En el sur de la provincia de Córdoba, dentro de la comarca Subbética, entre viñas y olivos, se sitúa una ciudad con un patrimonio histórico sorprendente. Hoy prácticamente en el olvido, pocas comunidades judías tuvieron un papel tan destacado y preponderante como la que se estableció en Lucena. Dentro de las juderías de lo que fue Al Andalus, el esplendor cultural de la denominada “Perla de Sefarad” no tuvo parangón en su época.

La hoy conocida como Lucena, fue denominada al-Yussana por los musulmanes, y los judíos la llamaron Eliossana. Si buscamos la atracción de la ciudad por la intelectualidad, tenemos que mirar a las persecuciones que sufrieron los judíos en Granada y Córdoba, lo que hizo que muchos de ellos se refugiaran en Lucena. La ciudad bien pudo fundarse en el siglo VIII y se componía de un recinto amurallado que albergaba en su interior una población exclusivamente judía. Sin duda, una curiosidad en la época, por lo que no sería propio referirnos a un barrio judío al uso, ya que la comunidad hebrea ocupaba todo el entramado arquitectónico intramuros.

Eliossana, «La ciudad de los judíos»

Para hacernos una idea de lo que era Lucena en su tiempo nada podemos aportar más que lo que dejó escrito el viajero y geógrafo árabe Al-Idrisi, quien escribió: “Entre el sur y el oeste (de Cabra) está Lucena, la ciudad de los judíos. El arrabal está habitado por musulmanes y algunos judíos; en él se encuentra la mezquita, pero no está rodeado de murallas. La villa, por el contrario, está ceñida de buenas murallas, rodeadas por todas partes de un foso profundo y por canales cuyos excedentes de agua vierten en ese foso. Los judíos viven en el interior de la villa y no dejan penetrar en ella a los musulmanes. Son allí los judíos más ricos que en ningún país sometido a la dominación musulmana, y están muy sobre aviso de las empresas de sus rivales”.

Una descripción de la ciudad que nos permite imaginarnos perfectamente Eliossana, la “Perla de Sefarad”. Considerado el cartógrafo más relevante de la Edad Media, lo que le valió el sobrenombre de el  Estrabón árabe, Al-Idrisi aporta tanta información y tantos datos geográficos, sociales o literarios en su obra, que es utilizada muchas veces para estudiar lo que era Al-Andalus.

Nada se sabe con certeza de cuándo llegarían los judíos a Lucena, aunque siempre las leyendas ayudan a hacernos una idea. Una de ellas afirma que una vez se produjo la destrucción del primer templo de Jerusalem, ya algunas familias se establecerían en lo que sería para ellos Eliossana. Si bien no se sabe cuándo llegaron más que por leyendas, lo que sí podemos saber mejor es cómo vivían basándonos en fuentes literarias. Así, comprobamos cómo la agricultura era muy importante, en especial la dedicada a viñedos y olivares, lo mismo que las actividades textiles y la tintorería.

Centro cultural judío mundial

Ya a finales del siglo IX se encuentran documentos que constatan la presencia judía en Lucena, y sería a partir de entonces cuando encontremos gran cantidad de documentos literarios y poéticos. No resulta extraño que se formase en la «Perla de Sefarad” la Academia de Estudios Talmúdicos, en la que se juntaron eminencias en el plano intelectual, como filósofos, médicos o poetas del momento. Algunas de las personalidades que pasaron por la ciudad fueron Jehudá ha Leví, Abraham Ibn Ezrá o el gran Maimónides. Saldrán de Eliossana algunos de lo que después fundarían la escuela de traductores de Toledo.

El importante filósofo medieval Maimónides tomó como punto de comienzo una obra de Al-Fasi, Halakot («Leyes»), una de las síntesis más importantes del Talmud. Al-Fasi fue jurista y uno de los más destacados talmudistas junto a Maimónides, aunque mucho menos conocido. Se trató de uno de los presidentes de la academia de Lucena, lugar donde fue sepultado en 1103 (si bien su lugar de nacimiento fuese Argelia). El epitafio en su tumba, escrito por ibn Ezra apunta: “aquí está enterrada la fuente de la sabiduría”. Por su parte, dos personalidades destacadas tudelanas se relacionarán con Eliossana. Por un lado el poeta ibn Ezra quien dedicaría una de sus obras más significativas al esplendor cultural de Lucena, y por otro lado yehudá ha-Levi, que también pasó por la Perla de Sefarad.

