Veo a Skanderberg mirar con orgullo y satisfacción la plaza que lleva su nombre. Desde lo alto del caballo la vista debe ser extraordinaria. El héroe nacional, con la bandera albanesa ondeando a su vera, ha sido testigo del espectacular lavado de cara que se ha producido en la plaza central del país. Un espacio (sorprendentemente) transformado, abierto para que lo puedan disfrutar las personas. Tirana, y los albaneses, pueden presumir de una de las plazas más habitables del mundo.
Lugar caótico, atestado de coches y ruidos en mi primera vista. Zona peatonal, acogedora, con espacios verdes y fuentes para refrescar los altas temperaturas del verano, al año siguiente. El caos que gobernaba la plaza había dejado paso a un oasis sin humos. Unos humos que se han convertido en agua. Un agua que es la alegría y el jolgorio de los niños. Un agua que refresca a los mayores. Los automóviles habían mutado, árboles y agua gobernaban el lugar. Pocos lugares han cambiado tanto en un año como lo hizo la plaza principal de Tirana.
Una plaza remodelada
Plaza Skanderberg que pertenece a todos los albaneses, y en la que se pretende que todos estén representados. La plaza (posiblemente) más grande los Balcanes, fue pavimentada con losetas de piedra provenientes de cada uno de los rincones de Albania. Se trataba de representar la unidad nacional. Que todos y cada uno de los albaneses se sintieran reflejados en ella. Plaza que ahora es el orgullo no sólo del héroe que vemos montado a caballo sino de (casi) todos los albaneses.
Caminando y descubriendo la capital albanesa, vayas donde vayas, terminas llegando a la plaza principal de la ciudad. Al centro no sólo de Tirana, sino del país. El barro ha dejado paso a la piedra. El tráfico y los ruidos, a los habitantes y la conversación. Los edificios emblemáticos que rodean la plaza, aun siendo los mismos que antes de la remodelación, lucen diferentes.
No tan antigua como otras capitales europeas, Tirana, poblada desde la antigüedad, fue fundada en el siglo XVII por un general turco (Barkinzade Süleyman Paşa). Poco a poco fue ganando en importancia debido al comercio y al paso de las caravanas. En 1920, tras la independencia del país, fue elegida capital de Albania. Tan cerca de otras capitales europeas y sin embargo tan diferente. Es un cierto toque surrealista lo que la hace mucho más que atractiva. Sin duda la Plaza Skanderberg es su lugar más emblemático y destacado.
Museo, ópera y mezquita
El Museo Nacional de Historia, con sus exposiciones y su “recuerdo” del paranoico dictador Hoxha, es uno de los emblemas de la ciudad pero ni mucho menos el único de la plaza. Destaca por el popular mural donde queda representada la marcha de la historia albanesa. Sin duda un buen comienzo para descubrir la plaza central de Tirana.
Por su significado y su historia, una de las edificaciones más significativas de la plaza es su coqueta mezquita Et´hem Bey. Se trata de uno de los pocos edificios otomanos que quedan en la capital. Cerrada durante los años regimen comunista, está en funcionamiento en la actualidad. Templo religioso que recibe a los visitantes con alegría, amabilidad y que esconde unos frescos sorprendentes por lo inusual de los mismos en las mezquitas.
Justo a su lado, subo hasta la alta torre del reloj, desde la que quedarse pasmado contemplando la plaza y sus gentes. Pocos miradores tan bonitos en Tirana. Hay atardeceres que no se olvidan. Ver las gentes pasar y disfrutar por la plaza Skanderberg desde lo alto de la Torre del Reloj es una gozada.
Otro de los edificios destacados de la plaza es el Palacio de la Cultura, donde se encuentra el Teatro Nacional de la Ópera. Para aquellos que no se conformen con verlo desde fuera, hay una buena noticia. Las entradas a la ópera son asequibles, sobre todo comparadas con otros países.
Los alrededores de la plaza tienen un toque italiano, ya que durante el reinado de Zog (entre 1928 y 1939) fueron empleados arquitectos italianos para la planificación de la ciudad. Edificios ministeriales construidos durante el breve control de Mussolini de la ciudad. Aunque no en la plaza misma, encontramos muy próximos algunos de los edificios más extravagantes y peculiares de la capital y del país.
Pirámides y búnkers en Tirana
Oímos hablar de pirámides y pensamos en Egipto. Resulta que la capital albanesa luce una un tanto peculiar: la popular y controvertida “Pirámide de Tirana”. Construida como museo conmemorativo del dictador Hoxha, se encuentra a la espera de tener una función que contente a la mayoría (quizá a estas alturas ya se haya decidido su futuro). En mis visitas la función principal era la de tobogán. Menores, y no tan pequeños, suben sus paredes y se dejan caer deslizándose.
Si la pirámide aparece como algo extraño en la capital albanesa, no menos lo son sus búnkers. Pocas cosas muestran mejor la paranoia de Hoxha que su construcción por todo el país en previsión de un ataque nuclear por parte de algún país extranjero (o quizá de marcianos, quién sabe). En la actualidad dos de ellos se han convertidos en centros de arte y de recuerdo de la época de la dictadura.
El primer Bunkart se sitúa a las afueras de la ciudad, y el segundo a pocos metros de la plaza principal. Se trataba de lugares seguros ante un ataque e invasión. Eso sí, refugio que sólo serviría para la clase dirigente. El pueblo se quedaría fuera. Un pueblo que ahora puede disfrutar de ellos.
Bunkart2, abierto al público en 2016, era el antiguo búnker antinuclear del Ministerio de Interior. Construido en los años 80, se trata de una estructura con más de 20 habitaciones, un apartamento para el ministro y un auditorio entre otras muchas dependencias. Se pretende a través del nuevo uso que se le ha dado, preservar la memoria colectiva. Recorriendo sus dependencia vemos la historia de la policía política albanesa, “Sigurimi” y nos hacemos a la idea de la atrocidades cometidas. Lo bueno es que la vida a veces nos sorprende para bien. Hoy el bunker es un museo dedicado a las víctimas del terror comunista implantado por Hoxha. Lo que son las cosas.
Lo bonito de las plazas en las ciudades es que puedan ser disfrutadas por los transeúntes. Que sean lugar de convivencia y encuentro. Pocas plazas han cambiado tanto, y para bien, en los últimos años. Pocas ciudades nos muestran cómo se pueden reinventar para mejor. Pocas capitales nos ofrecen una mezcla de estilos como lo hace Tirana. Lo que en otras ciudades sería un sinsentido, las extravagancias de la capital albanesa las percibo como lo más normal del mundo. Incluso la presencia de Teresa de Calcuta.