Hay tesoros para los que no hace falta excavar, ni viajar a lugares recónditos para encontrarlos. Hay tesoros esparcidos por todo un país, que te buscan a ti en vez de tú a ellos. Hay tesoros que te cuidan como si tú lo fueras. Hay una cosa que me fascina de Armenia, y es esa sucesión de jachkars que me acompaña desde el mismo momento que cruzo la frontera. Estelas al aire libre talladas por artesanos armenios, estas cruces de piedra, o mejor dicho piedras en las cruces, de las que se calcula que hay más de 40.000 distribuidas por toda Armenia, tienen todas ellas diferente patrón, sin repetirse ninguna, y son, sin quererlo, el símbolo del país en mi mente.

Parece que aunque las piedras con cruces aparecieron en el siglo IX, las raíces o su origen estaría entre los siglos IV y VII, momento en el que el cristianismo estaba luchando por afianzarse en Armenia. Sería el rey Tiridates quien ordenaría destruir todos los templos paganos y levantar cruces para mostrar la nueva fe abrazada por el reino. Estas “cruces sobre piedra” llevan en Armenia desde la antigüedad y desde 2010 forman parte del Patrimonio Inmaterial de la UNESCO. Son una parte fundamental del arte armenio desde su aparición en el siglo IX (se conserva uno del año 879) y su posterior apogeo entre los siglos XII y XIV, comenzando en el XVII su declive. Todavía hoy, hay artesanos dedicados a la fabricación de los jachkars.

Tipos de cruces

Encontramos varios tipos o diseños existentes entre los que destacan el “árbol de vida”, donde no hay ni principio ni final, cruces aladas, diseños geométricos, símbolos como las uvas y las granadas, plantas y animales. Son elementos decorativos, y su tono religioso hace que monasterios e iglesias los utilicen. Piedra conmemorativa única en Armenia. Una piedra rectangular colocada erguida, y finamente, elaborada con relieves. Una cruz está tallada en el centro de la piedra, por lo general sobre un fondo de plantas o motivos geométricos, pudiendo alcanzar los 3 metros de altura. Las encontramos en antiguos asentamientos y cerca de los monasterios, en los cementerios y en los bordes de las montañas, por los puentes, en las puertas de las iglesias y de los monasterios, en cualquier lugar de Armenia encontramos jachkars. Son el verdadero símbolo de la identidad armenia.

Las cruces se han levantado históricamente por diferente motivos. En ocasiones por la conmemoración de hechos importantes, como la construcción de una iglesia o un puente, otras veces por una victoria militar, otras por logros personales, y muchas otras, por la muerte de alguien. Con el transcurso del tiempo, algunos tipos de cruces se consideraron “santas”, atribuyéndoseles poderes tales como parar desastres, curar enfermedades o conceder deseos. A partir del siglo XIII, los jachkars perderán su valor como elemento conmemorativo y se levantaron principalmente para los muertos, en cementerios. Incluso en la actualidad, el gobierno de Armenia regala jachkars como regalos de estado.

Al principio no percibo su presencia, pero es con el paso de los quilómetros y sin darme cuenta de tan acostumbrado a ellas, cuando su ausencia me provoca ansiedad, ansiedad por sentirme desprotegido cuando durante algún tiempo me encuentro huérfano de ellas. Unas cruces que han sido transmitidas de generación en generación, de artesano en artesano, de maestro en maestro. Si los monasterios son parte importantísima y fundamental para entender el país, estos jachkars cuidan no sólo de ellos sino de todo el territorio, son su alma, su vigilante y su protector.

El cementerio medieval de Noratus

Entre todos los lugares donde los encuentro, destaca la impresionante colección de jachkars del cementerio medieval de Noratus, en la orilla del Lago Sevan y donde hay unas 900 “cruces en piedras” de diferentes estilos y época. Un lugar sobrecogedor y que llega a impresionar. Un cementerio como no hay otro en el mundo (sobre todo porque el que había en Julia, Azerbaiyán, fue destruido y arrasado sin contemplaciones y sin ningún tipo de escrúpulo, pero esa es otra historia). El camposanto de Noratus es sin duda el lugar de Armenia que más impresión causó en mi periplo por el país. Un lugar por momentos estremecedor. Quedo impresionado por las tumbas y por la historia que hay a mi alrededor. Pienso que no estaría mal, una vez llegue el momento, ser parte del lugar, aunque me temo que no me aceptarán como vecino. Será cuestión de preguntar la próxima vez que vaya.

En Noratus vemos un uso continuo del cementerio durante más de diez siglos, en el que observamos los diferentes y variados estilos de conmemoración de la muerte. En un cementerio de unas 7 hectáreas, cada una de las más de 900 cruces son diferentes entre sí, siendo el lugar de Armenia con mayor cantidad de jachkars. Paseando entre sus tumbas encuentro, según me comenta un lugareño, el más viejo jachkar que se conserva y que data del siglo X.

Deambulando por el camposanto no puedo dejar de pensar en la historia que me habían contado sobre Noratus. Hay una leyenda (quien sabe si cierta) del folclore popular que narra cómo los habitantes del lugar, al ser invadidos, colocaron sombreros o cascos en lo alto de los jachkars, y espadas apoyadas sobre las piedras. Desde lo lejos, el ejército invasor pensó que se trataba no de tumbas, sino de soldados reales lo que propició su retirada y la consiguiente salvación de los residentes.

Aunque en Armenia ha habido influencias de diferentes culturas y pueblos por el lugar donde se ubica, hay una forma de expresión característica de su cultura. Los jachkars es una forma única del arte armenio en la que se mezclan dos pilares de la cultura armenia: por un lado su herencia cristiana, y por otro sus rocas y montañas. Una cultura armenia fascinante.