El amor de Peter Gabriel por las músicas del mundo le llevó en los años ochenta a crear un festival, el WOMAD (World of Music, Arts and Dances), que se celebraría en diferentes partes del planeta. Se trataba de fomentar y enseñar al mundo las diferentes culturas partiendo del idioma universal que es la música. En 1992 llega a España, a la monumental ciudad medieval de Cáceres. 

Origen de Cáceres y conquista cristiana

Para encontrar los primeros asentamientos hay que llegar hasta la prehistoria, pero sería en época romana cuando se originaría la ciudad como tal, siendo fundada la colonia Norba Caesarina en memoria de Julio César. Ubicada en un elevado punto estratégico desde el que poder controlar a los posibles enemigos a grandes distancias. Al mismo tiempo era un enclave situado en la Vía de la Plata, uno de los más importantes caminos en época romana. 

Siglos más tarde serían los árabes los que disfrutaran de su magnifica situación y se establecerían en la frontera entre Al-Andalus y Castilla. La denominarían, según algunas fuentes árabes, hisn Qasr As. Finalmente Alfonso IX la conquistaría el día de San Jorge (pasaría a ser el patrón de la ciudad), el 23 de abril de 1229. Tras la victoria cristiana la ciudad se irá poblando con gentes provenientes de varios lugares de la península como Castilla, Galicia o Asturias. 

Como no podía ser de otra forma, una leyenda nos narra cómo el rey Alfonso IX conquistaba la ciudad a los musulmanes. El monarca castellano pedía la rendición del caíd alhomade para evitar un derramamiento de sangre. Dicho requerimiento fue entregado por un capitán de confianza del monarca, oficial del que se enamoró perdidamente la hija del gobernador musulmán. Poco a poco comenzaron a encontrarse, reuniones a las que la seducida princesa llegaba por pasadizos subterráneos que unían el alcázar con el exterior de las murallas. 

Dice la leyenda que el amor del capitán no era en realidad tal, sino una trampa. Un día descubrió el pasadizo por donde ella atravesaba para acudir a las citas y preparó el asalto al alcázar. El líder musulmán, antes de morir en batalla y sintiéndose traicionado, maldijo a su hija y la convirtió en gallina, y a sus doncellas en polluelos, haciéndolas vivir eternamente en galerías subterráneas secretas de Cáceres. Una vez al año, cada víspera de San Jorge, deben salir deambulando por las calles sin que nadie las vea. Si alguien tiene la suerte de encontrarse con ellas, afirma la leyenda que el resto de su vida estará lleno de riquezas. De momento, en casi ochocientos años, nadie las ha vuelto a ver. 

El extraño Arco de la Estrella   

Recorro la Plaza Mayor y entro en la zona monumental de Cáceres atravesando el Arco de la Estrella, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Al penetrar en la zona antigua tengo la sensación o bien de estar en plena Edad Media, o de entrar en el escenario del rodaje de una película histórica. 

Las calles estrechas de suelos empedrados, los torreones, los palacios, las iglesias, las casas nobiliarias y el color ocre que impregna todo me trasladan a tiempos medievales. Voy imaginando que en breve comenzarán a pasar a mi lado caballeros con lanza montando sus rocines, príncipes con su séquito, obispos en carruaje o monarcas con corona. Todavía es temprano y la gente comienza a dirigirse camino a sus quehaceres diarios, es entonces cuando me doy cuenta que no es un escenario sino una ciudad con vida propia, y que no me cruzaré con ningún rey, ni siquiera emérito. 

En 1477 se abrió la Puerta Nueva que comunicaba la Plaza Mayor con la parte antigua de la ciudad. Puerta que atravesarían Isabel de Castilla y Fernando V, rey de Aragón, cuando fueron a jurar los fueros. La ciudad fue ganando importancia y dinamismo y la puerta quedó obsoleta, sobre todo para los nuevos carruajes de la nobleza. 

En 1726 Bernardino de Carvajal, regidor de la ciudad, mandó derribar la Puerta Nueva y levantar un arco (encargado a Manuel Larra de Churriguera). Se comenta que el regidor encomendó la construcción pensado en el acceso a su palacio (Moctezuma), próximo al lugar. Con este arco especial se facilitaba el acceso de los carruajes de los nobles, para que pudieran entrar sin necesidad de hacer maniobras. El Arco de la Estrella, girado hacia un lado y abriéndose en diagonal, es una entrada de lo más artística. Uno de los arcos más originales del mundo.

