Baeza, sobria belleza de piedra entre un mar de olivos
Su infancia son recuerdos de un patio de Sevilla. Su adolescencia la pasó en Madrid. Viajó en diversas ocasiones a París y fue profesor en un Instituto de Soria. Sin embargo, una ciudad jienense tendría un poso especial en la vida de Antonio Machado: Baeza.
Después de su estancia en Soria, y tras la muerte prematura de su amada Leonor Izquierdo, el poeta se instaló en la ciudad andaluza donde pasó siete años de su vida, de 1912 hasta 1919. En Baeza impartió clases de gramática, escribió algunas de sus mejores obras poéticas, publicó uno de sus libros imprescindibles, Campos de Castilla, y conoció a Federico García Lorca.
Primeros asentamientos, musulmanes y conquista de Fernando III
Miles de años antes que el famoso poeta, alrededor del V milenio a.C, se establecerían en la zona los primeros pobladores, y será en tiempos de los romanos cuando Baeza cobre gran importancia, denominándose Vivatia. Los godos llegarán en el siglo V (momento en el que ya habita una minoría hebrea en la ciudad), y en el VIII la conquistarán los musulmanes, denominándola Bayysa. Se trata de una época en la que conviven en la ciudad diferentes culturas: los musulmanes recién llegados, los hispano-visigodos que se quedaron y los judíos.
Durante la Edad Media, Baeza resultó de gran importancia al estar situada en un lugar estratégico. Son siglos convulsos en los que las luchas se suceden. Una de las más famosas batallas entre cristianos y musulmanes nos ha llegado a través de una leyenda. Era el año 1147 y Alfonso VI organiza una expedición para controlar Almería. En su camino hacia el sur, el rey castellano iba ocupando, y recuperando, plazas clave.
La noche anterior a la batalla por dominar Baeza, San Isidoro de Sevilla se le aparece a Alfonso VI prometiendo que le ayudará durante la lucha. El rey, que no estaba seguro de poder ganar al sentirse en inferioridad, tras la revelación, decide iniciar la contienda a la mañana siguiente, conquistando la ciudad (una década más tarde, en 1157, pasaría nuevamente a manos almohades).
Un pendón de fondo morado en el que aparece dicho santo con una espada y una cruz, realizado posiblemente a finales del siglo XIV, está guardado en la colegiata de San Isidoro de León. Considerado reliquia nacional, la Real Cofradía del Pendón de San Isidoro, creada por Alfonso VI como agradecimiento, cuida de él.
Fernando III (“el Santo”) de Castilla conquistaría definitivamente Baeza en 1227, teniendo un papel clave en el dominio posterior de Al-Andalus. La Iglesia establece aquí la sede episcopal y se instalan en la ciudad las más importantes órdenes religiosas. Los musulmanes habían sido derrotados pero no todo era idílico.
Las familias aristocráticas cristianas de la ciudad luchan por controlar el poder, sobre todo se produce una intensa disputa entre los Benavides y los Carvajales. Con el reinado de Isabel la Católica terminan las contiendas. Ordena que se derribasen tanto la muralla como todas las torres de Baeza, lo que hace que se recupere la calma. La paz trajo prosperidad y la ciudad experimentó un importante desarrollo económico y social.
Años de esplendor en Baeza
La época de máximo esplendor en Baeza se producirá más tarde, en los siglos XVI-XVII. Será en este tiempo cuando la ciudad alcance cotas máximas, culturales y arquitectónicas, convirtiéndose en un destacado centro educativo y religioso.
Encontramos en la ciudad jienense la herencia del poder eclesiástico en algunos de sus más importantes monumentos como la catedral, las iglesias o el seminario. Cargada de historia desde tiempos lejanos, lo que le ha dado fama y esplendor a Baeza ha sido el Renacimiento. Será en este periodo cuando se funde la universidad y se levanten la mayoría de los edificios que contemplamos en la actualidad. Además, se trata de un tiempo en el que se experimenta un importante desarrollo de la agricultura, la ganadería y la industria.
