Toda la semana pensando que estaría bien ir al Ikea a comprar un par de cosillas que me faltaban para el mini apartamento. Había pospuesto la tarea una y otra vez ya que la verdad es que los centros comerciales no me entusiasman. Unas veces porque al llegar en vez de entrar había continuado hasta los 10000 Bhudas (os lo contaré en otra ocasión). Otras porque en vez de bajarme en Shatin había seguido en el tren hasta China. Una más había evitado deambular entre muebles y lo había cambiado por acercarme hasta el tempo de Che Kung. Parecía que ya no había remedio y que por fin esta vez volvería a casa con algo para montar. Algún mueble del Ikea me refiero. Me bajo del vagón, me acercas hacia la calle y desciendo la rampa que me habría de llevar hasta el templo del mueble, cuando de repente veo una señal (física, no divina, lo aclaro para que no haya malentendidos) indicadora en la que no había reparado con anterioridad. Un lugar denominado Tao Fong Shan reclamaba mi presencia y dejo, con gran pesar una vez más, las compras y los montajes de trozos de madera para mejor ocasión.
Camino con la ilusión de un niño pequeño al que le han permitido no ir al colegio a estudiar y dedicarse a hacer lo que le de la gana. No se lo que me voy a encontrar pero camino con la alegría de saber que será algo que no conozco y con eso ya es suficiente. Después de casi media hora de caminata en ascensión y con curvas a derecha e izquierda llego al lugar indicado en la salida de la estación de Shatin. Un lugar con edificios catalogados como históricos, edificios que aun siendo destinados al culto cristiano poseen un estilo de construcción chino que les hacen muy atractivos. Un sitio además en donde disfrutar de sus maravillosas vistas y preciosos y verdes alrededores.
Una vez allí aprendo que Tao significa “el camino” pero que también puede significar “el logos” referido a Cristo. Fong se podría traducir como “viento” o el Espíritu Santo. Siendo Shan montaña tendríamos el nombre completo de nuestro lugar de visita, Tao Fong Shan o “la Montaña del Viento de Cristo”.
Un misionero noruego por Hong Kong
Suena un poco extraño que en un país donde predomina la religión china y la budista, un misionero noruego (Karl Ludvig Reichelt) fundase en 1930 un centro cristiano, en concreto Tao Fong Shan. Antes de llegar a Hong Kong, el fundador del centro había sido enviado a la provincia China de Hunan a principios del siglo XX. Es en China donde el misionero Karl empieza a pensar en compartir la música gospel entre los seguidores budistas. En 1922 se instala en Nanjing pero debido a los problemas y al caos causados por la Guerra Civil China, se traslada en 1930 hasta el área de Shatin en Hong Kong. Será allí donde junto al arquitecto danés Johannes Prop-Moller, diseñan el edificio que puede verse en la actualidad.
No siendo una persona muy religiosa, todos, o la mayoría de edificios religiosos me causan admiración además de transmitirme sosiego, cosa que agradezco más que mucho. Aquí además, encuentro un laberinto en el que meditar mientras camino, un recorrido que hace que se unan el cuerpo y el espíritu. Sin trucos ni atajos, se realiza todo el recorrido desde el principio hasta llegar al final en el centro del mismo. No se trata de engañarte para que te pierdas, sino de ayudarte a encontrar tu camino. De que caminando por el laberinto se reduzca el estrés que tenemos, calme nuestras mentes, conecte nuestro cuerpo con la tierra y nos abra el corazón.
Supongo que la paz que encuentro en los lugares religiosos, aunque no sea practicante de ningún credo en concreto, será la razón por la que no puedo evitar visitar todos los centros o edificios religiosos que voy encontrando a mi paso. Bueno todos no, en algunos no es permitida tu entrada, pero esa es otra historia. En Tao Fong Shan eres bienvenido, así que si alguna vez tienes que ir al Ikea a comprar algo ya tienes una excusa perfecta para acercarte por la “Montaña del Viento de Cristo”.