Poco después de salir el sol, en silencio y con la tranquilidad de la primera hora de la mañana, entraba a uno de los lugares más impresionantes del mundo. Un bosque de unas mil columnas y cuatrocientos arcos me muestran el infinito, el lugar donde según los creyentes mora Dios. Contemplar y recorrer en calma las naves de la mezquita de Córdoba es una experiencia que impone, que impacta y asombra. 

La mezquita de la ciudad más fascinante del mundo 

A la belleza de los colores de sus columnas y arcadas el templo añade una simetría, unas formas, una estética, y una tranquilidad y sosiego que transmiten al visitante unas sensaciones diferentes a las sentidas en cualquier otro monumento. Una experiencia emocional única. Sin duda, uno de los edificios más singulares y asombrosos del mundo. Un templo en el que resumir la historia, desde la evolución Omeya durante varios siglos, hasta los posteriores estilos gótico, renacentista y barroco. 

Abderramán I sería el gran impulsor de la mezquita. Comenzada a construir en el 786 sobre una antigua iglesia visigoda (consagrada a San Vicente), ha tenido varias ampliaciones desde el siglo VIII hasta finales del siglo X, ya bajo el mando de Al Hakam II. Dicho engrandecimiento (llegó a albergar en su máximo esplendor a unos treinta mil fieles) hizo que el templo ganase tanto en belleza como en espacio, necesario ante el aumento de la población de la ciudad. Se trataba de la segunda mezquita más grande del mundo, sólo superada por la de La Meca. En palabras de Antonio Gala, la Mezquita “fue el corazón de Córdoba cuando Córdoba fue el corazón del mundo”. 

Máximo exponente del arte islámico en España. Si dentro es espectacular, la antesala no desmerece. Antes de penetrar en el templo, y como preludio de lo que nos encontraremos, está el bellísimo Patio de los Naranjos. Uno de los jardines medievales más antiguos que todavía existen con unos noventa naranjos, plantados posiblemente a partir del siglo XIII, en el antiguo lugar donde los musulmanes realizaban las abluciones, se impartían clases o se celebraban juicios. 

Como muchas otras de las construcciones históricas de la ciudad, la mezquita es un edificio vivo. En 1236 Fernando III la consagró como iglesia comenzando una importante transformación del edificio. La mayor reforma se produce en el siglo XVI (incrustando una basílica en su interior) con una ruptura total de la estructura original lo que enfadó incluso al rey Carlos V (“habéis destruido lo que era único en el mundo y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes”). Mezcla de culturas y estilos se sigue utilizando hoy día como templo cristiano. Una joya del pasado y del presente, un conjunto singular más allá de otras consideraciones. 

Llegada de los musulmanes a Córdoba 

Durante el califato Córdoba fue la ciudad más importante de Europa. Una urbe esplendorosa en la que se realizaron obras públicas de gran importancia como la pavimentación de las calles, el alcantarillado o la iluminación nocturna. Un polo que atraía a las mejores mentes de la época, tanto filósofos, matemáticos, astrónomos, como médicos o científicos. 

Una ciudad en la que se crearon una escuela de medicina, una universidad, innumerables bibliotecas (entre la que destaca una con más de cuatrocientos mil volúmenes), escuelas de traductores,…que junto a sus jardines hacen que pocas ciudades en la historia hayan brillado como lo hizo Córdoba en su época de esplendor. 

Los musulmanes habían llegado a la península a comienzos del siglo VIII, en 711, y ya desde el principio Córdoba (conquistada por Mugit en 756, lugarteniente de Tariq) se había convertido en centro tanto militar como administrativo, capital del emirato independiente de Al-Andalus. 

Siglos más tarde, Abderramán III rompe lazos con el Califato de Bagdad, asume el título de Califa en 929, y Córdoba pasaba a ser capital del Califato de Al-Andalus. Se convertía en sede tanto religiosa, como política y administrativa del occidente musulmán.