No es sólo el paisaje urbano lo que hace especial a Baeza. La sobria belleza de la piedra y los campos de olivos que la rodean forman una pareja muy bien avenida, un escenario urbano-natural único de una belleza singular. La UNESCO teniendo en cuenta el conjunto artístico e histórico, mayormente renacentista, que atesora y alberga la ciudad, la declaró Patrimonio de la Humanidad en 2003.
La catedral y los callejones
La catedral de la Natividad de Nuestra Señora destaca sobre el resto del Conjunto Monumental en una plaza de Santa María preciosa, con la fuente, el antiguo Seminario y la Universidad. El templo católico se ubica en el lugar donde estuvo una antigua mezquita. Construida en estilo gótico fue consagrada en el siglo XIII en tiempos de Fernando III. A finales del siglo XVI, y tras hundirse su parte central, Andrés de Vandelvira sería el encargado de reconstruirla.
Posiblemente, al visitar la catedral en noches de luna llena, encuentres personas pasando la mano por una de las columnas que hay en las esquinas de la torre. Se trata de cumplir el sueño de casarse y, por lo que cuentan los más viejos del lugar, realizando esta pequeña acción se logrará con mayor facilidad.
El claustro de la catedral es un lugar tranquilo que refleja las diferentes culturas que han pasado por Baeza. Un templo precioso que, junto a las callejuelas que lo rodean, nos ofrece un paisaje de piedra que nos transporta en el tiempo. Un entramado de callejones fascinante por el que perderse caminando, imaginando historias de tiempos pretéritos.
Las preciosas fuentes de Baeza
La fuente más famosa de Baeza es la de Santa María, situada en la plaza del mismo nombre entre la catedral, las Casas Consistoriales Altas y el Seminario de Felipe Neri. Construida por el arquitecto baezano Ginés Martínez es (para muchos) la fuente más bonita de toda Andalucía.
Como en cuestiones de belleza no hay nada absoluto, los hay que prefieren la Fuente de los Leones. Situada en la Plaza del Pópulo, nos cuenta la tradición que proviene de la ciudad romana de Cástulo. La princesa ibera Himilce, esposa de Aníbal, preside la fuente con cuatro leones guardianes a sus pies.
Para entrar en la Plaza del Pópulo podemos hacerlo cruzando una de las dos entradas que se encuentran unidas, apoyadas la una en la otra. Por un parte, la Puerta de Jaén que era una de las puertas que daban acceso al recinto amurallado, por otra, el Arco de Villalar, levantado en 1526 para conmemorar la victoria sobre los comuneros.
En la misma plaza encuentro otro de los edificios emblemáticos de Baeza, las Antiguas Carnicerías. Edificio del siglo XVI, ha tenido diferentes funciones y emplazamientos desde su construcción, siendo utilizado como matadero municipal, secadero de pieles, archivo histórico, museo o sede de los juzgados en la actualidad.
Sin salir de la plaza contemplamos la Casa del Pópulo, como se denominaba el edificio de la Audiencia Civil y Escribanías Públicas. Nombre que le venía por estar la imagen de la Virgen del Pópulo en uno de sus balcones, utilizado como altar. Después de décadas de abandono, se restaura a mediados del siglo XX y se ubica en la parte baja la oficina de turismo.
Palacios, seminario y vítores
Caminando por las calles de Baeza nos encontramos importantes palacios como el de los Salcedo, donde destaca el patio con arcos de medio punto, o el de los Sánchez Valenzuela con su aire de fortaleza (fue casino de la ciudad), la casa de los Acuña (sus descendientes todavía habitan el edificio), el de los Cabrera (con sus escudos originales en su fachada plateresca) o el del Corregidor (construida como cárcel y sede del ayuntamiento desde finales del XIX).
El Palacio de Jabalquinto es una de las joyas de Baeza. Del siglo XVI, se trata del máximo exponente del gótico isabelino (aunque con un toque mudéjar). Sería Juan Alfonso de Benavides, señor de Jabalquinto (primo de Fernando el Católico), quien lo encargaría construir. Destaca en el exterior la decoración de su fachada de estilo gótico isabelino, y en el interior su impresionante patio renacentista.
