Oímos hablar de rascacielos y nos vienen a la mente Nueva York, Hong Kong, Dubai, Shanghai o Tokio. Territorios con los edificios más altos de la tierra. Ciudades verticales con luces de neón. Lugares lejanos y exóticos. Sin embargo, para encontrar algunos de los rascacielos más antiguos del mundo no hay que ir muy lejos, basta acercarse a Cuenca. 

Orígenes de la ciudad y conquista cristiana

No sabemos los orígenes exactos de la ciudad, pero sí sabemos quién fue el primero que la mencionaría. El geógrafo musulmán Al-Idrisi en el siglo XII escribiría “Cuenca es una villa pequeña, pero antigua. Está situada cerca de un estanque artificial y rodeada de murallas pero sin arrabales”. Siglos antes, posiblemente en el VIII, se originaría la ciudad en torno a lo que es el actual castillo y que en tiempos fue la alcazaba andalusí de Qunka. Con el tiempo Cuenca, ya en manos cristianas, se fue adaptando al trazado peculiar en un alto y rodeada por dos ríos. 

Alfonso VIII conquistaría la ciudad en 1177. Una victoria que no fue fácil. La fortaleza musulmana había sido inexpugnable y sólo el hambre de los sitiados, tras nueve meses de asedio, ayudaría al rey castellano a lograr su objetivo. Se produce un cambio de gobernantes que a su vez traería consigo modificaciones urbanísticas. Las gentes del lugar prácticamente siguieron siendo las mismas. Además de los cristianos, judíos y musulmanes continuarían viviendo en la ciudad, ahora bajo un nuevo monarca. Una mezcla de culturas que ha dejado en herencia una ciudad sorprendente con su entramado de calles, callejuelas, rincones, miradores y plazas. 

No hay mejor forma de explicar una conquista que a través de una leyenda. En Cuenca nos cuenta cómo un pastor, Martín Alhaja, hizo pasar a los cristianos por la puerta Aljaraz (actual Puerta de San Juan). El ovejero había tenido una visión y quería cumplir lo que la virgen le había vaticinado. Cada día salía y entraba con su rebaño por una puerta de la muralla y un controlador ciego contaba sus ovejas al ir y al volver con los animales. El día señalado, ayudó a varios soldados cristianos a vestirse con pieles de oveja haciéndose pasar por parte del rebaño. El ciego no se percató del engaño y, una vez dentro, los soldados se deshicieron de los los vigías musulmanes permitiendo al ejército de Alfonso VIII pasar. Era 21 de septiembre de 1177, día de San Mateo.

Las Casas Colgadas, símbolo de Cuenca

Las Casas Colgadas son el símbolo de la ciudad. Su monumento más emblemático. Una joya de arquitectura popular que aun conserva los elementos originales. Del conjunto de casas que existió quedan tres (allí está ubicado el Museo de Arte Abstracto Español). Una parte de las mismas queda en voladizo sobre el acantilado, sobresaliendo sus balcones de madera de la roca a la cual están pegadas. Colgadas en el aire sobre el río Huécar. Desafiando la gravedad. 

Construidas posiblemente entre los siglos XIII y XV (momento en el que ya se hace referencia a las casas), no hay mejor forma de observarlas que cruzando el Puente de San Pablo. En el siglo XVI, para salvar el río y unir el antiguo convento de San Pablo a la ciudad, se construyó un puente de piedra. Una vez derrumbado, se levantó en 1902 el que atravesamos hoy día. Construcción en hierro y madera de unos 100 metros de largo que ofrece unas vistas espectaculares. Sobre sendas rocas observamos a un lado las Casas Colgadas, y al otro el Convento de San Pablo (actualmente Parador de Turismo). Alrededor, y bajo nuestros pies, naturaleza en estado puro. Nada desentona y todo se complementa. 

Rascacielos medievales en Cuenca

Una de las cosas que más llama la atención en Cuenca es su singular arquitectura vertical. Producto de la peculiar adaptación del hombre a la fisionomía del terreno podemos disfrutar de sus rascacielos medievales, posiblemente los más antiguos del mundo (junto a los deSaná y Shiban en Yemen). Unas edificaciones con un origen incierto (hay quien afirma que se empezaron a construir en el siglo X) que fueron el resultado de un proceso acumulativo a lo largo del tiempo.

No hay documentación especifica sobre su fecha de construcción, si bien el mayor desarrollo se pudo dar en el siglo XV. Ante la presión demográfica y la imposibilidad de que la ciudad creciera hacia fuera de las murallas, se ideó la construcción de viviendas en altura a base de piedra, madera, argamasa y yeso. Se trataba de adaptarse al terreno. No sólo se construyeron viviendas hacia arriba, como sería lo normal, sino que las construcciones se prolongaban también hacia abajo, adhiriéndose a las rocas de la Hoz del Huécar, con lo que se iban creando nuevas viviendas. Se clavaban vigas en las mismas piedras y se descolgaban pisos para ir creando ampliaciones según se iban necesitando. 

Ver los rascacielos desde lejos impresiona, pero es al situarme en su base, y observarlos desde abajo, cuando su presencia resulta abrumadora. Más de 10 pisos entre mis ojos y el cielo construidos hace al menos 500 años que me dejan asombrado. Viviendas adheridas a una roca. Una obra arquitectónica medieval portentosa. 

Los rascacielos de San Martín, habitados y con vistas impresionantes, poseen la particularidad de que en una de las caras (calle Alfonso VIII) tienen una altura de tres o cuatros plantas, y en la otra (Hoz del Huécar) la altura se aumenta hasta diez o doce. Viviendas llenas de historia que disfrutan de las comodidades actuales, pero que mantienen la construcción y estructura de sus orígenes. 

