Mi primera experiencia en el Entroido, en lo que denominan el Triángulo Mágico orensano, me había dejado con ganas de más. Con ganas de continuar descubriendo los carnavales orensanos, sobre todo los más rurales, aquellos que quizá no son tan conocidos y que salen menos en los medios pero que guardan la esencia en un estado más puro. Esta vez lo tenía claro, mi destino sería la Sierra de San Mamede.

Los felos

El Entroido gallego tiene algo de especial, y especiales son los felos, personaje central y principal del Entroido de Maceda. Un personaje que es sinónimo de máscara y que puede provenir, según Santiago Prol, del término germánico “fillón” que indica azotar. Felón y felonía estarían vinculados a la rebelión del vasallo contra los señores feudales. Uno de sus orígenes podría estar en el medievo cuando los vecinos paseaban de aldea en aldea satirizando al señor feudal.

El felo, al igual que sus “hermanos” peliqueiros o cigarrons, tiene un aura de misterio, de enigma. Se les puede considerar un símbolo de resistencia, de poder hacer durante unos días aquello que tenemos prohibido durante el resto del año. Es el felo de espíritu anárquico que poco a poco se ha ido amansando. Cosas de los tiempos. Dice Emilio Arauxo que el entroido es una utopía que resume la idea del mundo reconciliado.

Aunque adaptado a los tiempos, quien ha portado o porta la máscara siente algo especial. Hay quien dice que el felo se trata de un personaje más antiguo que sus primos de Verín o Laza, pero eso es lo de menos. Su vestimenta, aunque similar, se diferencia en algunos detalles como las medias negras que lucen en lugar de blancas y sus borlas de diferentes colores. Se podría considerar al felo como un personaje más rústico.

Una poetisa sueca en Maceda

Se nota el cambio de los tiempos en que ya no son sólo solteros aquellos que lucen las máscaras. En la actualidad también lo visten los niños y alguna mujer, caso de la poetisa sueca Helena Eriksson (quien por esas cosas de la vida se enamoró del entroido y del personaje), que se ha vestido de felo en diversas ocasiones, cosa impensable hace algunas décadas.

La riqueza de la vestimenta de los felos es increíble. Camisa blanca, corbata, chaquetilla, medias negras, pololos, una especia de colcha alrededor de la cintura que ayuda a amortiguar los golpes de la chocas al moverse, y sobre todo, la careta de madera y lata pintada con motivos animales. El felo es esencialmente es un ser rebelde que intimida a la gente con un bastón. Se trata del último vestigio del carnaval por la Sierra de San Mamede. La autoridad del entroido.

El felo impone respeto, da miedo. Se le puede insultar pero nunca tocar ni intentar quitarle la máscara. Una máscara que se aconseja pintar con animales típicos de la Sierra de San Mamede. Además de la máscara, el felo se caracteriza por las chocas o cencerros, y por el bastón que utiliza para atemorizar a quienes con él se cruzan, además de para intentar levantar la falda de las mozas, costumbre ésta que poco a poco va desapareciendo.

Se divierten los felos, y yo con ellos, recorriendo a pie pueblos y sierra, haciendo sonar sus pesadas chocas. Las tradiciones han ido cambiando con el paso del tiempo. Ya no recorren las aldeas de noche, ni necesitan el sonido de las chocas para ahuyentar a los lobos. Las máscaras a veces descansan y ningún felo (o al menos eso creo) se pasa la semana entera, con sus noches y sus días, con el traje de felo de aldea en aldea.

Hace algunos años las casas debían permanecer abiertas para que los felos pudieran entrar a beber, comer o descansar, pero en la actualidad la comida, la bebida y el descanso están (más) organizados. No se entra en casa de nadie (a no ser conocidos) y hay lugares donde disfrutar de las viandas que los vecinos ofrecen con orgullo. Viandas que no sólo disfrutan los felos sino también aquellos que les acompañamos.

Por la sierra de San Mamede

Durante sábado y domingo recorrí con los felos la sierra disfrutando de pueblos como Pías, Castro de Escudero, Santirso, Zinzo da Costa, Celeron, Barxela, Vilar de Cas, Carguizoi, Vilardecas, Sarreaus, Tiora y Maceda. Pero sobre todo, tuve la suerte de poder alojarme en “O Lar dos Felos”, de vivir el Entroido desde dentro, y de que Asunción y su familia me tratasen con mucho cariño. Por si fuera poco, la gastronomía de la zona con su grelos, sus chorizos y demás embutidos, el cabrito o sus bicas, hacen que el Entroido sea algo mucho más que placentero.

Disfrutamos del entroido pero no sabemos ciertamente sus raíces, unos orígenes que hay que buscarlos en una mezcla de las fiestas paganas de la protohistoria, donde predominaban las sociedades tribales, los totems y los ritos de fecundidad o iniciación, unidos a celebraciones romanas, con toques precristianos como el culto al vino y al placer, y finalmente con las connotaciones religiosas del medievo. Estas mezclas dan como resultado los carnavales orensanos tal y como lo conocemos hoy.

No sólo en los días que dura el carnaval se pueden escuchar los ruidos de los felos, ya desde comienzos de año se oyen sus aullidos anunciando su llegada. Sonido que va acompañado del ruido de las chocas. Unos sonidos que acompañan al felo en su deambular por la sierra de San Mamede. Una sierra que poco a poco se va despoblando, lo que afecta al entroido. Pueblos que recibían la llegada de los felos con alegría gozo y estruendo, apenas cuentan con varios vecinos que siguen esperando su aparición. Cada vez son menos pero se esfuerzan en recibir a tan importantes visitantes, y a sus acompañantes, con comida, bebida, y sobre todo con alegría, para hacer el recorrido por la sierra mucho más agradable.