Siguiendo los huellas de Marco Polo, decido ir a la provincia de Vayots Dzor, en el sur de Armenia. Me habían comentado que el viajero italiano había pernoctado en un caravasar en el paso de Selim varias noches, y no podía dejar escapar la ocasión de visitarlo. Puede que sea sólo una leyenda, pero, ¿a quién le importa? A mi al menos no.

El caravasar de Orbelian, como así se llama, fue construido en la época en que la Ruta de la Seda estaba en pleno apogeo. Se podría pensar en dicha ruta como un único itinerario, pero la verdad es que había decenas de rutas que conectaban Occidente con Oriente y una de ellas pasaba precisamente por el paso Selim. Una ruta que además de dejarnos este valioso ejemplo de caravasar (lo que podríamos denominar posada en la actualidad) donde paraban en la Edad Media a descansar tanto jinetees como animales, hizo del valle de Yeghegis un lugar próspero que hoy día sigue escondiendo joyas que muchas veces los viajeros pasan por alto.

Caravasares, restos de la Ruta de la Seda

El caravasar, uno de tantos de los que hay en Armenia, fue construido en 1332 como confirma una casi imperceptible inscripción en la entrada del edificio. Un edificio que se supone mandaron levantar el príncipe Orbelian Chesar (de ahí su nombre) y sus hermanos. Una anotación da muestras de ello: “En el año 1332, en el mundo de Busayyid Khan, Chesar, hijo del príncipe de los príncipes Liparit, y mi madre Ana, nieto de Ivaneh, y mis hermanos, hermosos como leones, los príncipes Burtel (Burtegh), Smbat y Elikom de la nación Orbelian, y mi esposa Khorishah hija de Vardan [y …] de los senikarimanos, construyeron esta casa espiritual con nuestros propios fondos para la salvación de nuestras almas y las de nuestros padres y hermanos que reposan en Cristo…”

Había leído que en el valle de Yeghegis se escondían, además del caravasar, joyas que muchas veces se pasaban por alto. Es cierto que Yeghegis ha disfrutado de mejores días, sobre todo en la Edad Media al estar en la Ruta de la Seda, pero también es cierto que todavía, aunque olvidado por la mayoría, sigue conservando una riqueza cultural de un valor histórico incomparable. El haber sido una de las ciudades más importantes de Armenia durante los siglos XIII y XIV ha dejado un poso cultural e histórico único en el país.

Un cementerio judío medieval

Después de recorrer las juderías españolas, mi interés por los judíos en la Edad Media ha ido en aumento. Por esas casualidades de la vida y de los viajes, resulta que por la zona, y no muy lejos del caravasar, hace algunos años habían descubierto un cementerio judío medieval. Había oído que era pequeño y que mucha gente no sabía de su existencia pero que las decenas de tumbas que conservaba estaba en muy buen estado. No se sabía mucho, y la mayoría de las personas con quien hablaba, lo desconocían por completo, como era el caso de mi conductor.

Hay veces que los gestos no son suficientes para una correcta comunicación, así que decide llamar a su hija para que le aclare qué es lo que quiero ver. Le explico que es un cementerio medieval judío que hay por los alrededores, no muy lejos de donde me encuentro con su padre. Imagino que tras buscar en internet, le explica a su padre qué es aquello que quiero visitar. Ya en el pueblo, preguntamos a unas señoras que nos encontramos por la calle, y nos dan las indicaciones para llegar hasta allí. A las afueras, escondido entre árboles y tras cruzar un río (separando el mundo de los vivos del de los muertos), me encuentro con las sepulturas. El silencio y el descubrimiento de grandes losetas en un campo de hierba me dejan asombrado. Tumbas con inscripciones en hebreo y arameo, posiblemente de judíos de origen iraní. Unas sepulturas de unos 700 años, siendo la más antigua de 1266 y la más nueva de 1346. Parece que sus orígenes son un misterio, así como lo es el abandono de los judíos del lugar.

Tan entusiasmado quedo al ver las tumbas prácticamente igual a como estaban hace siete siglos que tardo en percatarme de que hay alguien hablándome. Dimitri. Me cuenta, o eso es lo que creo entender, que fue él quien descubrió el cementerio hace unos años. Que fue descubriendo y escarbando con sus manos las tumbas una a una. Que tiene visitas de todo el mundo, incluyendo de Israel y de los Estados Unidos, y que por lo general la gente es generosa con él. Entiendo que quiere una propina así que se la doy. Se la ha ganado sobradamente por su descubrimiento. Me trata de explicar que los americanos le suelen dar 10 euros. Le explico que no soy americano con una sonrisa y quedamos tan contentos, él con su propina y yo con mi cementerio.

Zorats, la iglesia que bendecía guerrerros y caballos

Lo más curioso de Yeghegis es seguramente su iglesia, Zorats. Iglesia posiblemente del siglo X con tumbas a su alrededor y que es un ejemplo único de estructura en toda Armenia. Nunca antes había visitado un templo que fuera creado para bendecir a los soldados antes de la batalla. Esto no es lo peculiar, lo curioso es que la iglesia se construyó del tal modo que los guerreros pudieran ser bendecidos sentados en sus caballos antes de partir a la batalla. No tiene sala interior y el altar está más alto de lo normal. Cuestión de economizar el tiempo y salir a luchar cuento antes. Se ve que las prisas no son algo del siglo XXI. En la época era normal bendecir a las tropas antes de la batalla pero ninguna iglesia en Armenia había sido construida con ese objetivo, siendo soldado y caballo bendecidos conjuntamente al aire libre.

Yeghegis tiene muchos otros tesoros históricos pero la noche está apunto de llegar y debo regresar a Ereván. Hay lugares menos conocidos y transitados que guardan tesoros, que por esas cosas que no llego a entender, casi nadie visita. En Armenia, al igual que en el resto del mundo, estos lugares suelen ser los más interesantes. Los buenos tiempos de Yeghegis ya pasaron pero sigue conservando ese aroma a los viajes del pasado, a viaje auténtico.

Mis días por Armania van llegando a su fin y al recapitular no encuentro un lugar que me haya gustado tanto ni sea tan interesante como Yeghegis y sus alrededores. Un caso único dentro del país. Un pueblo que defiende con orgullo su patrimonio y su pasado, que en este caso si que fue mejor (y mucho). La verdad que no me importa si Marco Polo pasase por allí, lo que es seguro es que si lo hizo debió quedar tan entusiasmado como he quedado yo.