Su situación en una posición privilegiada, en un lugar de paso hacia Andalucía desde Levante o desde la meseta, la ha permitido que se produjera en la ciudad un intercambio cultural entre diferentes civilizaciones. Es posible que los primeros hebreos que vivieron en Jaén convivieran con romanos y visigodos, con musulmanes, y por supuesto con cristianos.

La antigua judería ocupaba lo que en la actualidad se conoce como barrio de Santa Cruz. Un entramado de calles, que a poco que dejemos volar la imaginación mientras las recorremos, nos trasladarán a tiempos lejanos. Unos tiempos en los que llegaron a habitar más de 300 familias judías.

Tuvo la judería jienense carácter de aljama, por lo que debía contar con aquellas normas particulares que regían la vida de los judíos de la población, además de tener sus edificios comunales como la sinagoga o el baño ritual o micvé. Para poder seguir los preceptos judíos, en el barrio habría una o más tabernas (donde servirían vino kosher), al menos un horno de pan y carnicerías propias del barrio para suministrar a una población que posiblemente alcanzaría las 1500 personas.

«Las huellas de quienes anduvieron juntos nunca podrán borrarse”

Paseo por el barrio fijándome en los evocadores nombre de las calles: callejón del Gato, calle del Rostro, Remojado, del Pescao o calle de Santa Cruz se van sucediendo en mi caminar. Se entremezclan estrechas calles, con otras además de angostas, empinadas. Una red de vías que nos muestran una porción importante de la historia de la ciudad. Una historia que los judíos ayudaron a forjar durante los doce siglos que habitaron en Jaén. Que bien pudieron ser algunos más.

El ambiente de la antigua judería sigue presente en todo el barrio, siendo varios los edificios o localizaciones que destacan. Así, encuentro la iglesia de San Andrés, situada en lo que hace siglos fue una sinagoga. Llego justo antes de que comience la misa y pienso que, total, lo importante es el rezo y la creencia de cada uno, que lo mismo da que sea sinagoga o iglesia, si los feligreses seguramente persigan algo parecido. Al contrario que el templo convertido pero aun en uso, en el palacio de Villadompardo me sumerjo en los baños árabes que alberga su interior, y que durante el siglo XIII eran utilizados tanto por judíos como por cristianos, eso sí, en días y horas diferentes; los judíos los viernes, día previo al sabbat. Más actual y moderna es la menorá que luce en la plaza de los Huérfanos; monumento que se levantó en memoria de los judíos que fueron expulsados de la ciudad. Una doble inscripción en castellano y ladino nos recuerda que “las trasas de ken anduvieron endjuntos nunca podrán ser albaldadas” («Las huellas de quienes anduvieron juntos nunca podrán borrarse”).

Los barrios y las ciudades tienen sentido por aquellos que los habitan. La inmensa mayoría gentes anónimas que dejan el poso de su existencia pero que con los años, y mucho más con los siglos, nadie recuerda su nombre. No más importantes, pero si más conocidos, son algunos de los personajes que por algún motivo, razón o circunstancia, pasaron a ser populares. Isaac ibn Ezrá, además de fundar una sinagoga en la ciudad y ser mecenas de artistas locales, era el padre de Hasday ibn Shaprut (médico, botánico, poeta y primer judeoespañol que destacó en la historia de la Península Ibérica siendo un destacado cortesano de dos califas cordobeses) nacido en Jaén y uno de los grandes promotores de artistas judíos locales de la época. La casa de los Ibn Shaprut es uno de los puntos emblemáticos de la judería ya que se trataba de una de las familias judías más importantes de la España Medieval. Por una razón más triste fue conocido Alonso de Escalante. Se trató del primer judío quemado en América y era oriundo de Jaén. También en América, el capitán Diego de Palomino, descendiente de judo conversos, fundó la ciudad de Jaén de Bracamoros en Perú.

