Descubriendo la judería de Ávila
Hay ciudades pequeñas que son muy grandes. Ciudades que la historia y los tesoros que alberga hacen que vuelva cada pocos años a recorrer sus calles, por lo general en busca de no se el qué. Esta vez sí lo sabía. En esta ocasión me acercaba hasta Ávila para intentar descubrir, aunque fuese a pinceladas, su judería y su pasado sefardí.
Puede que las huellas que quedan de la población hebrea que habitó en la ciudad no sean abundantes, pero los restos medievales dejados por los judíos, si prestamos atención, los podemos sentir por sus calles y edificios. La judería de Ávila se trataba de una de las más importantes de la época. Una judería que parece que no tuvo un espacio físico delimitado ya que los judíos que habitaron en la ciudad castellana lo hicieron desperdigados por diferentes puntos de la localidad. Bien es cierto, que un número elevado vivirían en la zona de la catedral y la iglesia de San Juan.
Sangre judía en venas cristianas
Según algunos datos, en la época de máximo auge, la población judía llegaría a ser una quinta parte de la población total. Pudieron llegar en el siglo XI e incluso parece confirmado que Santa Teresa (de Jesús) y San Juan tenían sangre judía. En el caso de la santa, dicha sangre provendría de uno de sus abuelos, un judío converso de Toledo.
En 1480, con el decreto de segregación dictado por las Cortes de Toledo, es cuando la población judía tiene que segregarse y asentarse junto al postigo de Malaventura (nombre que hay quien relaciona con la mala ventura que tuvieron los judíos que salieron por esta puerta tras el Decreto de Expulsión). Hoy, por dentro de la muralla, y pegado a dicha puerta, encontramos el jardín de Moshé de León en homenaje al sabio que se estableció en Avila en 1290 y quien pudo ser el autor de una de las obras más importantes de la Cábala, Zohar o Libro del esplendor. Será posiblemente a partir de entonces, cuando la ciudad cobre protagonismo en la vida espiritual judía. Como el misticismo parece atraer más misticismo, algunos siglos más tarde, aparecería en Ávila una figura cumbre, esta vez del misticismo cristiano, y el personaje más popular de la ciudad, Teresa de Jesús. No es de extrañar que haya en la ciudad un Centro de Interpretación del Misticismo, único de su temática existente en toda Europa.
Tres sinagogas pudo haber en la ciudad, de ellas, se conservan la portada de la de Don Samuel en la calle Portillo y algunos muros de la de Belforad en la calle de los Reyes Católicos (en el siglo XVI se levantará la capilla de Nuestra Señora de las Nieves), donde hasta hace algunos años era posible alojarse en alguna de las habitaciones de la hospedería La Sinagoga, que ocupa lo que sería la casa del rabino, adjunta a la sinagoga, y disfrutar de la historia y de las referencias hebraicas en sus muros. En la actualidad, a no ser que la situación haya cambiado, permanece cerrada de forma permanente. Es a través del legado archivístico que sabemos de la existencia de las sinagogas, lo mismo que de la existencia de sus comercios, de dónde vivían o de cuáles eran sus ocupaciones y oficios, ya que los restos arquitectónicos son escasos.
El caso del Santo Niño de La Guardia
Hallamos restos judíos en la basílica de San Vicente, lugar de descanso de la lápida dónde según narra la leyenda, se encuentra enterrado el judío que construyó la iglesia primitiva (s IV), una vez convertido al cristianismo. Será en otra iglesia, en este caso la de San Pedro, donde se celebraría el juicio a los judíos que presuntamente estuvieron implicados en el caso del Santo Niño de La Guardia. Auto de Fé por el que se procesó a varios conversos y a dos judíos, todos ellos quemados vivos en Ávila en 1491. Se les acusaba de haber secuestrado a un niño cristiano, de arrancarle el corazón, de crucificarle y de hacer magia con los despojos. El acontecimiento había sucedido por lo visto más de diez años antes, pero nunca se denunció la desaparición del niño, ni apareció cuerpo alguno. La razón exacta de llevar a cabo el proceso (lleno de irregularidades y sin pruebas reales) no se sabe, pero bien podría ser una provocación que hiciera exaltarse aun más a la población. El acontecimiento conmocionaría la España de la época y constataba las complicadas relaciones de cristianos y judíos.
En la calle Reyes Católicos (antigua Cal de Andrín que unía los mercados Grande y Chico) sería donde los judíos tenían la mayoría de tiendas, talleres y comercios. La antigua rúa de Zapateros (actual Vallespín) hace referencia a uno de los oficios más populares entre la población judía de Ávila. Otras calles donde transcurría la vida de los judíos antes de la segregación, son las calles aledañas a la catedral, la Plaza de San Juan o el Postigo de Malaventura. La calle Santo Domingo sería uno de los ejes de la judería y, aun a día de hoy, mantiene el encanto que le proporcionan sus casas bajas. Zona de gran efervescencia en la época pero que tras la expulsión de 1492 quedó despoblada y pasó a convertirse en una zona marginal.
Si se salía por la puerta del Adaja o de San Segundo, se accedía a las huertas, pero también a lugares relacionados a la actividad artesanal, como las dedicadas al trabajo del cuero. Queda de recuerdo de esa época las tenerías de San Segundo. Unas tenerías que tuvieron su máximo esplendor en el siglo XVII pero que seguramente ya fuesen utilizadas y regentadas por los judíos algunos siglos antes.
Origen de la presencia judía en la ciudad
La documentación que tenemos confirma la presencia judía en Ávila al menos desde 1144. Se detalla en dicho archivo una cesión de Alfonso VII a la Catedral del diezmo de la renta anual que pagaban los judíos. Bien es cierto, que una historia cuenta la historia de un judío que construye la primera basílica de San Vicente en el siglo IV.
La mayoría de los judíos que habitaban en la ciudad tuvieron que dejar atrás sus casas, sus hogares y sus pertenencias (o malvenderlas en el mejor de los casos) en 1492 tras el decreto de expulsión (o conversión) y partieron hacia el destierro. Un ejemplar único de ese decreto se conserva en Ávila. Se ponía fin a una presencia judía milenaria en la ciudad. Con su expulsión la ciudad perdió enormemente, dándose un empobrecimiento no sólo económico, sino también cultural.
Quedó en Ávila un poso y unas huellas judías que permanecen en el ambiente y que han aportado su grano de arena en la formación de lo que es la ciudad en la actualidad.Quedó en Ávila también un cementerio judío descubierto por casualidad en 2012. La documentación sitúa el antiguo camposanto en los terrenos del monasterio de la Encarnación. Las últimas investigaciones arqueológicas han sacado a la luz enterramientos judíos en la zona. El Jardín de Sefarad situado sobre el cementerio judío se ha convertido en un lugar de conmemoración y reposo. Un lugar desde el que podemos observar las murallas a la vez que rememoramos el pasado de una de las comunidades que hicieron de Ávila lo que era en la Edad Media, y que ha ayudado a configurar lo que la ciudad es en la actualidad.
El recorrido por las calles de la judería abulense no puede tener mejor final que acercarse hasta el humilladero de los Cuatro Postes a ver atardecer a la vez que empiezan a encenderse las primeras luces. Se produce un momento de tranquilidad, casi místico, observando la muralla y pensando en cómo sería la vida por Ávila en tiempos de los judíos, o años más tarde con Santa Teresa. Hay en Ávila muralla, y de las más espectaculares del mundo, pero también hay un poso sefardí y un barrio judío que es una delicia recorrerlo caminando.
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