Desde poco después del comienzo de los tiempos, resuena el eco arcaico y mágico de los cencerros por el Alto Bidasoa de Navarra. Los pueblos de Zubieta e Ituren celebran sus carnavales a comienzos de año (por lo general el lunes y martes siguientes al último domingo de enero), adelantándose a otros lugares, y lo hacen en medio de la naturaleza. Un viejo rito que se repite año tras año. 

Aparecí en Zubieta un poco por casualidad y con mucha curiosidad. Había leído hace algún tiempo que en dos pequeñas localidades de Navarra se celebra un carnaval rural impresionante, de los que quedan guardados en la memoria una vez se visitan. La llegada al albergue, donde me alojaría, sería más que acogedora. La chica que lo gestiona, creo que de nombre María (discúlpame si me equivoco) hace que desde el primer minuto me sienta estupendamente, lo mismo que los días posteriores. 

Los joaldunak (y otros elementos del carnaval)

Como ocurre con otros carnavales rurales, no se sabe con certeza cuál fue el comienzo de los mismos. Vemos similitudes con otras celebraciones en las que las máscaras y los cencerros son parte fundamental de las mismas. Podría su origen estar en ritos ancestrales unidos al cambio de ciclo, al cambio estacional, dejando atrás el invierno, y saludando la llegada de la primavera.

Sin duda alguna los personajes principales de los carnavales de Zubieta e Ituren son los “joaldunak” («los que portan los cencerros”) en los que destacan su gorro cónico, los cencerros y los látigos. Unos elementos característicos que traen consigo una función y significado. Los látigos se usaban para asustar, y ahuyentar, a aquellos animales que podrían atacar, y también para golpear (acariciando) la tierra, despertándola de su letargo invernal. El despertar de la naturaleza, el ahuyentar a los animales y malos espíritus, se realizaba además con el sonido estruendoso de los cencerros (de un peso considerable). Por último destaca, y sobresale, un característico gorro cónico de vivos colores, que hacen a los joaldunak reconocibles y únicos. Por su parte, bien pudiera ser que las enaguas que visten, simbolizasen las fuerzas femeninas de la naturaleza.

Me encuentro con ellos por primera vez mientras se visten en Zubieta. Es media mañana del lunes y antes, a primerísima hora cuando el sol todavía no está en lo alto, algunos de ellos ya habían recorrido el pueblo recogiendo viandas que luego serán servidas en el almuerzo. Un almuerzo de pueblo que, para la gente acostumbrada a desayunar en la ciudad, nos resulta agradablemente sorprendente. Y abundante. El día será largo, y el vino y las calorías consumidas me ayudarán a llevar mejor la jornada, a no desfallecer.

Visitas a Zubieta e Ituren

Una vez vestidos, almorzados y con las energías a rebosar, marcho con los joaldunak hacia Ituren. Tres quilómetros de distancia separan los dos pueblos, recorrido que hacemos caminando pasando por el barrio de Aurtiz. Lo realizan los joaldunak en un desfile al ritmo que marca uno de ellos a toque de cuerno. Un desfile que llega a hipnotizar. Un estruendo generado por el sonido de los cencerros que despertará con todas seguridad a la naturaleza (y a quien todavía a esas horas esté durmiendo).

El martes los vecinos de Ituren devuelven la visita del día anterior. La marcha nos recuerda a nosotros, y a la naturaleza, que el cambio de ciclo está próximo. Que el invierno está pronto para llegar a su fin. Que la tierra se va a desperezar en breve. Que la vida va a volver a brotar de la tierra.

Llegamos a Ituren, donde además de los desfiles, reparten estiércol a diestro y siniestro. Como no podía ser de tora forma, me llevo mi porción. Gajes de las visitas rurales. Se terminará por secar, y además no huele tan mal. El que no se quiera manchar, siempre se puede quedar en casa. 

El ritmo acompasado, y los movimientos rítmicos de los joaldunak, invaden Ituren como antes habían llenado las calles de Zubieta y las del barrio de Aurtiz. Sonidos de cuernos, y unos ecos de cencerros al unísono que llegan a cautivar, a hipnotizar después de horas acostumbrados a ellos. Un desfile en dos hileras (unos 90 joaldunak) que realizan con movimientos acompasados provocando un sonido al unísono.

Parajes tranquilos y explosión de fuego

Las visitas a las dos localidades me muestran un paraje único, que llega a ser mágico por la presencia del carnaval, por los sonidos de los cencerros y por sus personajes característicos. Descubro que, además de los joaldunak, hay otros elementos en el carnaval como el oso, o hartza, y otras bestias. Todo parece tener su simbología, mostrando al oso despertado de su letargo invernal. 

Mis días por los bellos y tranquilos parajes del Alto Bidasoa van terminando. El carnaval esta apunto de llegar a su fin pero falta una última sorpresa. Asisto en Zubieta durante varios minutos a una sorprendente explosión de fuego. Se queman colchones, muebles e incluso un coche viejo e inservible. Un fuego purificador que nos ayudará a comenzar una nueva temporada de forma más fructífera. Ahora sólo queda esperar un año a que vuelvan a resonar los cencerros por estos tranquilos parajes navarros.