Desde el quinto hasta el noveno día del cuarto mes lunar se celebra el Festival del Bollo en la isla de Cheung Chau. Posiblemente se trate del festival más popular y concurrido de los que se celebran en Hong Kong.  Y ya es decir. Nunca me han sentado muy bien las aglomeraciones, los agobios, los empujones y las multitudes, pero una de las primeras celebraciones a los que asistí en la ex colonia británica fue el de esta preciosa isla. Varios años después volví para intentar retratarlo.

Era el final de la Dinastía Qing cuando una plaga devastó Cheung Chau. Los habitantes de la isla construyeron un altar en frente del templo pidiendo al dios Pak Tai que expulsase a los espíritus malignos que estaban sitiando la isla. Al mismo tiempo iban desfilando con varias deidades por las estrechas calles del pueblo. Parece ser que los rituales taoístas realizados surgieron su efecto y la plaga terminó. Han pasado más de 100 años y se siguen produciendo las celebraciones. Mucho más multitudinarias estos días pero seguro que con el mismo espíritu que el año de la plaga.

Como en todos los festivales con cierta historia, los orígenes suelen tener más de una teoría. En este caso, hay conjeturas que afirman que el Festival del Bollo comenzó como un ritual de las comunidades de pescadores para poder estar a salvo de los piratas y de sus ataques.

Tambores, desfiles y una torre de bollos

Los tambores animan los bailes de leones, los desfiles hacen las delicias de locales y visitantes, aunque lo que más llama mi atención, por desplazarse por las alturas y por sus vestidos llamativos, son los niños y niñas que se mueven  suspendidos por el aire. Un desfile ceremonial llevado a cabo para ahuyentar una plaga hace un siglo tiene como protagonistas a los más pequeños, vestidos con disfraces de deidades tradicionales y celebridades modernas. Unos pequeños que parecen flotar por encima de las multitudes en lo que se asemeja a una procesión de carnavales. Una caravana de gentes que se mueven al ritmo de los gongs. Un ritmo que siguen los bailes de leones.

Espectacular es la competición de recolecta de bollos. Unos bollos que dan nombre al festival y que son la comida más popular, consumidos a miles durante estos días en Cheung Chau. Unos bollos colocados en una torre de bambú de gran altura y a la que suben a velocidad de vértigo los participantes, cogiendo la mayor cantidad posible y depositándolos en un cesto. El que más almacene es el ganador. Los bollos pasaron de ser naturales a ser sintéticos (los de la competición no los que comemos), y los participantes utilizan arneses para evitar las desgracias, pero el sentimiento sigue siendo el mismo que años atrás.

Es difícil elegir entre el día o la noche en el festival de Cheung Chau. Si durante el día se vive el alboroto de la fiesta, y se asiste al colorido y alegre desfile, por la noche asisto a la competición de los bollos, para después acercarme a ver cómo se producen las ofrendas de comida a los muertos. Se crea una atmósfera nocturna alrededor de las ofrendas con la sola luz de las velas que me llega a conmover.

Comunidad y ceremonias ancestrales

La isla se llena de visitantes pero para los lugareños sigue teniendo un sentido especial. Poseen los isleños un sentimiento de comunidad muy fuerte, y muchos de aquellos que han salido de Cheung Chau a buscar una mejor vida, tratan de volver a estar con los suyos durante estos días tan especiales. Las ceremonias taoístas, el desfile, el baile de leones, los tambores y la música que se desarrollan durante esta semana, hacen del antiguo paraíso de los piratas, una isla festiva sin igual en Hong Kong.

Desde mi primera visita hasta la última, algunos pequeños detalles han cambiado y algunas normas se han suavizado. La mayoría de los restaurantes siguen sirviendo sólo comida vegetariana, pero al mismo tiempo también los hay que no siguen esta tradición que convertía la isla en un paraíso vegetariano. Una cosa buena para unos y un sacrilegio para otros. Sea como fuere, el Festival de de los Bollos de Cheung Chau, es uno de los más extraordinarios  del mundo.