Situado en lugar contiguo al palacio, el antiguo Seminario de San Felipe Neri es uno de los edificios que más llaman la atención en Baeza. Fundado por el obispo Fernando Andrade de Castro, era el lugar donde se formaban los futuros sacerdotes. De gran importancia durante siglos, su función originaria fue suprimida en 1969. Desde entonces ha sido utilizado como residencia estudiantil y escuela taller, o finalmente sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía. La Universidad de Baeza fue fundada en 1542 por San Juan de Ávila, eso sí, el edificio que vemos hoy es del siglo XVII.
Llaman la atención las letras rojas que vemos en su fachada. Son los famosos vítores (muy populares son los de la Universidad de Salamanca) realizados por los alumnos para conmemorar algún acontecimiento destacado, en honor de alguien o por alguna azaña realizada. Se afirma que el rojo proviene de la sangre de los toros, aunque en realidad parece que se trata de algún tipo de pigmento.
Entre algunas de las curiosidades de los vítores de Baeza está la de que a los alumnos de la cercana Úbeda no se les permitía realizarlos. Cosas de rivalidades entre ciudades vecinas. El vítor más popular es el que dedicaron al noble ubetense Diego de los Cobos. Junto a sus iniciales apareció una caricatura representando al susodicho cagando y una inscripción, “lerdos teólogos discípulos suyos”. Parece que las pintadas “gamberras” en las paredes de las universidades se llevan realizando muchos siglos.
En clase con Antonio Machado
Las ruinas del Convento de San Francisco son otro de los lugares que llaman la atención en la ciudad. Resalta la capilla mayor de los Benavides, realizada por Vandelvira. Sólo encontramos en la actualidad restos de la iglesia que formaba parte del convento fundado en 1538. Un terremoto en el XIX, y los saqueos napoleónicos, la llevaron a la ruina, sin embargo lo que nos ha llegado nos permite imaginar la que fue una de las obras más importantes de Andrés de Vandelvira, uno de los máximos exponentes de la arquitectura de la época.
Los arquitectos (y artistas) Ginés Martínez de Aranda y Cristóbal de Rojas, nacidos en Baeza, además del ya mencionado Andrés de Vandelvira, son algunas de las personas destacadas relacionadas con las artes en la ciudad. Los tres formarían el Taller Universal de Cantería de gran relevancia y calado en la cultura renacentista.
Siendo los arquitectos importantes, tener a Antonio Machado como residente, y docente, hace que Baeza tenga un algo especial. Un siglo después todavía podemos visitar el aula, con el mobiliario de la época, donde impartió clases. Con un poco de imaginación podremos ver cómo Machado ejerce de maestro con sus alumnos, e incluso imaginar ser uno de ellos.
Recorriendo la ciudad sin plano y sin rumbo aparente, dejándome llevar por ese algo que me guía en muchas ocasiones cuando decido guardar los mapas, llego a la vuelta de una esquina en la que me topo con una placa en la que se indica “aquí vivió el poeta Antonio Machado”. Parece que todos los caminos en Baeza llevasen él.
Un mar de olivos
Baeza flota en una balsa, pero no de agua. Su riqueza y sobriedad arquitectónica renacentista está rodeada de un mar de olivos que la envuelven de forma natural. Se mezclan en la ciudad el arte con la tradición y la historia. Una Historia que ha sabido conservar con integridad adaptándose a los nuevos tiempos. Señorial, provinciana y moderna a un mismo tiempo.
La visita a Baeza suele ir acompañada de un paseo por Úbeda. Siendo las dos renacentistas y de una gran belleza, quizá Baeza sea un lugar más intimo, más recogido, por decirlo de alguna forma, más poético.
Marcho sabiendo que volveré, y me vienen a la mente las palabras que Machado escribió sobre la ciudad:
“¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!”