Bajo el reinado de su hijo, Alhakem II, será cuando la ciudad se convierta en un foco mundial, en una una ciudad exuberante. Incomparable. Centro económico, comercial, social o cultural de la época. Nunca hubo ni habrá una ciudad como la Córdoba del siglo X en la que vivían más de quinientos mil habitantes. 

Huella de diferentes pueblos

Aunque brille en la ciudad y se trate de una obra maestra del arte musulmán, en Córdoba encontramos una riqueza arquitectónica increíble más allá de la mezquita. Hablamos de una ciudad en la que se asentaron diferentes pueblos y que dejaron un legado cultural enorme. Córdoba vio nacer a Averroes, Séneca o Maimónides. 

La situación estratégica al borde del río Guadalquivir (que era navegable), y sus tierras ricas para el cultivo y en minerales hacían de ella un lugar deseado para instalarse ya desde la prehistoria. Por otra parte se trataba de un enclave estratégico entre el norte y el sur de la península. 

El origen de la ciudad es remoto. El primer asentamiento se produciría al final de la Edad de Bronce, y se establecerían aquí también fenicios y griegos. El río ayudaba a conectar Córdoba con las principales ciudades de la época favoreciendo el comercio y el tráfico de ideas. 

Es en el siglo II a.C. cuando el general Claudio Marcelo fundase Corduba, otro de los momentos de esplendor de la ciudad andaluza siendo la capital de la Hispania Ulterior. Con la llegada de los romanos se produjo un auténtico renacer urbanístico, levantándose el foro, el circo o el teatro. Casi dos mil años después todavía podemos contemplar el templo, o cruzar el río por el puente que ellos levantaron. 

Varias culturas han dejado su huella en la ciudad, así podemos ver hoy día, algunos incluso en uso, edificios romanos, visigodos, musulmanes, judíos y cristianos. No hay otra ciudad como Córdoba que posea tanto patrimonio mundial de la humanidad. No sólo su mezquita o el centro histórico, sino que la UNESCO ha reconocido como tal también sus patios, y en los últimos años se ha añadido Medina Azahara. Si le sumamos el patrimonio inmaterial como el flamenco o la dieta mediterránea, podemos llegar a abrumarnos. 

La judería de Córdoba

La presencia judía en Córdoba es antigua, podríamos decir que casi tanto como la ciudad. Los primeros hebreos pudieron llegar en tiempos de los romanos. Con los visigodos tuvieron muchas restricciones lo que les llevó a apoyar la conquista musulmana. A partir de entonces se produce una época de apogeo, tanto económico como cultural, de la aljama judía de Córdoba. Una Edad de Oro del judaísmo con proliferación de escuelas rabínicas. Una de las figuras más destacadas será Maimónides, nacido en Córdoba, uno de los mayores estudiosos de la Torá, ademas de médico y filósofo. 

Tras la conquista de la ciudad por Fernando III la comunidad judía mantuvo su influencia e importancia. Será a partir de finales del siglo XIV cuando la propaganda antijudía hará mella y se los perseguirá, tanto a los judíos como a aquellos que se habían convertido al catolicismo. 

El barrio lo conforman un laberinto de calles estrechas, de callejuelas, de pequeñas plazas. Casas encaladas de un blanco puro. Sus patios y plazas esconden belleza y tranquilidad, y el arte y la historia está presente allá donde nos dirijamos. Es Córdoba una de las juderías medievales mejor conservadas del mundo. No hay pérdida posible aunque vaya sin rumbo, y las sorpresas van apareciendo una tras otra. 

Sin querer me encuentro en la sinagoga, construida en 1315 y de herencia mudéjar. Un templo de reducidas dimensiones pero muy trabajado. Una preciosidad. En la Casa de Sefarad, a pocos pasos del templo judío, asisto a una visita guiada que hace que me empape de las tradiciones judías, de su historia. Y que escuche sus canciones de cuna o aprenda recetas de origen sefardí. Una vista de lo más entretenida a la vez que instructiva. 

