Vivir en un barco hoy día puede parecer una frivolidad, un lujo o una extravagancia. Hacer de un barco tu casa, sobre todo si es de madera, te otorga un plus de intriga. Aunque cada vez el número que habita en ellos se va reduciendo, todavía se encuentran familias de pescadores viviendo en sus barcos de junco en la bahía de Aberdeen. Pocos lugares hay en Hong Kong donde me haya sorprendido tanto esa mezcla de tradición y modernidad como allí. La antigua tradición china comparte espacio y aire con edificios y con la moderna tradición moderna.
Si por algo es famoso Aberdeen, además de por sus barcos, es por sus restaurantes de marisco. No podía ser de otra forma en una zona con tradición pesquera. De entre todos ellos, por diferentes razones, dos son los que han llamado la atención en mis vivitas. Por un lado el popular y concurrido Jumbo (con forma de palacio chino y con capacidad para más de 2000 personas), uno de los restaurantes flotantes más famosos del mundo. Y por otro lado, el restaurante del mercado del pescado, un lugar frecuentado por sus trabajadores, por locales y por algún turista que otro, como es mi caso. Difícilmente se puede encontrar en Hong Kong un lugar donde comer marisco con mejor relación calidad precio.
El “Pequeño Hong Kong”
El nombre de la bahía, del puerto y del barrio proviene de un personaje inglés, George Hamilton-Gordon, IV Conde de Aberdeen, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente del Reino Unido. Bien es cierto que ese es el nombre que designa la bahía en inglés, para los cantoneses el lugar es Hong (Heung) Kong Tsai que vendría a significar “Pequeño Puerto Fragante”, “Hijo de Hong Kong” o “Pequeño Hong Kong”, y parece ser que fue el lugar donde se originó el nombre de la ex colonia británica.
No hay mejor forma de recorrer el puerto que en un pequeño sampan capitaneado por alguna señora. Es curioso que todas, o casi todas, las personas que dirigen estos pequeños barcos sean señoras, algunas de ellas ya mayores. En un trayecto de casi una hora navego entre mastodontes pesqueros, me acercan al Jumbo, paso junto a yates lujosos y observo desde el agua un barrio que tiene el puerto y el agua como referencia. Imagino cómo sería el lugar hace algunas décadas y pienso que la tranquilidad, el ambiente de barrio familiar de entonces y el olor a pescado han dejado paso a enormes rascacielos que rodean la bahía, y que el pueblo de pescadores ha dejado paso a la ciudad con pescadores.
Al igual que en otros puertos de Hong Kong, en Aberdeen durante el festival de Tuen Ng o de los Barcos del Dragon, se realizan competiciones de embarcaciones. Y al igual que en cada barrio de Hong Kong, en Aberdeen encontramos templos donde realizar nuestras plegarias. Templos y barcos que dan ese aroma de puerto tradicional a la bahía y alrededores, aunque tengan que compartir su espacio con los modernos rascacielos que hoy día acaparan la vista del barrio.
Contrastes en Aberdeen
En Hong Kong hay contrastes y Aberdeen es un claro ejemplo de ello. Rascacielos se sitúan a escasos metros de antiguos barcos (y casas) de pescadores, templos (cómo no, uno dedicado a Tin Hau, la diosa del mar) y centros comerciales van de la mano, yates millonarios comparten aguas con humildes sampans de madera, y gentes acaudaladas comparten barrio con humildes trabajadores y pensionistas. Donde sencillos restaurantes de noodles para gentes del lugar tienen de vecino al pomposo Jumbo hasta donde se acercan cantidad de turistas. Donde un exclusivo club náutico se sitúa a pocos metros de viviendas flotantes de los hoklo. Donde cemento y agua van juntas haciendo del lugar un puerto con ese aroma antiguo que tanto me gusta de Hong Kong.
El numero de familias hoklo (llegaron en el siglo XIX a Hong Kong procedentes de Guangdong y se distinguen por sus sombreros cónicos) que viven en barcos se va reduciendo poco a poco. Se trata de una comunidad muchas veces ignorada. Ignorada posiblemente por su condición única de habitantes de las aguas, o quizá porque sea una comunidad que ha llegado a Hong Kong hace relativamente poco tiempo y no tiene el arraigue de otras que lo hicieron mucho antes. La vida sigue siendo complicada y dura para ellos, pero las comodidades de sus barcos-casa poco tienen que envidiar en la actualidad a otras viviendas en tierra firme, y disfrutan del bienestar del siglo XX en forma de lavadoras, frigoríficos o televisiones.
Puede ser que haya perdido parte de su esencia, o que deba compartir espacio con edificios menos característicos, pero la bahía de Aberdeen, el mar en concreto, sigue dando trabajo y sirviendo de sustento a muchas familias. Tanto la pesca, la distribución o la venta de pescado, como los astilleros, emplean a muchas personas aun a día de hoy. Quizá no sea lo mismo que hace algunas décadas, pero el mar sigue siendo el habitat predominante en la bahía, lo más característico y lo que proporciona al lugar su esencia. Ya no recorren el lugar piratas y contrabandistas como lo hicieron tiempo atrás. Aberdeen es ahora uno de esos lugares que mejor representan Hong Kong, donde todo se mezcla y donde encontrar en un reducido espacio todo aquello que puede simbolizar a la ex colonia británica. Para la mayoría de los turistas que visitan Hong Kong, Aberdeen pareciese que tiene poco que ofrecerles y no se acercan por allí, cuando en realidad sin tener nada lo tiene todo. Y todo al alcance de la mano.