Miliosa, joven judía hija de Judá y de María, vivió, o al menos descansa, en Tortosa desde el siglo VI. Una lápida trilingüe escrita en griego, latín y hebreo era parte de su sepultura. Una sepultura situada hoy en la catedral de la localidad, y que nos constata la presencia judía en la ciudad al menos desde el tiempo de los visigodos. Seguramente llegasen mucho antes. 

A mediados del siglo I los romanos fundaron la colonia de Dertosa, actual Tortosa. Se trataba de un enclave de gran importancia; el puerto marítimo y el Ebro hacían del lugar un asentamiento apetecible. Esta situación estratégica hizo que, poco a poco, fueran llegando gentes de diferentes lugares del mundo. Los antepasados de la judía Miliosa serían una de las comunidades que allí se asentarían.

Comunidad judía en Tortosa

Durante la dominación musulmana, Tortosa (o Turtuxa) debido a su posición fronteriza, había gozado de gran prosperidad. Una prosperidad que había ayudado a desarrollar una relevante comunidad judía en la ciudad, siendo a través del comercio que los judíos de Tortosa ganaron riqueza e influencia. Parece ser que participan en transacciones de todo tipo, desde el ganado hasta el oro o los esclavos. Hay quien incluso afirme que serían judíos, debido a su gran conocimiento médico, los encargados de la tarea de castrar y convertir esclavos de la época en eunucos.

En Tortosa nacería Manahem ben Saruq sobre el año 910, entre otras muchas cosas poeta y gramático. Sería además quien redactase el Mahberet, primer diccionario de vocabulario bíblico compuesto en hebreo, y considerada la primera obra lingüística de la Península.

A parte de la lápida de la joven Miliosa poco más queda constatado de la presencia judía en época de la muchacha. Sólo siglos después volvemos a saber, de forma documentada, de su paso por Tortosa. Sabemos que tras la conquista de la localidad por Ramón Berenguer IV en 1148 se formaría la judería vieja. Y que sería el conde mismo quien donase locales para que se pudieran construir sesenta viviendas destinadas a la comunidad hebrea.

El barrio judío nuevo

Años más tarde, ya en el siglo XIII, se crearía el “Call Nou”. Las calles han mantenido prácticamente la misma estructura que en sus orígenes. Los niños (seguramente) jueguen de forma parecida en su barrio a como lo harían cientos de años atrás. Se iría a la compra de forma similar, y el ir y venir de los residentes no será muy diferente. El paso de los siglos ha transformado poco el lugar, pudiéndonos claramente imaginar cómo sería en la época que estaba habitado mayoritariamente por judíos. Los nombres de las calles nos ayudan en esa “vuelta” al pasado, lo mismo que el haberse mantenido su trazado. Parece que este barrio nuevo judío sería una concesión a la comunidad hebrea de el Temple a veinticinco familias judías.  

El blanco impera en calles y callejones. En pocos metros me encuentro la antigua sinagoga, o al menos el lugar donde se hallaría. La información escrita, distribuida por el barrio, nos ayuda a entenderlo mejor, a situar los diferentes edificios de la época. Sobre la sinagoga nos comentan que hay documentación del siglo XIV que confirmaría su existencia en dicho lugar.

Muy cerca de la sinagoga estarían los baños de purificación. La carnicería tan sólo unos pasos más adelante, siguiendo por la calle Jerusalén. Una carnicería que posiblemente dependería de la aljama y que vendería carne cosher. Por su parte, el horno, también situado en la zona, sería otro de los establecimientos importantes y fundamentales del barrio. Se trataba de un negocio regido por unos principios básicos y estrictos a la hora de fabricar el pan de toda la comunidad judía. 

Asaltos a la judería

Desde el antiguo castillo, y tras una breve subida, las vistas de Tortosa son preciosas. Unas vistas que seguramente no disfrutaron igual que yo lo hago los judíos a finales del siglo XIV. Las agresiones sufridas por las juderías de la península en 1391 también se sintieron en Tortosa. Lo que hoy es el Parador de Turismo, el castillo de la Suda, sirvió de refugio a la comunidad hebrea durante las cruentas agresiones. Aunque el asalto no fue tan virulento ni tan sangriento como en otros lugares, los judíos terminaron por ser expulsados de sus casas o convirtiéndose al cristianismo. 

Los años de esplendor que se produjeron entre los siglos XII y XIV pasarían a ser un recuerdo agridulce. Si los asaltos de 1391 no fueron tan letales para los judíos de Tortosa fue por la ayuda del poder real. Trató por todos los medios de defender y proteger a una comunidad que le era de gran importancia financiera. Al abrirles las puertas del inexpugnable castillo, les estaba salvando la vida. Al menos de momento.

De entre los acontecimientos de la época en la ciudad cabe destacar la Disputa de Tortosa durante los años 1413 y 1414. El Papa Luna, Benedicto XIII, fue quien la convocaría aunque la iniciativa fuese de su (converso) médico personal, Jerónimo de Santa Fé (nombre más que apropiado para un cristiano nuevo). Se trataba de un encuentro en el que debatir con los rabinos judíos sobre la llegada del Mesías. En el fondo lo que se dirimía era de si tenía algún sentido el mantener la tradición judía. Se dedicaron muchas de sus sesiones a criticar lo que ellos consideraban errores del Talmund. Una crítica hecha desde una posición cristiana de fuerza. 

La popular “Disputa de Tortosa” supuso prácticamente el fin de la judería. Trajo consigo un gran descrédito de los rabinos y un importante recorte de libertades a la comunidad judía. Se realizaron conversiones masivas, y muchos otros dejaron la localidad poniendo camino (principalmente) a Barcelona. La comunidad judía, en una localidad más, se veía castigada y abocada a su desaparición.