A orillas del río Adaja, en la misma zona donde habría un asentamiento vetón denominado Obila (“monte alto”), los romanos fundaron la ciudad en el siglo I a.C. Una vez establecidos en el lugar pasaron a denominarlo Abila o Abela. Tras ellos, al igual que en la mayor parte de la península, por aquí se asentarían visigodos y musulmanes, y -posiblemente- hubiese en Ávila algún tipo de población hebrea casi desde sus inicios. 

Fueron pasando los siglos y la ciudad fue creciendo, especialmente a partir del XII y XIII, siendo el siglo XVI el de máximo esplendor. Es en plena Edad Media cuando se levantan los edificios más importantes de Ávila como la catedral, el alcázar, el palacio episcopal o las iglesias románicas, coincidiendo la época dorada de la ciudad con el reinado de los Reyes Católicos. 

La muralla medieval

Ávila se explica y se configura a partir de su muralla medieval. La define y representa. Una imponente y geométrica fortificación que sorprende por su majestuosidad, por su armonía y que nos remite a un pasado de luchas entre árabes y cristianos, a unos tiempos en los que habitaron en la ciudad diferentes pueblos. 

Fue comenzada a construir en el siglo XI, tal vez sobre una muralla anterior, y parece ser que en parte reutilizando piedras de antiguas construcciones, incluyendo trozos de tumbas de diferentes épocas, entre ellas las de una antigua necrópolis romana. 

Se trata de un trazado de más de dos quilómetros con una impecable preservación. Sus torres (más de ochenta) y sus puertas (entre las que destacan la Puerta del Alcázar, la de la Catedral o la del Mercado Grande) hacen de ella una de las más atractivas y mejor conservadas del mundo. Nos ofrece una idea de cómo era la ciudad hace cientos de años. Un monumento con vida propia que con el paso de los siglos ha sufrido reparaciones, ampliaciones o reconstrucciones. Por sus piedras han transitado incluso figuras de Hollywood como Cary Grant o Sofía Loren. 

El niño que fue rey

La muralla ha sido testigo de los más importantes acontecimientos de la ciudad, algunos sanguinarios. Hay veces en que la historia y las leyendas se entremezclan, como en el caso de alguna que tiene que ver con el futuro rey Alfonso VII. 

El barrio de las Hervencias nos traslada a una de esas historias crueles. Alfonso I, rey de Aragón, se había casado con Doña Urraca, reina de Castilla. Un matrimonio de conveniencia que nunca funcionó y cada uno continuó reinando su territorio. La reina castellana tenía un hijo de un matrimonio anterior, el cual sería su sucesor en el trono. Viendo que para el rey aragonés el niño era un estorbo para hacerse con el reino castellano, la madre toma la decisión de huir con el pequeño y dejarlo en Ávila. El padrastro los siguió hasta allí pidiendo que se lo mostraran para confirmar que seguía con vida. 

Desde la distancia, Alfonso I no consigue confirmar si era el propio niño y decide acercarse a la muralla para cerciorarse. Como garantía para que no le pase nada, solicitó unos rehenes. Setenta caballeros le fueron entregados, atravesando éstos por la Puerta de la Malaventura para ir a juntarse con el rey de Aragón. 

Alfonso I confirma que era su hijastro pero al serle imposible asaltar la ciudad, marcha en retirada llevándose consigo los rehenes. Como castigo acaba con ellos, de una forma cruel:  los mete en una olla hirviendo. De ahí el nombre del lugar, Las Hervencias. Doña Urraca moriría años más tarde y su hijo sería coronado como Alfonso VII. Esta historia tiene relación con el escudo de Ávila, en él aparece el nombre “Ávila del Rey” y un niño encima de las murallas. Sería el propio rey quien en 1130 entregaría el escudo como homenaje a la ciudad por la lealtad prestada a su persona cuando era menor de edad. 

Los Cuatro Postes, “de Ávila ni el polvo”

Cae la tarde y salgo caminando por una de las puertas de la muralla, cruzo el río Adaja y me acerco hasta los Cuatro Postes (construido como humilladero) para ver desde la distancia cómo atardece en la ciudad. Se trata de cuatro columnas dóricas de unos 5 metros de altura, con una cruz de granito en el medio. Elevado sobre unas rocas le otorga una de las panorámicas más bonitas de la ciudad. Tanto de día, como iluminada en la oscuridad de la noche, la muralla luce en todo su esplendor. Un breve caminar que me ofrece unas vistas de Ávila preciosas. Demasiado premio para tan poco esfuerzo.

