Después de visitar las ruinas de Apollonia, las restos de la fortaleza en Vlore y el monasterio-isla de Zvernecs, mi camino albanés continuaba camino a Saranda, una de las ciudades con más encanto de la Riviera albanesa. Al menos eso es lo que afirma la publicidad sobre la ciudad. Sin ser nada decepcionante, sí que posiblemente se trató de lo menos atractivo de mi periplo por Shqiperia. Cada uno tiene sus gustos, supongo. Lo que hace décadas había sido un pueblo pesquero se ha convertido en una ciudad playera como cualquier otra ciudad playera en cualquier otra parte del mundo. La mitad de Tirana y una parte de Italia se acercan hasta aquí a disfrutar del sol, la playa, la marcha nocturna y las cervezas.
Antes de llegar a Saranda decidí hacer parada y fonda en un pequeño pueblo de costa. Quería ver cómo veraneaban los albaneses y decidí que me quedaría en Qeparo. Después de unos días sin descanso me apetecía (y necesitaba) un día tranquilo, de reposo, de buena comida y de paseos por la playa. Con esos ingredientes pasé mi merecida jornada “playera”, a lo que añadí una visita al castillo de Palermo, situado a pocos quilómetros del pueblo.
Llegada a Saranda
Tras el breve descanso, el autobús que me llevaba al sur llegaba al centro de Saranada. Un calor asfixiante me recibiría. Cosas del verano, pero sobre todo cosas del mediodía del verano. Al contrario que la mitad de Tirana y la parte de Italia que se encontraban por Saranda, yo no había viajado hasta la popular ciudad a disfrutar de sus playas, ni de su bulliciosa noche, sino que el motivo principal de mi visita era acercarme hasta las ruinas de Butrint. Como mi llegada no había sido a una hora prudencial, me informan que ya no era posible acercarme a ver los retos la la antigua Buthrotum, que deberé dejarlo para el día siguiente. Disponía por lo tanto de una tarde para descubrir Saranda, y tenía la impresión de que debería haber algo escondido tras las gentes bronceadas y el paseo marítimo con coches de alta gama.
Indago un poco y encuentro que en las afueras de la ciudad hay un pequeño castillo, Lekursi, y que también a las afueras pero en dirección opuesta, quedan los restos de un antiguo monasterio dedicado a 40 santos, de donde parece provenir el nombre de la ciudad, Ayii Saranda. Ya tengo la tarde hecha, pienso, y no va a ser tan mala como había imaginado al bajarme del autobús con el calor asfixiante del calor de mediodía de un verano caluroso. Además, me comentaron, en el centro de la ciudad todavía eran visibles los restos de una antigua sinagoga (quizá de sefardíes, y quién sabe si alguno de ellos llegó a vivir en Sefarad). Ahora sólo necesitaba alguien que me llevara a realizar las visitas.
De visita en un Mercedes destartalado
El hijo de la señora del lugar donde me hospedaba, no lo llamaría hotel aunque ellos sí, se ofreció a hacer de conductor por un módico precio. No he pasado tanto miedo en mi vida. El chaval (he olvidado su nombre, o quizá lo he querido olvidar) debió pensar que tenía prisa, o posiblemente le gustase correr más de lo normal. Lo que estoy seguro es que le encantaba verme acojonado. Por más que le advirtiese del miedo que sentía al derrapar por las curvas de arenisca, él no hacía caso. “El coche es mío y conduzco como quiero” parecía quererme decir.
Con el susto en el cuerpo es difícil disfrutar mucho del trayecto. No será hasta que lleguemos al primer destino, y al bajarme del coche, cuando recobre la tranquilidad que da pisar en suelo firme. El disfrute de las vistas desde el castillo por su parte hizo, aunque fuese por unos instantes, que me olvidase del viejo mercedes destartalado. Construido en el siglo XVI, el castillo no el Mercedes, en la cima de una colina, ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad y de la isla de Corfú. Se trataba de una posición ideal para proteger a la ciudad de los invasores que podrían haber intentado llegar por mar. Imaginando piratas y asaltantes quedo embobado mirando el horizonte, no se si por la belleza del paisaje marino o por las pocas ganas de volver a montar en el ruinoso automóvil.
El Monasterio de los Cuarenta Santos
El Monasterio de los Cuarenta Santos sería la próxima parada. Parece que el chaval se había calmado un poco, y la prisa ya no era tanta. Llegamos sin grandes sobresaltos. La primera visión me confirma que poco queda del monasterio original del siglo VI. Además, la cripta cuando llego está cerrada. Me queda recorrer las ruinas e imitar a las cabras que por allí saltan entre las piedras. Piedras que formaron parte del monasterio construido en honor a esos 40 mártires cristianos (soldados romanos) que enviaron a la muerte en Siberia por no renunciar a su religión. Saranda, “40” en griego, parece tomar su nombre de esta historia.
