Uno de los lugares que me gusta visitar, siempre que puedo, en las ciudades y pueblos, son sus cementerios. No se si será por la tranquilidad que se respira en ellos. O porque es el único sitio donde se ve claramente el futuro. O por la paz que transmiten. O porque allí ya no hay rencores ni odios. No lo se, pero me encuentro más a gusto (a la luz del día, todo hay que decirlo) paseando entre tumbas que por las calles transitadas de las ciudades.

En la abarrotada Hong Kong, sus cementerios también lo están. No podía ser de otra forma. Los hay de todo tipo y para diferentes creencias, de variados tamaños y belleza, y aunque puede que el de Happy Valley sea el más famoso y sus inquilinos disfruten de las carreras de caballos semanalmente, en los cementerios de Chai Wan se concentran, sin tanta popularidad, enterramientos tanto católicos, como cristianos, budistas o musulmanes. Codo con codo o hueso con hueso, descansan en paz y armonía gentes de diferente creencia y condición. Hay en la zona incluso un cementerio con tumbas de fallecidos durante la II Guerra Mundial (Sai Wan War Cemetery), mayormente soldados de la Commonwealth y las Fuerzas Aliadas caídos en la batalla de Hong Hong.

Pueden parecer misteriosos o lúgubres, pero en la mayoría de los casos los cementerios son lugares llenos de paz y tranquilidad, bien cuidados, sin elementos que podríamos considerar tétricos, y con unos habitantes a los que para nada les molesta tu vista, aunque mucha gente piense lo contrario. No hay mejor sitio para disfrutar de tranquilidad que un cementerio y los de Chai Wan en Hong Kong son perfectos. No sólo hallo en ellos tranquilidad sino que disfruto de unas de las mejores vistas sobre la ciudad. Vistas impresionantes y únicas.