Contemplo la panorámica de la ciudad, bordeada por su inseparable muralla, e imagino a Teresa de Ávila. Fue en este lugar donde primero la Santa fue detenida de niña por su tío cuando marchaba a evangelizar infieles junto a su hermano, y años después -expulsada por la forma en que entendía la religión- quitándose las sandalias mientras abandonaba la ciudad comentaría “de Ávila ni el polvo”. Pasado un tiempo, llegaría la reconciliación y ese desencuentro quedaría en un (mal) recuerdo. 

Si hay una persona con estrechos lazos a la ciudad ella es Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila. Religiosa, escritora y reformadora. Sus recuerdos y homenajes son casi infinitos impregnando su presencia física y espiritual muchos rincones de la ciudad. Tanto dentro de las murallas, como fuera de ellas, encontramos edificios relacionados, de una u otra forma, con la mística.

(Santa) Teresa de Ávila

Santa Teresa de Jesús vino al mundo en la capital española situada a mayor altitud, exactamente a 1139 metros, el 28 de marzo de 1515. Tan cerca del cielo nació que dedicó su vida a la religión. Bautizada un 4 de abril de 1515 en la misma pila bautismal que todavía se encuentra en la iglesia de San Juan. 

De familia acomodada y, posiblemente, de origen converso, el culto a Dios y la literatura marcan su vida. Muchas veces incomprendida, Santa Teresa fundó la Orden de las Carmelitas Descalzas y promovió la creación de más de veinte monasterios. El Convento de San José, construido en 1562, sería su primera fundación. Allí se recogía el ideal monástico de Santa Teresa de sencillez, austeridad, soledad, pobreza y silencio. Hoy podemos visitar sus antiguas dependencias monacales e imaginar cómo sería allí la vida. 

Su huella la encontramos también en el convento de Santa Teresa de Jesús, situado en el lugar donde estaba la casa donde nació la religiosa. Alberga en la actualidad un museo en el que recorrer su vida (situado en la cripta de la iglesia). Sus textos lírico-religiosos la convierten en una de las figuras más representativas de la espiritualidad española. Moriría en 1582 en Alba de Tormes, donde está enterrada. 

La Santa pasaría una gran parte de su vida en el Monasterio de la Encarnación. Situado a partir del siglo XVI fuera de las murallas, sobre lo que había sido el cementerio judío, fue fundado en 1478 dentro del recinto amurallado. Uno de los lugares fundamentales en la vida de Teresa de Ávila ya que allí pasaría desde 1535 hasta 1574, y será en este lugar donde preparará la reforma del Carmelo. 

Juan de Yepes Alvárez, San Juan de la Cruz, entraría en contacto con Teresa de Jesús en 1567 y se dan cuenta que tienen una forma de ver la vida, la religión y las órdenes monacales de forma parecida. Esta relación cercana hace que pase temporadas largas en Ávila residiendo en el Convento de la Encarnación. Retiros abulenes que le proporcionarían, según él mismo comentaba, una paz de espíritu fundamental para realizar sus escritos. 

Personajes ilustres en Ávila

Isabel la Católica tendría una relación muy estrecha con la Ávila, y con la provincia, a lo largo de toda su vida. Se trasladará a la ciudad unos meses en 1478, tras la muerte de su hermano Alfonso, viviendo en el convento de Santa Ana, refugiándose nuevamente en la ciudad en 1472, esta vez en el Real monasterio de Santo Tomás. 

En el mismo monasterio pasará los últimos cinco años de su vida, y morirá, el Gran Inquisidor de los reinos de Castilla y Aragón, Tomás de Torquemada. Una figura siniestra vista desde la actualidad, un funcionario público -por lo visto- efectivo y ejemplar en la época. Cosas de la perspectiva y de los tiempos. Se trataba de una época en la cual se produce una brutal y cruenta represión de minorías, antiguos judíos y musulmanes convertidos al cristianismo.

