Maimónides en la judería de Córdoba
Año 1148. Los fanáticos almohades entran en Córdoba. La comunidad judía de la ciudad, hasta entonces próspera, es perseguida y sus miembros obligados a convertirse al islam o a marchar al exilio.
Maimonides y el exilio
Maimónides y su familia serán algunos de los que abandonen su hogar. Era el comienzo del peregrinar de una de las figuras más importantes del judaísmo.
Rambam, como era conocido también Maimónides por los hebreos, nació entre 1135 y 1138. Hijo de un prominente rabino que le introdujo en el estudio de la Torá, estudió y se formó además en filosofía, medicina o astronomía.
Vivió en varios lugares, entre ellos Fez, antes de asentarse definitivamente en Egipto hasta su muerte. Allí llegará a ser médico de Saladino y escribirá sus obras filosóficas más importantes. Morirá en 1204 siendo enterrado por petición propia en Tiberíades. Es en la plaza Tiberíades de la judería cordobesa donde encontramos una estatua de Maimónides obra de Mateo Ruiz de Olmo. A poca distancia, otra plaza lleva el nombre del sabio judío. Su presencia en el barrio es notable.
Tierra de sabiduría
Además de Maimónides, grandes poetas, médicos y filósofos hebreos viven en la Córdoba de la época. Una tierra del saber. Entrando por la puerta de Almodóvar, uno de los límites de la judería, y hasta los alrededores de la mezquita-catedral, sentimos no sólo el poso judío, sino la esencia medieval que transmite el barrio. Un barrio que fue uno de más importantes cuando Córdoba era una de las urbes más importantes del mundo.
La judería la encontramos en el centro de la ciudad. Su laberinto de calles sinuosas, los callejones y plazas nos reciben en lo que fue el foco mundial de la cultura hebrea durante varios siglos. Es difícil no dejarse llevar por la imaginación y sentir la vida no sólo de judíos, sino de cristianos y musulmanes en la época en que Córdoba era la urbe más fascinante del mundo.
Parece ser que no fue en época musulmana cuando los judíos comenzaron a vivir es esta zona sino en época cristiana (entre los siglos XIII y XV), al encontrarse cerca del Alcázar y por lo tanto al amparo de la corona. Un Alcázar construido en 1327, en época de Alfonso XI, sobre el antiguo palacio califal que fue además de residencia real y fortaleza, sede de la Inquisición a partir de 1492 hasta su abolición en 1812. Alcázar en el que los Reyes Católicos recibieron a Colón.
Llegada de los primeros judíos
Caminando por las calles de Córdoba percibimos la memoria de las gentes y culturas que habitaron la población. Unas huellas que antes que musulmanes, judíos o cristianos, dejaron romanos (seguramente los primeros judíos llegasen en esa época) o visigodos. En pocos metros contemplo en la ciudad una mezquita y una catedral, una sinagoga y un templo romano. Cada uno con cientos de años y miles de historias.
Si con los romanos los judíos había vivido pacíficamente, la llegada de los visigodos quebró esa tolerancia. Como resultado de ese hostigamiento, los hebreos apoyaron la conquista musulmana de Córdoba a comienzos del siglo VIII.
Será con la llegada musulmana cuando la comunidad judía experimente un crecimiento espectacular. Se trata de la Edad de Oro del judaísmo en la que además de la importancia de sus escuelas rabínicas, muchos judíos desempeñaron cargos de máxima relevancia en los gobiernos de los califas. La comunidad hebrea, que había llegado a Córdoba hacía siglos, prosperó bajo gobierno de musulmanes y cristianos, dejando una vasta herencia cultural.
Edad de Oro del judaísmo
Abderramán III (Abd al-Rahman III) en 929 es nombrado califa, proclamando Córdoba (la Qurtuba musulmana) capital del califato, independiente ya de Damasco. A partir de entonces será la sede religiosa, administrativa y política del reino islámico occidental. Córdoba se convertirá, sobre todo bajo el reinado de Al-Hakam II, en la heredera de Bagdad. Una época en que los judíos alcanzaron los niveles excelsos en el ámbito del saber.