Caminando, mientras imagino la vida de los judíos en la Córdoba de los califas, llego hasta el antiguo zoco, un lugar tranquilo y recogido donde hoy hay talleres de artesanía. Una artesanía por la que eran reconocidos los comerciantes y artesanos judíos, sobre todo por el trabajo que realizaban con la plata. 

A finales del XV los Reyes Católicos se trasladan con sus tropas a Córdoba. Se trataba de conquistar el último reducto musulmán, el reino de Granada. Una vez conquistado, en 1492 decretan la expulsión de los judíos de todo el territorio cristiano. Su expulsión supuso un duro golpe económico y cultural. Acabará con la convivencia de las tres culturas en la ciudad y la economía cordobesa se verá gravemente afectada. No se recuperará en siglos. 

Las singulares “Iglesias Fernandinas”

Una vez que el rey Fernando III “el Santo” conquistó Córdoba a los musulmanes en 1236, dividió los dos grandes barrios (la Villa y la Axerquía) que había en la ciudad en siete collaciones o distritos, construyendo en cada una de ellas una iglesia con una doble función, servir tanto de centro religioso como administrativo de la ciudad. 

Tras la conquista cristiana se produjo una repoblación. Las “iglesias fernandinas” (en honor al rey que las mandó construir) se levantaron en lugares estratégicos intentando distribuirlas de forma proporcional, desde mediados del XIII y principios del XIV. Los nombres lo fueron tanto de las iglesias como del distrito o collación. Se destacan por su peculiar arquitectura medieval, levantándose muchas veces sobre antiguas mezquitas. 

Hay una ruta por siete iglesias fernandinas, ubicadas en la Axerquía, que son Bien de Interés Cultural, incluyendo las de San Francisco, San Pedro, Santiago Apóstol, San Lorenzo, San Agustín, Santa Marina y San Andrés. Templos cristianos que a día de hoy mantienen su función litúrgica y que se han ido adaptando a las diferentes épocas, siendo unos edificios únicos y singulares. 

Monumentos con mucha historia

El Alcázar de Córdoba ha sido testigo de la evolución histórica de la ciudad, transformándose durante los últimos diez siglos. Una de las construcciones emblemáticas de la ciudad. Los musulmanes, una vez establecidos lo construyeron sobre restos romanos y visigodos. Conquistada la ciudad, los cristianos reformaron los desperfectos que había sufrido el edificio durante la contienda. 

Romanos, visigodos, musulmanes y cristianos han utilizado este lugar no sólo como sede de los monarcas sino que ha sido desde palacio hasta prisión, albergando incluso la sede del Santo Oficio. Será en el Alcázar donde los Reyes Católicos reciban a Cristobal Colón para exponerles su proyecto de viaje a las Indias. Las torres, los jardines, los patios, la vegetación, el agua o las vistas del paisaje hacen que sea un oasis donde descansar o pasear en tranquilidad disfrutando de la historia de la ciudad. 

Atravesar el Puente Romano es pasear por, y sobre, la historia de Córdoba. Construido en el siglo I a.C. ha sufrido varias restauraciones durante estos casi dos milenios. Sus dieciséis arcos hacen de él una construcción preciosa. Situado en la Vía Augusta, luce maravilloso tanto al amanecer como al ponerse el sol. 

Aunque los edificios más relucientes de la ciudad son de época de los romanos o de la Edad Media, hay otros que son más recientes. Las Caballerizas Reales, fueron mandadas construir por Felipe II a finales del siglo XVI. En ellas se crió el caballo andaluz. Un conjunto de caballerizas en las que destaca la bóveda de la cuadra principal. En la actualidad se puede disfrutar de un entretenido espectáculo ecuestre con toques flamencos.

Una de las características de las ciudades musulmanas eran sus baños públicos. Hoy podemos visitar los de Santa María, uno de los más de novecientos que había en la ciudad. Se trata de unos baños de reducidas dimensiones, situados cerca de la mezquita, posiblemente construidos durante la época mudéjar sobre un lavatorio del siglo X. Se trataba de un lugar al que acudían con asiduidad los judíos. Hoy son parte de una vivienda y mantienen las galerías originales con arquerías de herradura y capiteles característicos. 