Después de las emociones y del mareo en el desvencijado Mercedes, le digo al conductor kamicace que el resto del día ya me quedo solo, que no hace falta que preocupe por llevarme a más sitios. Mi última visita son los restos de la sinagoga y están en el centro de la ciudad, con lo que puedo llegar caminando en un tranquilo paseo. Unas ruinas que confirman la presencia de una importante comunidad judía en el siglo V de nuestra era. Poco queda del edificio original que sirvió de centro comunitario y de escuela aparte de una serie de mosaicos de animales y algún símbolo judío. La recuperación llevará su tiempo, pero parecen decididos a ello. Sin duda un remanso de historia en medio de una ciudad tan bulliciosa.
Butrint, Buthrotum o el sacrificio del toro
Cada uno tiene sus rarezas cuando viaja. A mi me encanta, siempre que puedo, visitar los lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La razón de bajar hasta Saranda no era conocer los locales nocturnos de moda en la noche albanesa veraniega. El motivo principal era acercarme hasta el sitio arqueológico de Butrint, muy cerca de la ciudad turística y en frente de la isla griega de Corfú.
Hay que remontarse muchos siglos atrás, al VII a.C., cuando unos colonos griegos de Corfú fundaron una población que denominaron Buthros. En un principio, la construcción de la ciudad siguió el trazado típico griego (con sus templos y teatro), y sería con la conquista romana cuando se añadiría la muralla, se levantarían una basílica y un baptisterio paleo cristiano, y pasaría a denominarse Buthrotum. Quizá de todas las etapas, la romana sea la de mayor importancia. En 228aC se convirtió en protectorado (Bouthroton) junto a Corfu y seguiría siendo romano hasta el siglo VI de nuestra era.
En el siglo VII de nuestra era, tras las invasiones eslavas, fue abandonado, más tarde reconstruido tras ser reconquistado por las tropas bizantinas, para después ser gobernado por un breve periodo de tiempo por los venecianos, y finalmente ser abandonado en la época medieval tardía. Muchos pueblos pasaron por el lugar a lo largo de su hitoria y todos los periodos y pueblos que habitaron Butrint dejaron su huella.
El primero que se refiere a Butrint, al menos que tengamos constancia, es Hakateay quien en el siglo VI a.C. afirma que la ciudad se construyó según Troya y que su nombre se refiere al sacrifico de un toro, Buthrotos, proporcionado por el troyano Eneas en su camino hacia Dodoma.
Un teatro que sigue celebrando espectáculos
Da gusto pasear por Butrint, dejarse llevar por la imaginación, por la historia y por las leyendas, y disfrutar de unas ruinas en un más que aceptable estado de conservación. Puedo contemplar y sentarme en su su teatro, construido por los griegos y reformado y ampliado por los romanos. Uno de los mejor conservados de Albania con capacidad para unos 5000 espectadores. Un teatro que sigue celebrando espectáculos cada mes de julio. También puedo imaginar las estatuas de Apolo, o de la diosa de Butrint, las cabezas de mármol de Zeus o el retrato de Agrippina.
Por imaginar, puedo incluso verme viviendo, o al menos visitando, el Palacio Trilobulado, propiedad de una persona con rango senatorial como nos manifiesta la inscripción hallada en un mosaico. Visito la basílica, con sus tres pasillos y naves, que siguió funcionando como iglesia hasta el siglo XVIII, pero si hay un edificio que llama mi atención es el baptisterio paleocristiano. Un edificio bautismal situado en un edificio circular que todavía conserva parte de sus columnas y de sus mosaicos en el suelo. Uno de los mejores edificios de su estilo construido bajo mandato del emperador Justiniano.
Las épocas veneciana y otomana también dejaron su impronta en la ciudad. Así podemos observar y disfrutar del castillo del canal de Vivari, que se levantó durante la época de Ali Pashe Tapoelena, o el castillo en forma triangular, también construido bajo su mandato. De los venecianos nos queda una fortaleza construida para controlar el acceso al área. Butrint, situado en un lugar privilegiado para ser asentamiento y centro comercial en el Meditaráneo, como la mayoría de los lugares con muchos siglos de historia, es una amalgama de culturas y de pueblos. Enclave que se convirtió en un lugar importante en las rutas comerciales, llegando a ser uno de los principales centros marítimos del mundo antiguo en el siglo IV a.C.
Butrint sería mi última parada por las zona costera albanesa, y la última de mis vistas a antiguas ciudades romanas y griegas por el país. Un país lleno de historia, cultura y belleza que sorprende por su diversidad. Hay en la sorprendente Shqipëria oferta para todos los gustos.