recia y lozana, pero ninguna de las dos curiosidades primeras encontré. En ocasiones lo mejor de los planes es que no se cumplan ya que otras cosas interesantes acontecen. Siempre.
Uno de los momentos que más me gustan de viajar es poder disfrutar del transporte público en los países que visito. Los autobuses ofrecen vistas únicas a través de sus ventanillas, además de la posibilidad de interactuar con gentes en su quehacer y trayectos cotidianos. Preguntando y señalando en un mapa las estaciones o los lugares desde donde salían los autobuses, o las furgonetas, para llegar hasta los lugares que me había propuesto, consigo hacerme un esquema y así no perderme en el intento. Las estaciones de Tirana tienen su aquel y es mejor preguntar varias veces por el destino para no equivocarse, que puede pasar.
Un bar con la silla de Bush
Tras aproximadamente una hora, y tras subirme en dos mini buses, llego hasta Kruja. Quería conocer su fortaleza, el bazar, las mezquitas, y sí, resulta extraño, el resto dejado por el presidente Bush años atrás en una localidad cercana. En su visita al país, Bush se acercó hasta Fushë-Kruja (cerca de la ciudad de la fortaleza pero diferente lugar a pesar de la confusión que pueda generar su nombre) al ser ésta una zona beneficiada por microcréditos estadounidenses. Había leído que un bar en el lugar llevaba su nombre y que todavía conserva la silla (con su nombre, claro está) que utilizó para descansar. El bar está cerrado. La silla permanecerá dentro, supongo. No lo pude confirmar. Lo que sí confirmo, ya desde las primeras horas por Albania, es el amor que tienen hacia los americanos. Nombres de calles, estatuas, banderas,…los Estados Unidos de América están más presentes por las calles de Albania que en ningún país que hubiera visitado antes.
Contaba el New York Times de el 11 de junio de 2007 como el Presidente Bush había hecho una parada de ocho horas en el país en el trayecto que le llevaba desde Roma hasta Sofía, y se convertía en el primer presidente estadounidense en visitar Albania. Les dijo a los albaneses lo que querían oír: que apoyaba sus esfuerzos para unirse a la OTAN y que quería la independencia pronto para Kosovo, una provincia por entonces de Serbia, en gran parte de etnia albanesa.
En Kruja, literalmente “manantial de agua”, concretamente en su fortaleza, vino al mundo el héroe nacional albanés. Skanderberg (Gjergj Kastrioti), aristócrata y héroe de la nación, nació allí en el año 1405. Su nombre vendría de la denominación que le daban los turcos, Iskander Bey, o “líder Alejandro”. Hijo de un importante principe, se labró su nombre y fama en la lucha contra los turcos, defendiendo su ciudad-fortaleza natal de forma encomiable y enérgica.
Skanderberg y Alfonso el Magnánimo de Aragón
Resulta llamativo que fuese enviado en garantía de fidelidad a la Corte Otomana, llegando a ser general de su ejército, y convirtiéndose al islam, siendo en sus comienzos un aguerrido capitán de las tropas turcas, contra las que después lucharía reconquistando Kruja en 1442, retomando años más tarde la fe católica. Y más curioso aun resulta que fuese vasallo del rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, quien trató desde Nápoles (donde tenía su base) de extender su poder y zona de influencia por los Balcanes, con lo que Skanderberg fue durante un tiempo Virrey de Aragón y la enseña aragonesa ondeó en la fortaleza de Kruja, bastión de los albaneses. Su fama ha trascendido fronteras y épocas, y se trata sin duda del ídolo nacional albanés. Vivaldi compuso una opera en su honor, hay estatuas no sólo en muchas ciudades albanesas sino también de otros países, y se le han dedicado infinidad de poemas. Un símbolo de la resistencia de la cristiandad frente al empuje otomano de la época.
Si bien la sombra de Skanderberg en Kruja más que alargada es enorme, no es lo único destacable del lugar. Para llegar a la famosa fortaleza donde nació el héroe albanés, cruzo el antiguo bazar turco todavía lleno de vitalidad. Junto al bazar, se sitúa la mezquita más popular de la ciudad, una obra de finales del siglo XVIII. Construido en el mismo siglo que la mezquita, el bazar ha sido destruido y restaurado, destacando sobre todo por sus productos de artesanías y por la la belleza arquitectónica de la calle por la que transcurre. Además de ver los productos, en el caminar por la calle del bazar observo e intento charlar, sin mucho éxito debido al problema del lenguaje y a no querer molestar mucho mientras trabajan, con alguna de las tejedoras que se encuentran fabricando sus alfombras de forma manual.
La fortaleza, además de contemplarla en su plenitud desde la distancia, o de recorrerla intramuros, destaca por su museo dedicado casi por completo al héroe nacional, y por un museo etnográfico situado en una antigua casa otomana. Una fortaleza que ha sido un símbolo en la lucha contra los otomanos al mantenerse firme a medida que éstos avanzaban en su conquista por el país. Hasta en tres ocasiones aguantó asedios durante el siglo XV.
Durres y su relación con Navarra
Por la tarde, deshaciendo el camino transitado en el mini bus, dejo Kruja para acercarme hasta Durres, la ciudad costera por excelencia en las cercanías de Tirana, siendo la segunda población más importante del país tras la capital. Sus costas son de las más concurridas, donde como en el resto del país predominan gentes que quieren salir de Tirana a disfrutar de las playas, e italianos que se acercan desde su país debido a la proximidad y los precios más bajos de Albania. Pero no todo en Durres son playas, paseos y chiringuitos costeros, alberga a su vez ruinas romanas y fortificaciones bizantinas. Por algo se trata de la ciudad más antigua del país.