La Edad De Oro del saber judío la encontramos a mediados del siglo X bajo el reinado de Al-Hakam II. Será en esta época del Califato de Córdoba cuando los judíos alcancen las cotas más altas del saber. Tiempo en el que en Córdoba convivían las tres religiones siendo el mayor centro económico y social de Europa.
Nacido en Jaén en 910, Ibn Shaprut vivió casi toda su vida en Córdoba convirtiéndose con el tiempo en uno de los judíos más influyentes de su época. Hombre polifacético, fue una pieza clave en las finanzas del califato y hombre de confianza de Abderramán III. En la corte sería ministro y jefe de las comunidades judías de Al-Andalus. Fue además médico, escritor y un importante mecenas cultural ayudando a convertir la urbe andaluza en el centro mundial del saber judío. Moriría en 975 dejando un importante legado y siendo uno de los principales artífices de la época dorada del judaísmo.
Por su parte, Abraham ibn Daud fue el padre del pensamiento moderno judío. Al igual que Maimónides, su alumno, también dejó Cordoba con la llegada de los almohades instalándose en Toledo. De entre sus libros destaca el Sefer ha-Cabalá (Libro de la tradición), sin duda el más popular. Moriría en su lugar de acogida en 1180 a los 70 años.
Paseando por la judería de Córdoba encontramos la plaza Yehudá ben Samuel ha-Levi (1070-1141). Nacido en Tudela, es uno de los poetas más destacados del Siglo de Oro del judaísmo. Menéndez Pidal le definiría como el príncipe de los poetas hebraico-andaluces. Si la plaza lleva su nombre es debido a que pasó una parte de su vida en Córdoba.
Tras un siglo X de auge de la sabiduría llegaría el declive de Córdoba. La ciudad que había sido un foco cultural a nivel mundial fue arrasada por unos musulmanes fanáticos, los almohades. Los judíos fueron la comunidad más afectada de esta nueva invasión, obligados a partir del siglo XII a convertirse al Islam o a marcharse del que había sido su hogar durante cientos de años. Es en esta época en la que Maimónides, entre muchos otros, deje la su lugar de nacimiento para no volver.
Conquista cristiana, esplendor y expulsión
Con el año 1236 llega la conquista de Córdoba a manos de las tropas cristianas de Fernando III el Santo. La aljama judía retoma la tranquilidad, la tolerancia y apogeo pasado con el rey castellano. Durante algunas décadas se producirá nuevamente una convivencia más o menos pacífica.
Muchas familias judías vivieron en otras partes de la ciudad, y sería a partir de finales del siglo XIII cuando Alfonso X decretó que deberían vivir en el barrio alrededor de la mezquita que actualmente conocemos como judería. Un barrio que estaba protegido por murallas, principalmente para aislarse de los ataques cristianos.
La convivencia se verá afectada nuevamente a finales de siglo XIII cuando se producen proclamas antijudías realizadas por clérigos cristianos. Volvían los problemas para la existencia de la comunidad hebrea.
Al igual que ocurrió en muchos otros lugares de la península, el año 1391 sería fatídico para las comunidades judías. La judería de Córdoba será asaltada, arrasada y saqueada. Muchos judíos serán asesinados con el pretexto de culparles de haber envenenado las aguas de la población.
Se producirán nuevos ataques a comienzos del siglo XV. Esta vez será un duro golpe, casi definitivo, para la aljama. Los pocos judíos que lograron sobrevivir se convirtieron al cristianismo o se marcharon a Granada. La desgracia final se produce en 1492 con el edicto de expulsión no sólo de la Córdoba sino del país. Se terminaba una presencia judía que había durado siglos.
El barrio judío, una joya
Pasear por las calles de la judería es un gozo. Paso a paso, y rincón a rincón, voy descubriendo el fascinante pasado judío del barrio, memoria medieval guardada en sus edificios y en sus calles, herencia de un urbanismo medieval islámico.
Varias calles y plazas se suceden: Averroes, Tomás Conde, Manríquez, Almanzor, pero es la calle Judíos el núcleo de la judería, encontrándose aquí los monumentos más importantes que nos ayudan a rememorar el pasado hebreo de la ciudad.