En la parte exterior del arco podemos observar el blasón de la ciudad, ofrecido por Isabel la Católica. Por el lado interior hay una estatua de la Virgen de la Estrella que observa a los transeúntes que cruzan la muralla en dirección a la concatedral, templo católico más importante de la ciudad. Concatedral que está situada en la Plaza de Santa María, antiguo punto de encuentro, y centro político y religioso de Cáceres tras la conquista cristiana. Allí se celebraban mercados, torneos, fiestas diversas, incluso corridas de toros. Uno de los de lugares de la ciudad que albergan mayor cantidad edificios monumentales. 

Iglesias, plazas, callejuelas y mucha piedra medieval

La concatedral de Santa María, primera en construirse dentro de las murallas, tiene características todavía románicas aunque es ya de época gótica. Alberga tumbas de nobles en su interior y se utilizó como refugio durante varias épocas. 

Además de la concatedral, son varias e interesantes las iglesias que me encuentro  en el caminar por la ciudad. En la plaza de San Jorge (situada en lo que sería el centro dentro de la muralla) se encuentra la iglesia y convento de los Jesuitas (iglesia de San Francisco Javier, del siglo XVIII), donde está instalado el Centro de Interpretación de la Semana Santa de Cáceres. Una imponente fachada resalta en la plaza sobre todo lo demás. Dignas de destacar también son la de San Juan Bautista (gótica del siglo XIII), o la de San Mateo (construida en la plaza más alta de la ciudad, en el lugar en que en época musulmana se situaba el alcázar). 

El clero y la nobleza vivían intramuros, mientras que las clases más humildes al no poder permitirse vivir dentro de las murallas se tuvieron que desplazar fuera. Una clase trabajadora que, poco a poco, fue creando una actividad económica cada vez más importante en los alrededores de la Plaza Mayor, pasando a ser en los últimos siglos el centro económico y social de Cáceres y lugar donde se sitúa el ayuntamiento. 

Luchas medievales de la nobleza

La ciudad se ha defendido con la construcción de murallas ya desde tiempos de los romanos. Los árabes la reforzaron en el siglo XII en su lucha contra los cristianos, introduciendo elementos nuevos como las torres albarranas. Se trataba de unas torres que se adelantaban de la muralla, siendo la más famosa la Torre de Bujaco, levantada sobre sillares romanos y situada junto del Arco de la Estrella. Su mirador nos ofrece uno de los mejores sitios para divisar la ciudad desde lo alto. 

Las luchas no sólo se producían entre cristianos y árabes, sino que había encarnecidas disputas dentro de las murallas entre los propios nobles medievales. La muerte de Enrique IV trajo consigo una contienda por el trono, una guerra civil que enfrentó por un lado a los partidarios de Juana “la Beltraneja”, y por otro los que apoyaban a Isabel de Castilla. 

Las disputas por el trono y los diferentes intereses de las familias de la nobleza, en Cáceres significaban frecuentes luchas dentro de las propias murallas. Para defenderse de sus adversarios los nobles construyeron auténticas fortalezas en forma de palacio, sin ventanas al exterior y con torres almenadas. 

Una vez llegaron al poder los Reyes Católicos, los reinos de Castilla y Aragón se unieron. Una de las primeras decisiones que tomó la reina de Castilla para pacificar la ciudad, y dejar clara la sumisión de la nobleza a la corona, fue desmochar todas las torres de los palacios de los nobles, perdiendo los palacio-fortaleza su carácter militar. 

El desmoche no fue total, el del Palacio de las Cigüeñas, perteneciente a Diego de Cáceres y Ovando, se salvó. Este noble se había posicionado a favor de Isabel de Castilla en su lucha con Juana “la Beltraneja” por el trono, y la reina le correspondió con este trato de favor. 

Palacios y aristocracia medieval

De Cáceres embarcaron, a finales del siglo XV y en el XVI, muchos soldados, buscavidas y religiosos hacia el Nuevo Mundo. La gran mayoría nunca regresaría a la tierra patria, los que sí lo hicieron, volvieron con abundantes riquezas, construyendo grandes residencias. 

Por todas las calles de la zona monumental nos cruzamos con escudos de armas. Una colección heráldica que cuenta con alrededor de unos mil doscientos. Unos blasones que nos recuerdan un pasado glorioso de Cáceres, la época dorada de la ciudad. 