Aunque pocos restos arquitectónicos quedan de la existencia judía en Lucena, sí que notamos su presencia en varios puntos de la población. Así, en uno de los barrios más antiguos, el de Santiago, se halla la iglesia del mismo nombre, la cual fue construida con restos de la iglesia de San Mateo, que fue mezquita en su tiempo, que a su vez se situó en el lugar donde tenía su emplazamiento una sinagoga. Estudios más recientes sitúan la Sinagoga Mayor en el lugar donde está San Mateo y no Santiago como se llegó a pensar, ya que ésta se encontraría extramuros, debiendo situarse la sinagoga principal dentro de la zona amurallada que es donde habitó la comunidad judía al menos durante los siglos IX y X.

Templo judío, musulmán y cristiano

Bien pudiera ser que los almohades a mediados del siglo XII al arrasar la Lucena judía convirtieran la sinagoga en mezquita. Cien años más tarde, con la llegada de los cristianos, la mezquita pasó a ser parroquia. En un momento en que se produjo una ampliación, unas columnas anteriores no fueron del agrado y se trasladaron a Santiago, donde todavía las podemos encontrar hoy, nos cuenta el estudioso Palma Robles. Será tras la invasión almohade cuando gran número de judíos de Lucena marchen al norte, instalándose muchos de ellos en Toledo aportando un gran bagaje cultural y poniendo su grano de arena en lo que ha sido la ciudad denominada de las Tres Culturas.

Se accede al barrio de Santiago por la calle Flores de Negrón. Barrio que rinde homenaje al pueblo judío en la persona de Yosef Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas, uno de los rabí más importantes de la ciudad y quien tiene un busto en la plaza colindante a la iglesia de Santiago. Nacido en Sevilla o Córdoba a finales del siglo XI, desde muy joven vivió en Lucena para estudiar con el talmundista Al-Fasi, durante casi tres lustros, llegando a estar al frente de la Academia.

Nada queda, aparte de la historia, de las antiguas Puerta Blanca, Puerta de la Villa o Puerta de Granada, lugares por donde los judíos tendrían que cruzar para entrar o salir de la ciudad. Sí continúa en pie, y luciendo espléndido en el centro de la ciudad, el castillo. Hoy seguramente luzca muy diferente a cómo lo hacía siglos atrás. Probablemente mantenga su parte central, realizada en los siglos XI y XII durante la época judía de la ciudad, aunque la conquista cristiana traería fuertes transformaciones en la fortaleza.

Llegado 1148 los judíos no tuvieron más elección que islamizarse o morir, produciendo el cierre de la Academia y la desaparición del judaísmo de Lucena. Desaparecía la «Perla de Sefarad”. Ya no se volverían a recibir consultas desde las más diversas partes del mundo y Eliossana pasaría a formar parte de un legado que desparecería para siempre. Siglos más tarde, muchas familias de conversos buscando el lugar donde habitaron sus antepasados, volvieron a establecerse en Lucena, ocupando incluso puestos de gran importancia.

Un cementerio medieval judío

Sin duda la mayor herencia física que encontramos en Lucena es su cementerio medieval judío. Se trata más de 300 tumbas descubiertas al realizar unas obras en la carretera, y que albergaban los restos de personas que vivieron en torno al año 1000, momento de máximo esplendor de la «Perla de Sefarad». El cementerio judío tenía que tener una serie de características. Por un lado tenía que estar en tierra virgen, ésta debía estar en pendiente, y estar orientado a Jerusalem. Además el cementerio tenía que tener acceso directo desde el barrio judío para que no se produjesen enterramientos dentro de la ciudad, y por lo general había que cruzar un río para acceder a él. El agua separaba el mundo de los vivos del de los muertos.

Al contrario que en otras juderías de Sefarad, los graves problemas y su desaparición vinieron mucho antes que en otros de sus vecinos. No hubo que esperar a finales del siglo XIV o al Decreto de Expulsión, ya con la invasión almorávide comenzó su decadencia para más tarde, en 1148 con la llegada de los almohades, quedar enterrada para siempre la «Perla de Sefarad», y pasar a formar parte solamente del recuerdo. La perla dejaba de brillar y sus habitantes comenzaban de nuevo un exilio. Toledo sería el destino de muchos de ellos. La nueva Jerusalem.

Paseando por las mismas calles que vieron hacerlo hace mil años a los judíos, se hace difícil imaginar que estamos transitando por un autentico jardín de la cultura. En Eliossana la poesía en concreto, y la cultura en general, hacían de la ciudad el centro erudito del mundo judío. Su Academia rabínica sin duda era la más importante en la época. Antes de que lo fuese Toledo, Lucena ya había sido un centro cultural a nivel mundial.