Los patios de Córdoba, patrimonio de la humanidad

Otra de las peculiaridades de Córdoba son sus afamados patios. Desde tiempos de los romanos se intentó adaptar la tipología de las casas al clima seco y caluroso de la ciudad. Se disponían las viviendas en torno a un patio, en muchas ocasiones con un pozo en el medio. 

Si los romanos eran entusiastas de los patios, siendo éste el alma de la casa, los musulmanes les añadirían mucha vegetación para que aumentase el frescor. En sus casas no se preocupaban mucho de las fachadas y se volcaban en su interior. Tanto de romanos como de musulmanes viene la tradición, el gusto y la preocupación por los coloridos y ornamentados patios. Un lugar íntimo y bello que todavía se mantiene. 

Hay patios que comparten varias casas, y los hay en una sola vivienda con las habitaciones o estancias distribuidas alrededor. Los encontramos por varias partes de la ciudad siendo característicos los de los barrios del Alcázar Viejo, de Santa Marina y San Lorenzo o los de la judería (muy antiguos).

Desde 1921 se celebra durante el mes de mayo en Córdoba un concurso de patios donde los propietarios los engalanan y los abren al público para que los podamos visitar. Si, como en mi caso, la visita no coincide con esos días de mayo, siempre tenemos la opción de visitar aquellos que están abiertos durante todo el año. 

Flamenco, guitarras y guitarreros

De manos de algunos de los pequeños talleres de Córdoba han salido las guitarras que han tocado Paco de Lucía, Alejandro Sanz o Vicente Amigo entro muchos otros. Son varios luthiers los que mantienen la tradición de la creación de guitarras, cada uno con su sello personal. Se trata de algunos de los guitarreros más reconocidos del mundo. 

La utilización de las maderas más selectas y el tiempo de maduración son fundamentales para realizar unos instrumentos que después sonarán por todo el planeta. Una forma tradicional de ensamblar y tallar de la que surgen unas guitarras de enorme calidad, únicas en el mundo. Un conocimiento y una sabiduría que son pasados en muchas ocasiones de padres a hijos. 

Unas guitarras que suenan cada año en los escenarios de todo el planeta. En la ciudad destacan dos fechas, el prestigioso Festival de la Guitarra de Córdoba, y la noche flamenca más especial, la Noche Blanca del Flamenco. La unión de Córdoba con la guitarra es muy estrecha. 

Los “Cinco Califas” del toreo

Por lo general, me gusta pasear por los cementerios de las ciudades que visito. Casi siempre antes de despedirme del lugar. En el de Córdoba llama la atención su nombre, Nuestra Señora de la Salud. Un nombre que puede provocar una sonrisa pero que no proviene del estado físico de sus residentes, sino del nombre de la ermita adyacente. 

Paseando por el camposanto me encuentro con cuatro de los “Cinco Califas del Toreo”, nombre dado por el escritor Mariano de Cavia. Bueno, me topo con sus sepulturas. Se trataba de los matadores de toros más famosos del país en su época, unas auténticas leyendas del toreo nacidos en Córdoba. Rafael Molina “Lagartijo” (el primero en ser declarado califa), Rafael Guerra “Guerrita”, Rafael González “Machaquito”, Manuel Rodríguez “Manolete”, quizá el más popular de todos ellos, y Manuel Benítez “El Cordobés” (el único que sigue vivo) son los cinco califas. Los cuatro primeros descansan eternamente en el cementerio cordobés. 

Nunca he sido aficionado al toreo pero por alguna extraña razón la existencia de estos cinco califas despertó mi curiosidad hasta tal punto de pasar mis últimas horas en Córdoba contemplando y susurrando a sus estatuas. Nunca hubiera imaginado que pudiera haber un nexo entre los califas y los matadores de toros, sin embargo en Córdoba parece lo más normal del mundo.