Son innumerables los palacios que encuentro en mi caminar por la zona monumental. Algunos los visito por dentro, muchos otros los disfruto contemplándolos desde el exterior. El de los Carvajal (hoy Patronato de Turismo de Diputación de Cáceres), situado en la plaza de Santa María, es un claro ejemplo de palacio-fortaleza medieval. Dentro se podía encontrar desde huertos, gallineros o cuadra, hasta bodegas y hornos. Había que proveer para largas temporadas que pudiesen pasar sin salir del palacio, ya fuese por las guerras con otras familias o por las temibles enfermedades de la época. 

Otro palacio destacado es el de los Golfines de Abajo, lugar donde se hospedaron los Reyes Católicos en varias de sus visitas. Por su parte, en el interior del Palacio de las Veletas (hoy acoge el Museo de Cáceres) encontramos uno de los tesoros de la ciudad, el aljibe hispanomusulmán. Se trata de uno de los mejor conservados de la península y continúa recogiendo agua actualmente. Agua que junto a los arcos de herradura y la luz cálida ofrecen una vista espectacular.

Huellas judías y musulmanas

No todo son iglesias y palacios las construcciones que relucen en Cáceres. La Casa Yusuf Al Burch, fundada por José de la Torre Gentil, es uno de los mejores ejemplos de la huella dejada en la ciudad por los almohades. Un lugar acogedor y lleno de historia. Se ha recreado lo que era una vivienda árabe y conserva incluso el aljibe. Una maravilla de casa del siglo XII donde se han cuidado hasta los más mínimos detalles mostrando la forma de vida árabe de la época. Están representadas las diferentes habitaciones y la función a la que estaban destinadas, así podemos visitar el zaguán, la sala de té, la sala de danza o los patios. Una verdadera delicia de casa. 

Muy cerca de allí se situaba el antiguo barrio judío, al cual entro atravesando el Arco de Cristo, antigua puerta romana. Una judería sencilla e intimista en la que las casas de los judíos, bajas, modestas y encaladas, contrastan con los cercanos palacios de los nobles cristianos. Un barrio que mantiene el trazado original de calles sinuosas, estrechas y de firme irregular donde se encuentra la ermita de San Antonio, construida sobre una antigua sinagoga. Judería que fue el hogar de los hebreos hasta hace quinientos años. Me comenta una señora que lleva viviendo en el barrio toda la vida, “judíos no hay en este barrio, eso fue hace muchos siglos”. Judíos no habrá pero se siente su presencia al pasear por el barrio de San Antonio de la Quebrada. 

A partir de 1478 se les obligó a vivir fuera de las murallas con lo que tuvieron que abandonar el que había sido su barrio durante siglos y pasar a vivir fuera del recinto amurallado, a la Judería Nueva que se ubicaría próxima a la Plaza Mayor. Se trataba de un lugar en el que muchas familias hebreas regentaban negocios. En el actual Palacio de la Isla es donde estaría situada la sinagoga, convertida en capilla cristiana a finales del siglo XV. Según algunos cálculos serían el diez por ciento de la población de la ciudad teniendo un papel relevante tanto económico como social. La pérdida con su expulsión en 1492 fue enorme. 

Ciudad por casualidad 

Es en sí misma Cáceres un resumen de la Historia de España, en la que los diferentes pueblos, y cada uno con su cultura y religión, han plasmado lo que es hoy, uno de los recintos monumentales mejor conservados de la península. Una mezcla de huellas no sólo musulmanas, cristianas o judías, sino también romanas, góticas o renacentistas. 

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986, Cáceres es una ciudad medieval que ha ido transformándose con el paso de los siglos. La UNESCO tuvo en cuanta varios criterios, entre ellos el ser testimonio excepcional de fortificaciones almohades en España. Un conjunto de murallas y torres en perfecto estado de conservación. Además de ser un ejemplo de ciudad gobernada por familias rivales durante los siglos XIV a XVI, lo que provocó que se edificasen fortalezas-palacio. 

Una ciudad que lo es por casualidad. Viajando el rey Alfonso XII en el tren que inauguraba la línea entre Madrid y Lisboa al pasar por Cáceres el 8 de octubre de 1881 y dedicarle unas palabras, se refirió a ella como ciudad y no como villa (que es lo que realmente era). Al ser advertido de su error, el monarca contestó “pues desde hoy es ciudad”, con lo que unos meses más tarde, el 9 de febrero de 1882, el rey nombró oficialmente ciudad a la villa de Cáceres. Hasta hoy.