La sinagoga es una joya de reducidas dimensiones construida en estilo mudéjar en 1315 (5075 del calendario judío). Su pequeño tamaño era una forma de mostrar su inferioridad frente a los templos católicos. Una vez expulsados los judíos en 1492 la sinagoga tuvo otras funciones como hospital, ermita o escuela de párvulos. Dispone de una galería de mujeres en su parte superior, un patio y un vestíbulo que lleva a la sala de oración, decorada de forma exquisita, con inscripciones en hebreo en sus paredes. Una maravilla mudéjar en cuyos muros encontramos inscripciones de los salmos en hebreo.
No se sabe quien la comenzó a levantar pero sí quién la terminaría ya que una inscripción hebrea nos lo detalla:
“Santuario provisorio y morada del Testimonio que terminó Isaac Moheb, hijo del señor Efraim Wadawa, el año setenta y cinco. ¡Así que vuélvete, oh Dios, y apresúrate a reconstruir Jerusalén!”
Se juntan en la sinagoga, de una forma u otra, las tres culturas. Templo judío construido bajo el reinado cristiano de Alfonso y diseñada por alarifes musulmanes. Una joya arquitectónica con una preciosa decoración.
La Casa de Sefarad, Zoco Municipal y Baños de Santa Maria
A dos pasos encontramos la Casa de Sefarad, espacio donde aprender, disfrutar y contemplar en un reducto de paz y saber. Situada en un edificio que mantiene la estructura del siglo XIV es un centro cultural donde se realizan conciertos, exposiciones, además de disponer de biblioteca y tienda. Lugar donde empaparnos de la cultura y memoria sefardí, y su presencia en Córdoba. Sus visitan guiadas son, sin duda, de las más interesantes que he asistido en ciudad alguna.
En los alrededores podemos visitar la capilla (mudéjar) de San Bartolomeo, pegada a la Facultad de Filosofía y Letras. La capilla se levantó en medio de la judería para los conversos que habían “abrazado” el cristianismo tras las matanzas y asaltos de 1391. Desde allí podemos acercarnos hasta el zoco municipal, un patio abierto al público en el que hay talleres artesanos y donde podemos ver cómo trabajan el cuero, la orfebrería o la cerámica.
Algo más alejados, los Baños de Santa María eran muy frecuentados por judíos. Construidos en época califal siguieron en funcionamiento tras la conquista cristiana. Se trata de un edificio precioso en el que todavía podemos contemplar un aljibe y varias salas abovedadas pintadas en vivos colores rojos y amarillos.
Poemas y lápidas hebreas
Encontramos en Córdoba huellas judías físicas y también en forma de poema.
Nombra Federico García Lorca el pasado judío en el poema San Rafael (en referencia a la imagen de San Rafael que hay cerca de la Puerta del Puente se sitúa en uno de los limites de la antigua aljama):
El Arcángel aljamiado
de lentejuelas oscuras,
en el mitin de las ondas
buscaba rumor y cuna.
Bien puede terminar un viaje a la judería de Córdoba visitando el Museo Arqueológico, ya fuera del barrio judío. Es allí donde se encuentra la sorpresa de un tesoro en forma de lápida funeraria. Una lápida que hace referencia a un importante judío de la época que moriría en Córdoba a mediados del siglo IX. Se trata del único resto judío que encontramos en la ciudad de la época en que gobernaban los emires omeyas, y junto a la lápida trilingüe de Tortosa, una de las más antiguas encontradas en la península. El texto en hebreo ha sido traducido por José Ramón Ayaso Martínez y dice lo siguiente:
Ésta es la sepultura de Yehudah
Bar Akon de bendita memoria
Sea su espíritu con los justos
Murió el día sexto de la semana, día tres del mes de Kislev del año [4]606
Descanse su alma en el haz de los vivientes
Durante siglos los judíos ayudaron a que Córdoba fuese un centro del saber mundial dejando un legado enorme. Tras la expulsión ningún judío pudo descansar en paz en la ciudad.