Hubo un tiempo en que la producción de sal y su posterior exportación era uno de los ingresos más importantes de Hong Kong. Mucho antes de las finanzas, incluso antes del Made in Hong Kong, la sal de la economía jonkonita era precisamente la sal. No hablamos de la Edad Media sino de hace poco más de cincuenta año

Uno de los lugares donde más se producía dicha sal era la isla de Yim Tin Tsai (“Pequeño Campo de Sal”) a escasos veinte minutos en barco de Sai Kung. La isla que tuvo su esplendor en los años 50 empezó su decline con el declive de la agricultura en los años 70. De los 500 habitantes (1000 según otras cifras) no queda ni rastro, y los 100 estudiantes que llegaron a asistir a clase cada día en los mejores años, viven en otros lugares. La concurrida escuela cerró sus puertas en los años 90 debido a que ya no había niños que la dieran uso. Lo que no hace muchas décadas era una isla llena de vitalidad dedicada no sólo a la producción de sal, sino también a la agricultura y a la pesca, es hoy un lugar semi abandonado que lucha por su supervivencia y en el que no todo son malas noticias, parece que aunque no volverá a ser lo que era, hay una cierta revitalización del lugar según me cuentan algunas de las pocas personas que encuentro en mi paseo recorriendo la isla. Incluso presencio una entrevista a alguna de las personas que tratan de que la sal vuelva a tener cierta importancia en la pequeña isla aunque sólo sea para enseñar como se produce a aquellos visitantes que estén interesados. Nunca será lo mismo pero podemos hacernos una idea de cómo era la vida en la isla y como se ganaban la vida sus moradores.

Dependiendo de según que fuentes la isla se habitó en diferentes fechas,  hace 400 años según unos, 300 según otros y en el siglo XIX según algunos más. En lo que parece que no hay duda es el que los primeros moradores que se asentaron fueron el clan Hakka de los Chan, cuyos descendientes instalaron la producción de sal como uno de sus mayores ingresos, llegando a tener una producción de 24000 metros cuadrados. No sólo se consumía en Hong Kong sino que la exportación era la mayor fuente de los ingresos en la venta de sal.

No sólo la producción de sal hace especial Yim Tin Tsai, sino que es una de las comunidades católicas más antiguas de Hong Kong. En 1866 se bautizaron los primeros residentes y en menos de diez años todos los habitantes de la isla ya habían sido bautizados. Aunque los primeros evangelizadores de la isla en el siglo XIX fueron G. Origo primero y S. Volonteri, años después, la figura más destacada y a quien se dedica una capilla en su honor es Joseph Freinademetz, levantada en 1890 en sustitución de una anterior de 1876 y a quien Juan Pablo II canonizaría por su trabajo en China.

Puede que el Pequeño Campo de Sal nunca vuelva a ser lo que fue pero pasear por sus calles, disfrutar de su vegetación y recorrer la isla pausadamente proporciona una sensación de calma y tranquilidad incomparable. Caminar por una isla que está prácticamente abandonada produce un poco de desconsuelo, tristeza por ver la decadencia de uno más de los territorios de Hong Kong, de ser espectador de cómo la modernidad va devorando territorios y lugares prósperos y vitales hace sólo unas décadas. Bien es cierto que siempre hay alguien que saca provecho, en este caso la naturaleza, que poco a poco ha ido reconquistando lo que una vez fue suyo y las casas tradicionales de la isla, de forma lenta pero sin pausa, se van mimetizando con ella.