Era el año 1559 y Valladolid se convertía en el escenario de uno de los acontecimientos religiosos más importantes de la época en Europa: los autos de fe. Actos públicos organizados por la Inquisición y generalmente abiertos al público. Una Inquisición instaurada en Castilla en 1478 en época de los Reyes Católicos y que se había establecido en Valladolid en 1488. Con estos procesamientos se trataba de luchar, entre otras ideas, contra el luteranismo, su expansión por la ciudad y por el reino. Mediante estos autos, a los previamente condenados (por herejía o cualquier otro pecado contra la iglesia) se les ofrecía la posibilidad de abjurar de sus pecados y mostrar arrepentimiento.

Se trataba de un gran acontecimiento al que asistían gentes de infinidad los lugares, no sólo del reino sino también del extranjero. Autos de fe que pretendían servir de ejemplo a todos, asistentes y no asistentes.

Es en esta época donde Miguel Delibes ubica la historia que narra en “El hereje”. Mezclando realidad y ficción, encontramos un libro apasionante que nos describe detalladamente cómo era la época y la lucha de la clase dirigente contra cualquiera que siguiera o defendiera las tesis luteranas.

Los autos de fe de 1589

La novela gira entorno a los hechos históricos de los autos de fe de 1589. Mezcla personajes reales como Agustín Cazalla, su madre Leonor de Vivero o Carlos de Seso, con otros inventados pero que bien pudieron existir, caso del protagonista Cipriano Salcedo. Siguiendo los pasos que nos describe el autor en “El hereje” podemos recorrer los lugares en los que Delibes ambienta su novela e intentar trasladarnos al Valladolid del siglo XVI, momento en el que la ciudad vivía su máximo esplendor.

Observando los acontecimientos que nos describe el libro podemos hacer una ruta por la ciudad, un viaje al pasado, al siglo XVI, a una época de gran pujanza de Valladolid. Aunque cambiada en estos más de cuatro siglos desde que acontecen las andanzas de la novela, todavía hoy podemos hacernos a la idea de cómo sería la ciudad de la época. Acercarnos a la Plaza de San Pablo, en cuyos alrededores (en la actual calle Angustias) estaría el hogar de nuestro protagonista, Cipriano Salcedo, y disfrutar de la impresionante fachada-retablo de su iglesia. Cerca de la plaza encontramos también el Palacio de Pimentel, lugar de nacimiento de Felipe II, y muy cerca vemos el Palacio de los Vivero, en el cual se casaron los Reyes Católicos, que pasaría a ser propiedad de la Corona y sería habilitado para Chancillería.

El hermano del protagonista, Ignacio Salcedo, es el representante en la novela del mundo de los letrados, siendo oidor de la Real Audiencia y Chancillería.

Quizá no haya sido la más famosa de España pero Valladolid fue capital del reino allá a comienzos del siglo XVII. De forma efímera, pero lo fue. Décadas antes, ya disfrutaba de una posición privilegiada en la que nobles, mercaderes, banqueros (algunos italianos como Fabio Nelli) o comerciantes poseían palacios y casas señoriales que mostraban la riqueza que se respiraba en Valladolid. Muchos de estos palacios y mansiones fueron abandonados, y en los siglos XIX y XX ya habían desaparecido, unas veces por dejadez otras por el derribo de los mismos. Los bloques de pisos han ocupado su lugar en muchos casos aunque todavía quedan algunos, y muy bonitos, en pie.

Seguimos caminando y nos acercamos hasta la Plaza de la Trinidad, lugar donde Salcedo tenía su almacén de lanas. A poca distancia podremos ver, e incluso cruzar, el Puente Mayor cerca del cual estaban la judería y dicho local. Puente (único que cruzaba el río Pisuerga por esta zona) que atravesarían los comerciantes cada vez que tenían que ir a Burgos a vender sus lanas. No muy lejos de la zona, podemos callejear por la calle Santo Domingo de Guzmán donde está ubicado el Convento de Santa Catalina de monjas dominicas, las cuales estuvieron muy implicadas en todo el proceso del Doctor Cazalla.

Enterramientos y desenterramientos

Llegamos hasta San Benito el Real, con su impresionante pórtico y torre, su claustro y su capilla de los Condes de Fuensaldaña. Se trata del lugar donde se enterró a Leonor de Vivero, madre del doctor Cazalla, y de donde se la desenterró para llevar sus huesos a la hoguera en los comentados autos de fe de 1559. Hoy, todo el complejo está muy cambiado y alberga el magnífico Museo Patio Herreriano.

Aunque al acercarnos a la plaza de la Fuente Dorada intentemos buscar la taberna Garabito de la calle Orates, lugar donde el protagonista alternaba con sus amigos y disfrutaba de los vinos de la zona, no lo conseguiremos. La taberna y la calle donde se ubicaba ya no existen pero en su lugar podremos encontrar bares y restaurantes para disfrutar de la gastronomía y de los vinos de la tierra.

La Plaza Mayor (Plaza del Mercado en la época) es visita obligada en Valladolid, y no sólo siguiendo la ruta de «El hereje». Una plaza muy cambiada (debido sobre todo a un incendio ocurrido en 1561) a como era en el siglo XVI cuando allí se celebraban los autos de fe. Se llevaba a los condenados (entre los que se encontraban los personajes de la novela incluyendo el Doctor Cazalla) hasta la plaza cubiertos con capirotes y sambenitos en el pecho. Hoy sigue conservando su uso como lugar de celebración de todo tipo de fiestas, eso sí, entre los festejos ya ni se juzga ni

se quema a nadie. Desde la plaza, los “herejes” eran llevados por la calle de Santiago (donde podremos ver una placa conmemorativa del libro y que recuerda que era allí donde el doctor Cazalla predicaba cada viernes) al lugar donde se ejecutaba la condena, fuera de los muros de la villa. En la actual Plaza Zorilla los condenados, dependiendo del caso, eran quemados vivos o bien, si se habían arrepentido y confesaban, eran ejecutados con el garrote vil antes de enviarlos a la hoguera. Todo un detalle por parte de los inquisidores. Con esto se daba así fin al proceso.

Las ciudades se pueden recorrer de una y mil formas diferentes, hacerlo visitando los lugares de una novela como “El hereje” hace que te transportes a un tiempo lejano y que puedas hacerte a la idea de cómo era la vida en el siglo XVI. Una época en la que Valladolid era una ciudad próspera con gran fervor religioso. Paseando por sus calles, sin darnos cuenta, habremos disfrutado de una ruta literaria cargada de historia.