La población original fue fundada por los corintios en el siglo VII a.C. denominada Epidamnos. Siglos más tarde pasó a depender del reino ilirio y los romanos la denominaron Dyrracium desde el año 228 a.C., (Colonia Julia Augusta Veneria Dyrracium). Como otras ciudades albanesas, durante la Edad Media fueron varios los pueblos que la invadieron y gobernaron, bizantinos en varias ocasiones, búlgaros, normandos, caballeros cruzados o serbios. Pero lo que llama la atención es la presencia navarra en Durres. Una expedición navarro-gascona tomó la ciudad en 1376. Luis de Evreux, conde de Beaumont-le-Roger y hermano menor del rey Navarro Carlos II se casó con Juana de Anjou, hija y heredera de Carlos, segundo duque de Durazzo (como era conocida la ciudad entonces) y candidato al trono de Nápoles. El mismo año que la expedición conseguía recobrar la ciudad de manos de Karl Topija (ayudado por los venecianos), Luis de Evreux muere, Juana se casa de nuevo, esta vez con Roberto de Artois, y el compromiso de fidelidad a Albania se pierde, abandonando la presencia navarra la ciudad de forma definitiva.
A principios del siglo XVI pasaría a manos otomanas, durante la primera guerra mundial a manos primero italianas y más tarde austrohúngaras, siendo capital de Albania entre 1914 y 1920. Se hizo popular a finales del siglo XX al tratarse del principal centro de emigración ilegal hacia Italia.
Destaca en la ciudad el anfiteatro romano, construido en la época de los emperadores Antoninos (siglo II d.C.), con una capacidad de entorno a los 20000 espectadores. Fue abandonado durante los siglos VIII al IX para más tarde construir en su recinto un cementerio y una capilla bizantina. Lo bueno de la ausencia de turistas es que puedo sentarme a contemplarlo en la soledad de un día abrasador de verano. Una de las antiguas construcciones arquitectónicas más grandes, no sólo de Albania sino de los Balcanes, y sin embargo no coincido con ningún otro visitante.
Tras un breve descanso, en las proximidades del anfiteatro, y bajo un intenso sol, paseo bordeando los restos de los muros bizantinos llegando hasta el lugar donde estuvieron ubicados el teatro, el foro y las termas romanas. Y para terminar mi visita por el centro de la ciudad, me acerco hasta el cementerio de los Mártires. No hay visita completa a un lugar si al menos no visito un cementerio. Cosa un tanto rara hace unos años, pero de lo más normal en estos días. Al menos ya nadie se sorprende cuando pregunto por la localización de algún camposanto, ya sea antiguo o en funcionamiento.
Tras disfrutar de los restos de su antiguo pasado, comienzo la búsqueda de los restos dejados por el paranoico dictador Hoxha. Paseo por sus playas en busca de unos búnkers que no llego a localizar. Es mediodía y el calor ha terminado por achicharrarme y dejarme en un estado de extenuación física y mental. Pienso que voy a ser incapaz de dar con ellos, y nadie a quien pregunto parece conocer su existencia. Al final hallo algunos en las proximidades, pero creo que no son los que tenían en mente. Posiblemente aquellos raros que andaba buscando estarán por las playas de los alrededores y no en la ciudad, algún día tendré que volver a ver si los encuentro. Fui en busca de búnkers en las playas de Durres y me marchaba con una lección de historia que incluía la presencia de Navarra en la ciudad.
Las murallas de Elbasan
Mi última visita por las ciudades cercanas a Tirana sería Elbasan a la mañana siguiente. Una ciudad con barrios construidos de forma moderna en los últimos tiempos, pero que conserva un poso antiguo. Entra las construcciones que se mantienen en pie desde hace siglos destaca su muralla, construida sobre ruinas de otras fortificaciones romanas y bizantinas. Sería el soberano otomano Mehmet II quien le cambiaría el nombre a la ciudad pasando de ser Skampini a Eli-Bashan. Busco el significado de dicho nombre en turco y encuentro varias traducciones entre las que destacan las de “opresor”, “puse la mano” o “la fortaleza”. Como de turco nada sé, me quedaré con el nombre Elbasan simplemente.
Cruzo por la puerta del Bazar para recorrer y conocer el interior de las murallas, y allí encuentro a escasa distancia la mezquita Real, construida en el siglo XV, y a pocos metros la iglesia ortodoxa de Santa María, levantada dos siglos más tarde. Un barrio antiguo muy bien conservado con aroma a tradición, con gentes sin prisa y casas decentemente cuidadas. Un barrio antiguo de los de toda la vida donde dejarse llevar sin prisa saboreando cada uno de sus rincones.
Llega la hora de volver a Tirana y, de camino hacia el autobús que me habría de llevar de nuevo a la capital, encuentro unos baños turcos tradicionales. Baños que ya no están en uso y que han terminado convertidos en restaurante. Quizá no sea la forma ideal de mantener antiguos monumentos en buen estado de conservación, pero sin duda es una forma de que no se pierdan a la vez que se les da un uso. Quién sabe si alguna vez algún descendiente de los Bush se acerque hasta allí a degustar la comida albanesa.
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