Era 28 de noviembre de 1912 y la Asamblea Nacional de Albania declaraba en Vlora la independencia después de cinco siglos bajo dominio otomano. Se trataba de la primera capital de la Albania independiente.

Siglos atrás, en la Edad Media, la ciudad se fusionó con Kanina, fortaleza situada a unos seis quilómetros de Vlora y donde pasaré una tarde tranquila viendo cómo un grupo de niños juega al fútbol rodeado de murallas en ruinas. Se trataba ya en la época de un importante centro comercial y artesanal destacando sus naves, espadas y vinos. Una fortaleza que ofrece unas vistas magníficas y que según me cuentan fue morada de diferentes pueblos como los ilirios, romanos, venecianos, bizantinos y otomanos. Una fortaleza llena de historia que comienza a estar habitada ya desde el siglo VII a.C.

El camino hacia el sur había dado con mis huesos en Vlora, o Vlore o Valona, que de todas las formas es conocida la ciudad. Una de las ciudades más turísticas de Albania, lugar playero y mediterráneo que me servirá de centro para descubrir lo que esconden sus alrededores. Hay playa en Vlora sí, pero hay mucho más. Cultura e historia a partes iguales rodean la popular ciudad con el segundo puerto más grande de Albania.

La estancia en Vlora nada tenía que ver con playas o paseos por amplios bulevares, la verdadera razón además de ir avanzando hacia el sur, era visitar Apollonia, uno de los lugares arqueológicos más importantes de Albania, una ciudad fundada en el siglo VI a.C. por colonos griegos y dedicada al dios Apolo.

Octavio Augusto visita Apollonia

En Apollonia vivieron comerciantes corintios, la tribu iliria de los taulantes, además de los colonos griegos, quienes eran los que controlaban la ciudad de forma oligárquica. Los restos arqueológicos, aunque buena parte sigue sin excavarse, nos muestran una gran ciudad incluso con una importante zona comercial. Una ciudad, de unos 50000 habitantes en el siglo II aC, que gracias al comercio de esclavos y de la artesanía tuvo cierta prosperidad económica. Además, llegó a albergar una escuela filosófica de retórica que tendría en el emperador romano Augusto al mayor eminente de los alumnos que por ella pasaron. Un joven Octavio Augusto que estuvo en el año 44 a.C. bajo la tutela de Atenodoro de Tarso estudiando en la ciudad. Hay incluso quien dice que fue en Apollonia donde el futuro emperador recibió la noticia del asesinato de Julio César, su tío.

De los restos arqueológicos excavados destacan sus murallas o el bouleuterion, monumento de los Agonothetes (quizá los restos más espectaculares que encontramos en Apollonia) que servía en la época de sala del consejo municipal. Se intuye a su vez un arco del triunfo por la base de ladrillo que se ha descubierto. Podemos observar los restos de lo que fue la biblioteca, una plaza portificada o un pequeño teatro (odeón) semicircular; lo que fue el templo de Diana (una diosa especialmente venerada en la ciudad) o varias domas romanas con mosaicos. Fuera del centro de la ciudad se encontraba el Templo de Apolo, y lo que sería la necrópolis, al fin y al cabo todos los pueblos tienen que enterrar a sus muertos.

Ni de época griega ni romana, pero de gran importancia, encontramos el monasterio de Apollonia, dedicado a la Virgen, cuya iglesia fue construida en el siglo XIII y todavía en funcionamiento. Entre restos arqueológicos y edificios religiosos se me han pasado las horas volando. Volando sobre una historia que en Albania descubro de forma palpable.

Zvernec y el puente de madera

Había oído hablar de Zvernec, un monasterio no lejos de la ciudad situado en una pequeña isla del lago de Narta. Construido en el siglo XIII, de estilo bizantino, está dedicado a Santa María y cada 15 de agosto realizan una celebración ortodoxa en conmemoración al nacimiento de la Virgen María. Cosas de la coincidencia, ese era mi último día en Vlore y lo pasaría en la iglesia anexa al monasterio de celebración con los feligreses de la zona que por allí se acercaron.

Todo el complejo monástico es precioso, pero lo que de verdad es llamativo de la visita a Zvernec es el paseo por un puente de madera medio en ruinas, y el trayecto en una barcaza en la que se realiza parte del recorrido. Llegar hasta la isla es una verdadera gozada, sin duda una de los momentos más interesantes de mis días por Vlora. Días que llegan a su fin para ponerme camino hacia Saranda, ciudad famosa por su ambiente playero, pero sobre todo por los restos arqueológicos de Butrint frente a la isla griega de Corfú. Uno de los restos arqueológicos más importantes del mundo, pero eso es una historia para otro momento.