Poco se sabe de la tierra de las águilas, y lo que se sabe, o mejor, se intuye, no es nada atractivo: mafias, peligro, caos,…poco se dice de la espectacularidad de los Alpes albaneses situados en el norte del país. Unas montañas donde se puede caminar durante días (depende del tiempo y las ganas de cada uno), disfrutando de los maravillosos Parques Nacionales de Theth y de Valbona. Unos paisajes que quitan el hipo y devuelven el sentido. Hablamos de la parte del país con las montañas más elevadas y por donde la viajera y escritora Edith Durham paseó hace más de un siglo y quien escribiría largamente sobre la región, sus gentes y sus costumbres. Algunos años más tarde y siguiendo a Edith, yo también visitaría esa zona, ya no tan remota pero igualmente desconocida.

Pocas veces me uno a un tour cuando viajo, no me atraen mucho y casi siempre prefiero ir a mi aire o disfrutar de algún guía en ocasiones concretas. Pocas veces he disfrutado tanto como por el norte de Albania sumándome a un tour organizado. Tener un guía como Hasan (profesional, informado, amigable pero serio, sin prisa pero sin pausa y siempre dispuesto a ayudar) hizo que los días por los Alpes albaneses fuesen una delicia. Que disfrutase de la naturaleza y a la vez pudiese entender un poco mejor la forma de vida en las montañas, la actual y la de hace algún tiempo. Lo bueno que tiene no preocuparte por la logística cuando viajas es que los sentidos se pueden concentrar sólo en el disfrute y el norte de Albania tiene mucho que mostrar.

Si hay un lugar del que disfrutar pausadamente es el lago Koman, el comienzo de mis días por el norte. Disfrutar su incomparable belleza pausadamente, en un tránsito en ferry que me lleva durante casi tres horas entre Koman y Fierzë. Una delicia de paseo. Se trata de un lago artificial creado a finales de los años 70 y que hoy día nos ofrece un recorrido náutico entre montañas simplemente espectacular. Entre montañas y entre aldeas que han vivido en las laderas de dichas montañas durante siglos. Miro lo escarpado del terreno, la dificultad para trabajar la tierra y lo aislado que se encuentran e imagino lo dura que debe ser la vida por esos parajes, no pudiendo ni imaginar cómo sería hace un siglo. Apenas se ven casas en las laderas pero barcos pequeños hacen el recorrido por el lago, parando en lugares donde en apariencia no hay nadie y donde aparecen personas de la nada a recoger o dejar mercancía, para desaparecer de nuevo en un largo camino hacia sus aisladas granjas perdidas en la montaña. Pocos trayectos en ferry se le pueden comparar. Me apetecía enormemente pasar cuatro días por el norte de Albania y no podía haber mejor comienzo que una ruta en ferry por el lago Koman. Uno de los más impresionantes viajes en barco que se pueden hacer en Europa.

Valbona, un solo nombre para nombrar el parque, el valle, el río que lo transita y una pequeña aldea. Me comentan que estas tierras nunca han sido conquistadas durante los últimos dos milenios ya que se trata de una región montañosa salvaje habitada desde hace siglos por gentes fuertes, feroces e independientes. El nombre que se le dio nos da una idea del lugar, “Las Montañas Malditas” como se las conoce popularmente, son en realidad Malesi e Gjakoves, su nombre real. Aunque parezca contradictorio, el lugar es uno de los más pobres del país (en un país que es de los más pobres de Europa) y al mismo tiempo un tesoro natural de una belleza y un valor únicos. Una maravilla natural y paisajística. Un lugar virgen en uno de los países menos conocidos de Europa. Puede que para los residentes locales, en una región cada vez más despoblada, este descubrimiento por parte del turista occidental haya significado un resquicio en sus dificultades económicas. Tenían un tesoro pero ellos no lo sabían, supongo que acostumbrados como estaban a tanta belleza, les parecería normal.

La mañana amanecía soleada, y la temperatura perfecta para el paseo que nos llevaría desde Valbona hasta Theth. Era uno de los motivos del viaje a Albania y aunque serían muchas horas de camino seguro que merecía muy mucho la pena. En nuestro caso fueron nueve, pero que podrían haber sido menos, es lo que tiene parar a comer y a tomar algún avituallamiento de vez en cuando. De todas formas son nueve horas en las que disfrutar desde el principio hasta el final de un marco de postal donde parece que en cualquier momento van a aparecer Heidi y Marco. Si eres amante de la naturaleza es increíble pero si no lo eres, se disfruta por igual o incluso más. Un paraíso del que queda uno atrapado con tanta belleza.

Lo bueno de andar sin prisas y sin agobios es que aunque estés largas horas de camino no termina uno exhausto, así que después de una ducha lo que más me apetece es ir a ver qué es lo que hay en Theth. Se percibe un pueblo más íntimo que Valbona, diría incluso que más bonito, con su iglesia, su kulla y sus campos cultivados. Con su tranquilidad a pesar de los excursionistas que vienen y van buscando alojamiento donde pasar la noche. Una zona de tal belleza natural que Eidth Durham a principios del siglo XX al visitar la zona comentó  “no creo que haya un lugar en el mundo habitado que me haya dado tal impresión de aislamiento majestuoso en todo el mundo”. Pero no sólo Edith Durham visitó la zona sino que durante su estancia en Theth, Rose Wilder Lane escribió su libro de viajes «Las cimas de Shala», donde narra sus andanzas por las tierras albanesas.

Da gusto volver a los orígenes, alojarse en una casa donde la familia sigue teniendo sus animales, haciendo su propio queso, cocinando su propio pan y cultivando sus huertos que luego serán parte de lo que serían nuestros desayunos, comida y cena. Dan ganas de quedarse, pero el invierno debe ser algo más que duro. Formas de vida tradicionales que se van perdiendo pero que en Theth todavía tienen seguidores. Casas tradicionales y su torre defensiva hacen de Theth un pueblo de montaña precioso. Caminatas a una catarata y a un lago de un agua en el que al meterte se queda la sangre helada, completaron mis días por el norte de Albania. Un lugar que apenas meses atrás no conocía y que llega a enamorar, no sólo por su belleza sino también por la amabilidad de sus gentes. Un tópico al hablar de cualquier país acogedor, lo reconozco, y más topicazo si hablamos de Albania que lleva la hospitalidad incluso en su código (Kanun), pero de sobra merecido. Puede que ya no sean unas montañas aisladas ni remotas ni malditas pero siguen siendo igualmente espectaculares.