Presencia judía en Cuenca

Con la conquista de los castellanos, Cuenca se convertiría en ciudad real y sede episcopal. Se levantarán innumerables edificios, tanto civiles como religiosos (entre ellos la catedral). Deambular por sus calles es encontrarse con nobles palacios, iglesias que ofrecen refugio a los creyentes y conventos donde reina el silencio de los rezos de las monjas de clausura. 

En época de los Reyes Católicos se instaló una Fábrica de la Moneda en Cuenca. Se situó en la actual calle de la Moneda (en funcionamiento hasta 1727), una de las más estrechas de la ciudad. El nombre de la vía es obvio de dónde procede, el hecho ser tan angosta tendría su origen en la pasión que se tuvieron una judía y un cristiano. Para que estuvieran más próximos, y fruto del amor, los edificios donde vivían comenzaron a juntarse. 

Una leyenda que nos habla de amor pero también de la presencia hebrea en la ciudad. El barrio judío estaría situado entorno a la Plaza de la Mangana, donde desde el siglo XVI está el reloj que da la hora en Cuenca. Una judería que en los últimos años, con mucho trabajo, se trata de recuperar. 

Una asombrosa catedral gótica

La catedral de Cuenca es peculiar, uno de los ejemplos más tempranos del gótico en España. Que se produjese esta innovación precisamente en la ciudad conquense posiblemente tenga que ver con la procedencia de Leonor, la mujer de Alfonso VIII. Nacida en Francia y al mismo tiempo princesa inglesa. La joven reina (tenía 10 años cuando se casó, por 15 del monarca castellano) se rodeó de un grupo numeroso de cortesanos, estando a su servicio personas de todos los gremios. La familia de la joven había ayudado a Alfonso VIII en su conquista de Cuenca, motivo que pudo influir en que tras la conquista se instalasen en la ciudad gentes del norte de Europa, trayendo consigo una cultura y unas inquietudes artísticas diferentes. 

Dedicada a Santa María y San Julián, se sitúa en la Plaza Mayor y se comenzó a construir en el siglo XII en el lugar que ocupó la mezquita. Se trató de un laboratorio artístico en el que se ensayaron nuevas bóvedas y nueva iluminación. En su construcción se plasmaron elementos de transición del románico al gótico, además de las reformas y aportaciones de diferentes estilos arquitectónicos en los siglos posteriores. 

Se trata de una de las catedrales más asombrosas de España. Sin la fama de las de Santiago, Burgos o León, pero con un estilo propio, único, original. Una construcción vanguardista que desde sus inicios hasta la actualidad sigue sorprendiendo. Así, podemos observar en el interior las impactantes vidrieras realizadas por Gustavo Torner en alusión al Big Bang, a los cuatro elementos o la cadena del ADN realizadas a finales del siglo pasado. 

Saliendo de la catedral, en los alrededores de la Plaza Mayor, encontramos además del ayuntamiento, el antiguo convento de la Merced del siglo XVI (hoy Convento de las Esclavas), donde varias monjas de la congregación de las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada llevan una vida de rezo contemplativa. Un convento con siglos de antigüedad en el que habitan en silencio unas monjas ajenas al bullicio de las calles colindantes. 

Patrimonio cultural, natural y político

Cuenca se presenta como una atalaya en piedra labrada por el transcurrir del agua y del tiempo. Agua y piedra modelando la ciudad desde sus orígenes. Agua empujada por dos ríos que poco a poco, siglo a siglo, fueron esculpiendo la roca de forma natural. Ríos Júcar y Huécar que continúan abrazando la ciudad para que no se escape, para darle cariño. Agua que es la culpable de que los miradores de la ciudad nos ofrezcan unas vistas relucientemente verdes. Una atalaya desde la que contemplar el mundo. Una atalaya que alberga un mundo entero. 

La UNESCO inscribió Cuenca en la lista de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad (1996) teniendo en cuenta varios factores. Tuvo gran peso que fuese una ciudad fortaleza medieval que ha preservado intacto su diseño a lo largo de los siglos. Destacaron a su vez el valor histórico y artístico de muchos de sus edificios construidos entre los siglos XII y XVIII, arquitectura tanto religiosa como civil. Y pusieron énfasis a su vez en la integración excepcional de la ciudad amurallada en el paisaje natural que la rodea. 

La herencia no nos ha llegado sólo en forma de edificios o de monumentos. Una legislación medieval, el “Fuero de Cuenca”, sería importante en el devenir de España. Se trataba de una recopilación de leyes de ámbitos como el civil, penal o mercantil. Otorgado por Alfonso VIII a la ciudad a finales del siglo XII, se convirtió en un fuero tipo que sirvió de referencia importante en otras partes de la península. 

En Cuenca atrapan sus calles, su fortaleza inexpugnable, el colorido de sus edificios, sus arcos y pasadizos, su historia y sus historias, su asombrosa arquitectura vertical, sus secretos y las leyendas que entretienen al viajero y le llevan a revivir tiempos pasados. Una ciudad cerrada y colgada, medieval y moderna al mismo tiempo, donde el pasado se mezcla con el presente con la facilidad con la que el urbanismo se mezcla con la naturaleza. Una unión cómplice, armónica y deslumbrante. Vista desde la distancia, Cuenca parece dibujada más que construida. Sostenida por el aire, colgada. Fue el hombre quien diseñaró la ciudad pero, sin duda, la naturaleza puso los planos.