Micaela, la más antigua del barrio

Mientras me dejo llevar por el barrio pensando en los personajes judíos ilustres de la ciudad, me cruzo con Micaela. Me explica cómo era el barrio hace unas décadas, lo cambiado que está y cómo puede que ella sea la persona que más tiempo lleva viviendo allí. Exactamente desde que nació, 7 años antes de que empezara la guerra. Las gentes ilustres son las que recuerdan los libros, pero las personas que crean los barrios son gente como Micaela. Si hay una cosa que me llevo con alegría de mis visitas a las juderías son los encuentros con los habitantes actuales de esos barrios, de su orgullo por seguir habitándolos.

La presencia judía en Jaén se remonta a unos tiempos sin definir. Aunque hay constancia de que habitaron en la ciudad desde el año 612, seguramente fuese mucho antes de esa fecha. Fueron parte de la ciudad durante muchos siglos, hasta que al igual que en la mayoría de las juderías de otras ciudades, tras las graves persecuciones de 1391, comenzaron a abandonar la ciudad o a convertirse al cristianismo de forma masiva. Su barrio, donde se quedaron a vivir, pasó a ser un barrio jadeo-converso y a denominarse Santa Cruz.

La población del barrio seguía en su mayoría conservando en secreto sus tradiciones y prácticas religiosas. Sólo aparentaban ser cristianos. Transcurrieron los años y este “secreto” no pasó desapercibido para los gobernantes ni para las élites religiosas, quienes implantarían los tribunales de la Inquisición en la ciudad en 1483, además de ser ese mismo año cuando se ordenase la expulsión de los judíos de la ciudad, casi una década antes que en el resto de la Península. Se trataba del tercer tribunal más importante de la península tras Sevilla y Córdoba.

La Inquisición en Jaén y sus (fatales) «consecuencias»

Es de suponer que aunque no entrasen a rezar los judíos pasean casi a diario por los alrededores de la catedral, una de las más peculiares que podamos encontrar. En su interior, en una de sus capillas, se exponían los sambenitos de los condenados por la Inquisición. Es en la fachada exterior donde encuentro una representación de los judíos como pueblo maldito, pidiendo llegar a salvarse mediante el bautismo y la fé católica. Sería la plaza de Santa María, donde se halla la catedral, uno de los lugares donde se desarrollarían los Autos de Fe del Tribunal de la Inquisición de Jaén.

Salgo de la plaza por la calle Maestra, y al poco me topo con el “Cristo del Amparo”. Cristo, que según cuenta la leyenda, se apareció en ese mismo lugar en el momento en que un grupo de judíos intentaba profanar una procesión que se dirigía a la catedral. Es esta calle Maestra lugar de comercios en la actualidad, como comercios judíos había en la época en que habitaban en la ciudad.

Los callejones que salen de la calle principal, o las calles que minutos después confirman que se ha llegado a la judería, destilan historia y belleza a partes iguales. Pero si hay un lugar donde se pueda constatar aquello de las Tres Culturas, es sin duda la plaza de la Magdalena. Emplazamiento donde encontramos la iglesia de la Magdalena y también la fuente del mismo nombre. Manantial de aguas milenario y donde dice la tradición o leyenda, que habitó el popular Lagarto de la Magdalena (“Malena”). Narra el mito que un enorme dragón tuvo asustada a la población durante muchos años, hasta que un pastor, mediante argucias, consiguió que ingiriese una sustancia explosiva que hizo que reventase. Leyenda popular con posibles origines indo-mesopotamicos, y quizá traída hasta Jaén por comerciantes judíos.

Es la judería de Jaén una joya patrimonial prácticamente desconocida. Un lugar con un poso a pasado. Hace siglos que los judíos fueron expulsados, y con ellos desaparecieron sus costumbres y ritos. La huella quedó y se siente un barrio con alma. Además, de alguna manera, se expandió el nombre de la ciudad por el mundo. Entre aquellos expulsados del país encontramos los que conservaron apellidos con tradición de Jaén, apellidos con el nombre de la ciudad en sus diferentes variantes en ladino, Djaen, Djain o Kaen. Un apellido unido a un lugar. Una ciudad unida a un pueblo. Un pueblo que fue expulsado, marchándose de forma obligada, dejando sus casa, su hogar y su patria.