A través de la Inquisición se trataba de fortalecer la religión católica, ayudando en la unión entre los dos reinos, buscar un enemigo común que uniese a las gentes de ambos territorios. Sería en el exterior de la iglesia de San Pedro donde se ajusticiase a los juzgados y condenados por la Inquisición. 

La aljama judía

La muralla no impedía que hubiera vida también fuera de su cerco. A ambos lados de la muralla había barrios organizados, situándose los artesanales, agrícolas o aquellas actividades más molestas (como hospitales o tenerías) fuera del recinto amurallado. También en el exterior encontramos monasterios, conventos, iglesias e incluso un cementerio judío descubierto recientemente. 

La aljama de Ávila fue una de las más importantes. Aunque no vivieron confinados en un barrio, muchas familias judías habitaron en las zonas cercanas a la catedral, a la plaza de San Juan o al postigo de Malaventura, siendo la calle Santo Domingo uno de los ejes principales de la judería. Se desconoce el número de hebreos que habitaban en la ciudad aunque hay estudios que confirman que serían en torno a una quinta parte de la población en su época de máximo esplendor. 

Muchos de ellos se dedicaban al comercio, aunque desarrollaban oficios diversos. Algunos de los trabajos más populares entre los judíos eran la confección de textiles y el curtido de pieles (testimonio de este oficio son las tenerías de San Segundo). En la antigua calle de Andrín, actual Reyes Católicos, estarían ubicadas muchas de sus tiendas y talleres. 

La catedral fortaleza

En cada esquina, edificios medievales acompañan mi visita. Unos monumentos que dan idea del prestigio que llegó a tener Ávila. Unos edificios, y unas calles, que nos hablan de la importancia religiosa de la ciudad. En un breve espacio me encuentro con sus preciosas iglesias románicas, con monasterios, con las basílicas de San Vicente y San Pedro, y con uno de los monumentos arquitectónicos más representativos de la ciudad, la catedral. 

La catedral del Salvador es otro de los tesoros de la ciudad. Considerada por muchos la primera catedral gótica de España -aunque con elementos románicos- se encuentra adosada a la muralla. No es un templo al uso sino que se trata de una catedral fortaleza. Lugar de descanso eterno del antiguo presidente español Adolfo Suárez, fue construida a finales del siglo XII (1172) sobre un antiguo templo dedicado a El Salvador. 

Palacios, mansiones y torreones (algunos reconvertidos en hospedajes de calidad, en archivos o albergan diputaciones provinciales) se mezclan con edificios populares en el recorrido por el casco antiguo. Además de su impresionante vista desde la lejanía, caminar sobre la muralla nos ofrece una perspectiva y unas vistas únicas del centro histórico de la ciudad. Pocas veces se pueden ver las ciudades caminando desde lo alto como en Ávila. 

Patrimonio de la Humanidad 

Patrimonio de la Humanidad desde 1985 por ser un valioso ejemplo de ciudad medieval fortificada y por la valía de sus iglesias y conventos. Sus calles empedradas, los callejones y plazas, el aire medieval con sus iglesias románicas, la muralla -construida posiblemente sobre muros romanos, visigodos y musulmanes-, la convivencia de cristianos, judíos y musulmanes, o la presencia de reyes, caballeros y villanos, hacen que encontremos en Ávila una tierra propensa a leyendas. Unas leyendas y un pasado que se siente deambulando por sus antiguos barrios, bordeando la muralla o dejándome caer por la plaza del Mercado Chico. 

Transito la ciudad sin esperar nada, sabiendo que me sorprenderá. Una ciudad tranquila, austera, llena de historia, de aquellas que piden disfrutar la sobriedad de su arquitectura caminando con calma, sin prisas, y dejándonos llevar. Recorro las calles donde los judíos vivieron durante siglos y donde tenían sus comercios, templos y escuelas. Imagino cómo sería su vida y, sin quererlo, me adentro en un mundo remoto de iglesias, mezquitas y sinagogas, un mundo lejano y sin embargo muy actual. 

Hay ciudades que visité siendo niño y a las que cada cierto tiempo vuelvo. Ciudades que asombran con infinidad de antiguas historias antiguas. Ciudades poseedoras de fascinantes leyendas medievales. En cada ocasión y en cada visita, disfruto como si fuese la primera vez. Hay ciudades a las que volveré una y otra vez, y sé que siempre me sorprenderán. Ávila es una de ellas.