Si hay una fiesta subversiva durante el año, ésa es el carnaval. Una fiesta en la que las costumbres se relajan, los roles se invierten y uno puede reírse prácticamente de todo lo que le venga en gana. Y si hay una provincia donde se celebren los carnavales de una forma más genuina, ésa es Ourense. Se podrá llamar Entroido, Antroido o Introido. El nombre es lo de menos, lo importante es la celebración. Una celebración que aunque tiene sus raíces en una época más que lejana en el tiempo, sigue disfrutando hoy día de una salud como ninguna otra fiesta.
El carnaval se viene celebrando desde fechas desconocidas. Los orígenes del Entroido son confusos y se remontan a mucho antes de lo que podamos imaginar. Orígenes inciertos, misteriosos, sin nada concreto o cierto que podamos afirmar de los comienzos de estas fiestas que ponen el mundo al revés. Hay informaciones sobre cómo ya en la Edad Media durante unos días se producía el desahogo, la suspensión de los controles sociales, el culto a la comida, a la bebida y al sexo. El Entroido tiene cientos de años de existencia, pero poco sabemos de cómo empezó o si empezó desde cero. Lo más probable es que fuese recogiendo elementos de otras fiestas, incluso precristianas, de fiestas romanas como los Saturnales en las que había danzas y enmascaramientos, o Lupercales con sus máscaras zoomórficas, o de fiestas celtas como el Imbolc. Puede que también haya una herencia de los ritos ancestrales de fertilidad y de expulsión de los espíritus malignos, pero quizá no sea lo fundamental.
Los carnavales son las fiestas ancestrales más importantes, y en muchos pueblos de Ourense siguieron celebrando sus Entroidos incluso durante la prohibición del franquismo. Se ve que al Caudillo no le gustaba tanto cachondeo, tanta incitación al gozo carnal y tanto reírse de la autoridad. Gustarle, gustarle, me temo que no le hace gracia a ningún poderoso y siempre ha sido mirado con desconfianza.
Los carnavales orensanos combinan elementos de diversa índole, combinándose en muchos casos los diferentes rituales del carnaval: rituales cósmicos, de fertilidad, de inversión social u ostentación. Son fiestas que igualan a la gente, que eliminan tensiones, liberan energía (sobre todo negativa) y refuerzan la comunidad y sus lazos. Así podríamos decir que los carnavales son un fin en sí mismo. Ya sea en las ciudades o en el campo (fundamentalmente) durante los días de carnaval se repiten rituales seculares, se transgrede el orden habitual de las cosas y de los valores, y sobre todo se trata de pasarlo bien, donde los de arriba y los de abajo se igualan como no sucede en ninguna otra época del año.
Hay costumbres que tienden a desaparecer y agonizan, sin embargo el carnaval está más vigente que nunca y el misterio de las máscaras sigue gozando de gran popularidad. Máscaras que desde el origen de los tiempos han sido de gran importancia. Máscaras que han servido en todas las culturas ancestrales para invocar a seres superiores. Máscaras que poseen poderes mágicos.
Entroido en Verín, Xinzo de Limia y Laza
Como es imposible recorrer los cientos de pueblos que celebran los carnavales durante esos días, en esta primera visita a los carnavales orensanos, decido acercarme a los de Verín, Laza y Xinzo de Limia. Quizá los haya mejores, o más auténticos o más antiguos pero los tres me fascinan. Los cigarrons de Verín, figura quizá basada en los cobradores de impuestos, con sus coloridos y pesados trajes, sus máscaras de madera, sus chocas alrededor de la cintura y su fusta recorriendo la ciudad (tarea ardua debido a los más de 20 kilos de peso del traje). Las pantallas de Xinzo, quizá inspiradas en demonios para espantar a los ladrones, con sus trajes y vejigas hinchadas que al golpear producen miedo en los viandantes. O los Peliqueiros en Laza que serían un personaje similar al cigarron. Pero si hay algo que me sorprende es el “luns borralleiro” en esta localidad. Quizá sea Laza donde se celebren los carnavales más ancestrales y vernáculos de todos. Y es sin duda la localidad más rural de las que conforman el triángulo mágico del Entroido Ourensano. Durante el lunes se sucederán guerras de trapos empapados en barro, la bajada de “la Morena” (hombre transfigurado en vaca), temporales de harina (que cubren de blanco a personas y edificios, cosas de la purificación, supongo) y lanzamientos de hormigas acompañadas de tierra y vinagre, recogidas del campo y enfurecidas para lograr el objetivo de picar a quien sea su acompañante durante algún momento de la fiesta. Cuestión de suerte y prevención. Hormiga con gusto no pica podrían decir los menos afortunados que descubrieron hormigas bajo sus ropas.
Las fiestas se llenan de color. Color en las calles. Color en los trajes. Color en las máscaras. Será que emoción y color van de la mano. Será que la primavera está al caer y con ella la explosión de la vida. Sea lo que fuere durante estos días la gente trata de olvidar sus penas, disfrutar el momento y no pensar en nada más que en el goce. Cuanto más mejor.
“Quien dice Carnaval, lo dice todo” J.C.Baroja
1 comentario