Gyeongju, la capital del Reino Silla
Seúl no siempre ha sido la capital coreana. Hace siglos la ciudad que ostentaba tan importante posición era la actual Gyeongju, conocida en la época como Sarabol o Gyerim. Se trata de la ciudad que más largo tiempo ha permanecido en el “cargo” en la historia del país, con más de cincuenta reyes del Reino de Silla, durante 992 años. Ostentar tan importante posición desde el 57 aC hasta el 935 de nuestra era, ha dejado un poso cultural increíble en esta preciosa ciudad. Podemos incluso hablar de un museo al aire libre.
Debido a problemas de alojamiento y de logística sólo paso dos días en Gyeongju. Dos días que, con la ayuda de Clint, consigo aprovecharlos de la mejor manera posible. En la antigua capital del Reino de Silla es imposible abarcarlo todo, no sólo en dos días, sino en dos meses. Conserva tanto patrimonio que puede llegar a abrumar, y por ese mismo motivo la UNESCO designó cinco áreas de la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Las tumbas reales de Daereungwon
Como tengo que elegir, escoger y descartar, decido comenzar mi vista por el complejo de tumbas reales de Daereungwon. Se trata de veintitrés tumbas enormes de reyes, reinas y nobles de la dinastía Silla. No las típicas tumbas a las que podemos estar acostumbrados. En este caso son enormes túmulos, cerrados al público pero de los cuales uno, se puede visitar por dentro. Montículos que en principio no se pueden pisar, pero que sirven de zona recreativa para unos niños que seguramente desconocen qué es lo que hay debajo. Ni les importa. Veo los túmulos y la hierba que los cubre y me recuerdan a los dólmenes de Antequera pero en Corea.
Se han encontrado en las tumbas objetivos de diferente índole como pinturas de caballos míticos, cerámicas, coronas, reliquias,…que nos muestran la vida lujosa que llevaban los monarcas de la época. No sólo del lujo nos hablan los restos encontrados sino que han servido como estudio histórico de la época. En la tumba Hwangnamdaechong, el enterramiento antiguo más grande, se encontraron además de los restos del rey y de la reina, más de 30.000 accesorios y adornos de oro. Se ve que les gustaba lo dorado, y que ellos no los abrillantaban.
Viajar durante la semana de vacaciones de los coreanos hace que tenga problemas para reservar alojamientos, pero al mismo tiempo, que tenga la posibilidad de observar cientos de chicas y chicos, incluso algunas madres y padres, vistiendo el tradicional hanbok, lo que hace que los lugares que visito luzcan mucho más coloridos y atractivos. Deambular entre tumbas milenarias con personas vestidas de época me traslada a otro tiempo en un recorrido de más de 1500 años.
Cheomseongdae, el observatorio astronómico más antiguo de Asia
Decido continuar mi paseo y acercarme hasta el observatorio astronómico más antiguo de Asia, Cheomseongdae. Construido a mediados del siglo VII bajo el reinado de la reina Seon-deok, se utilizaba para el pronóstico del tiempo. En la época Silla no sólo los temas agrícolas se beneficiaban de dicho pronóstico, sino que también al estudiar el movimiento de las estrellas se podía predecir la fortuna que iba a tener una nación. Puede que ya entonces predijeran que una guerra se produciría en la peninsula, o que las manos de los coreanos estarían ocupadas con cacharros Samsung. Quién sabe. Miro el edificio y no consigo contar las piedras que se utilizaron para su construcción, pero me comentan que son 362 y que representaban los 362 días del año lunar.
Empieza a caer la tarde. Clint me había comentado que uno de los mejores lugares para ver llegar la noche es el estanque Anapji. Allí me acerco siguiendo su consejo. No se equivocaba. Ha sufrido varias renovaciones y hoy se puede apreciar en todo su esplendor. Un parque en la actualidad, pero parte de la fortaleza Wolseng cuando se construyó hace unos 1300 años. Un remanso de paz incluso estando abarrotado de turistas. Lo bordeo para poder ver todos sus rincones y decido sentarme a esperar que el sol siga su curso en un rincón. Poco a poco comienza a desaparecer, la noche va llegando sin hacer ruido formando, con los azules y naranjas en el estanque, una obra de arte. Una obra de arte que durará pocos minutos, pero que se repite cada día. Como decía, Gyeongju es un museo al aire libre y no hay mejor obra de arte para despedir el día que la que se forma en el estanque Anapji.
El templo Bulguksa y la gruta Seokguram
A la mañana siguiente decido ser yo quien despierte al sol y así aprovechar mi tiempo por la ciudad lo máximo posible. A primerísima hora me subo a un autobús que me llevará hasta el templo Bulguksa, otro de los lugares emblemáticos de Gyeongju, en este caso fuera de la ciudad. Construido en el sigo VI durante la dinastía Silla, se trata de un complejo con puentes, pabellones, salas y pagodas, que forman un conjunto precioso en el que se unen el mundo humano y el mundo de Buda. Se ha renovado con el tiempo debido a los incendios y saqueos que ha sufrido, pero todavía guarda reliquias y un gran patrimonio cultural.
Cerca de Bulguksa, y después de una subida de algo menos de una hora, llego hasta la gruta de Seokguram. Llego cansando pero disfruto del camino tanto como de acercarme hasta la gruta. Lugar de peregrinación para locales y turistas, se trata de la cueva que aloja la estatua de Buda sentado considerada la esencia del arte budista del periodo Silla. Su construcción se produjo hace mas de mil años, y en ella se utilizó una técnica arquitectónica de una excelencia sin precedentes, combinando arquitectura, ciencia, geometría y arte. La gruta y la estatua son impresionante pero no puedo disfrutar mucho de ella ya que sólo me paro unos segundos antes de que el guarda me indique, de forma educada, que nada de fotos y que debo seguir. Es entonces cuando Buda se transforma en Gioconda en mi mente y marcho sin despedirme embobado en mis pensamientos.
Nada sabía de Gyeongju antes de acercarme por allí, y sin embargo ha resultado ser una de las ciudades más bonitas de las que he visitado. Una ciudad con mucho carácter y con un espíritu propio. Un lugar maravilloso al que espero volver para disfrutarlo de forma más pausada. Tantos años de historia no se pueden apreciar en dos días, aunque lo haya intentado.