En Hong Kong puedes encontrar representadas una gran cantidad de las religiones del mundo, algunas mayoritarias y otras no tanto. Y luego está la religión más profesada en la ex colonia, que por mucho que lo intento, no consiguo comprender ni descifrar pero que me atrae. De la religión china me llama mucho la atención la mezcla, sin prejuicios ni problemas, de diferentes creencias, y sus diversas formas de practicarlas. El punto central es la adoración de los dioses locales y de los antepasados. Las religiones monoteístas siempre me han parecido un poco pretenciosas y aburridas y esa variedad de dioses jonkonita me atrapa.

Uno de los dioses que se veneran en Hong Kong es el General Che (Che Kung), general del ejército, personalidad de gran importancia durante la Dinastía Song (1127-1279) y que llegó al estatus de divinidad, una vez muerto, debido a su lealtad y valentía, destacando su gran aportación en la supresión de rebeliones. Como muchos otros dioses, Che Kung fue primero una figura histórica y luego pasó a ser dios reverenciado y adorado.

El templo de Che Kung en Tai Wai-Shatin (según cuenta la historia, salvó a los habitantes de Shatin de una peligrosa plaga) es el más grande e importante de Hong Kong dedicado a su figura. El templo original se construyó en el siglo XVII y ha sufrido varias reformas, en 1890, 1993 y finalmente en 2004, dejando el lugar de culto sin la autenticidad de antaño, según los entendidos. Ni soy entendido ni vi el templo antes, pero en mi caso, disfruto de lo que veo.

Si estás por Hong Kong el segundo y tercer día de la primera fase lugar del año, estás invitado al aniversario de Che Kung. Cada año acuden al templo en su honor más de 100000 devotos. Eso si que es una fiesta de cumpleaños y no la tuya a la que van cuatro amigos. Y ya que vas a celebrarlo, pides protección y un poco de buena fortuna, observas la figura gigante del general en el actual templo (construido para dar cabida a tantos seguidores), haces girar la rueda de la fortuna con forma de ventilador tres veces en busca de un poco de suerte, y una vez que te dispones a abandonar el templo y dejar el incienso y los rezos por un rato, decides escuchar qué futuro te espera de boca de los adivinadores situados a la salida.

Aunque no sea religioso ni tenga una simpatía especial por el rezo, visitar cualquiera de los templos de Hong Kong es una experiencia única. Una experiencia que no dejo de repetir una y otra vez.